Los electores norteamericanos demostraron que tienen madurez y en
las elecciones le apostaron a Obama, sin tener en cuenta todo lo que gritaba y
repetía Romney.
Y entendieron que la crisis en Estados Unidos no lo arreglaba
ningún candidato y reeligieron a su presidente.
Este editorial del diario La República habla del tema. Y es
bueno porque estamos hablando de la economía más poderosa del planeta.
RADAR,luisemilioradaconrado
Los coletazos del triunfo de Obama
La República.
Editorial
Todavía hay quienes no se explican el por qué, contra todos los pronósticos Barack Obama ganó cómodamente las elecciones en Estados Unidos que le permiten estar en la Casa Blanca por cuatro años más. La justificación de esa posición pareciera tener sentido en el argumento de que en su primer período no logró recuperar la economía, aliviar la situación de desempleo y corregir una crisis fiscal que parece adquirir características estructurales.
Además, las reformas en áreas como la salud han sido duramente cuestionadas y ha quedado mal con las promesas de mejorar la situación de los inmigrantes.
Ciertamente estos temas de tipo económico son importantes y hacen parte creciente de la vida de los electores, en Estados Unidos y en cualquier país del mundo, pero la decisión de votar va más allá de esas consideraciones, más si hay conciencia de que la economía mundial enfrenta serios problemas y la solución no depende del poder de un solo país o de un mandatario, por más importante que sea.
Es más, la gente del común en Estados Unidos considera que aunque las autoridades son determinantes para salir de la recesión, el modelo demócrata contrasta radicalmente con el seguido por Europa de ajustar bruscamente el aparato económico que trae mayor pobreza en el corto plazo con la promesa de un paraíso en el mediano y plazo, que nadie garantiza.
Es evidente que en Estados Unidos hay una radicalización en algunos temas más allá de la economía en la que el margen de acción es limitado sin importar quién sea el huésped de la Casa Blanca.
Y todo indica que los republicanos sobredimensionaron la reacción ciudadana frente a algunos temas, luego de su triunfo en las elecciones legislativas de 2010, empujados por el éxito del Tea Party, un movimiento de ultraderecha, popular y carismático, que aunque de origen republicano, ha caído en el fanatismo con el que no comulgan muchos de los militantes del partido, incluyendo al mismo candidato Romney.
Los números no muestran una gran derrota para el Partido Republicano, como tampoco un gran triunfo de los Demócratas, pero en términos políticos, la significancia de los resultados si parece contundente: perdieron gran parte de los candidatos del Tea Party y Obama se ha quedado con muy buena porción del electorado con ideas no fanáticas y que creen que la política es un ejercicio que debe buscar el mejoramiento de las condiciones de vida.
No hay duda que el Partido Republicano requiere una reingeniería que le permita ajustarse a las nuevas corrientes demográficas de ese país y entender que las tendencias globales no solo aplican para el resto del mundo, sino para el país en el que viven. Las elecciones del 6 de noviembre lo demostraron así y explica en buena parte el triunfo de Obama.
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