martes, 27 de marzo de 2012

Murió Victor Caballero Villa, en Santa Marta

Murió Victor Caballero Villa
De Horacio  Brieva:

Murió hoy en Santa Marta Victor Caballero Villa, a quien sus familiares y amigos llamábamos afectuosamente Wataco. Padecía un carcinoma de piel hacia unos 15 años y hace unas semanas le había hecho metástasis. Lo visite con su hermano Alfredo, gerente del Pimsa Malambo, hace 10 días y pesaba unos 30 kilos, pero su impresionante lucidez de siempre estaba intacta. Hoy a las 5 y 13 de la tarde me puso un ping, que en el momento no alcance a responderle. Me cuenta Alfredo que a las 6 le sobrevino un paro respiratorio; Pedro, uno de sus hermanos, lo llevo a una clínica de Santa Marta, pero había fallecido. Escribiré seguramente un artículo sobre este admirable amigo, y de momento solo diré que mucho aporto a mi formación y que fue un hombre excepcionalmente brillante y de un sentido del humor inolvidable. Paz en su tumba!


horacio.
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Victor Caballero Villa- Guataco- el amigo bohemio, irreverente, bebedor, fumador, brillante, buena vida....Murió hiy 27 de Abril de 2012..Paz en su tumba...Así lo vio y lo interpretó Carlos Escobar D' Andreis

1 comentario:

  1. Partió Vitico, un valioso amigo de la época de la U. Si me lo permiten, indudablemente la persona mas perspicaz de la generación de los 70’s. “Un especialista de lo general”, como él mismo se definía para responder por la disciplina intelectual en la que se había formado. Con una brillantez que se podría resumir en su bonachona comprensión de la estupidez humana o su elegancia para insultar unos contradictores: “Profetas del analfabetismo”, respondió una vez en un debate estudiantil.
    Sin odios, o con muy pocos. De excelente humor, salvo por los esporádicos arrebatos de cólera que mostraba, cuando la mayoría de su grupo político, sus asesorados o sus contertulios de cualquier índole, no comprendía su posición, la mayoría de las veces adelantada a su época. Wataco era un visionario.
    Desde bien temprano supo que la manada de imberbes con los que pretendía hacer una revolución, no llegarían a ningún Pereira. Por ello se transformó en un reformista radical que prefería leer, releer, subrayar, divulgar e incitar su auditorio; sobretodo con temas socio-políticos. Se transformó en un irreverente docente de la civilidad, que utilizaba la provocación para enseñar.
    Lector empedernido, “birria”, como decíamos ayer. Leía todo tipo de literatura, y en prensa, desde el criollo Heraldo, pasando por El Tiempo y El Espectador, hasta las versiones de la prensa internacional en español. Esta últimas adquiridas en la Librería Nacional del centro, cuando bajamos a mediodía a tomar té helado, convocados por Toño ─el del espíritu estatal─, ese otro gran ausente.
    Fumaba como una chimenea y se burlaba de la izquierda de entonces presa de los editoriales de Tribuna Roja, Voz Proletaria, Virus Rojo o el clandestino Revolución. Muchas cuartillas que casi nadie leía; excepto Víctor, quién socarronamente las corregía.
    Implacable con su pluma. Destacado con sus acertijos políticos. Desde un comienzo se gozó medio mundo con el otro samario célebre, El Pompo. Un ausente más que también valoraba sus ocurrencias, mientras jugaban a la retorica o a intentar buscar soluciones políticas modernas a un país entonces prisionero de la vieja Constitución del 86. Recuerdo la mas interesante: ¿Se puede ser rebelde y actuar en la legalidad en los marcos de la Carta de Caro y Núñez? Ambos decían que sí.
    El tema de la Región era una de sus fascinaciones. Logró sobrevivir a las desgracias políticas que no pudieron superar muchos de sus camaradas disidentes, quienes partieron más temprano. Participó, como escritor fantasma, en la redacción de la Carta del 91 y en algunos apartes, aquellos que sepan leer bien en entre líneas, descubrirán su prosa exquisita.
    Dejé de verme con él en los últimos años. Me dijo que tenía un problema en la piel y que no seria el cigarrillo el que lo mataría, ni las desilusiones de la “real politik”, a la que a pesar de todo, no acaba de acostumbrase su inquieto corazón de disidente.
    La ultima vez lo vi continuaba fumando compulsivamente. Estábamos en la clínica donde estaba interno por la afección de la piel. Pero tuvo energía para soltarme, entre serio y mamando gallo, dos de sus ultimas extravagancias recién elaboradas: “Que Chávez habría podido ser Bolívar, pero prefirió ser Páez” y “Que mientras el gobierno nacional cuidaba los huevitos y la seguridad democrática, el reordenamiento territorial en el Caribe ya lo habían hecho los Paras de facto, y que llevaría rato reversarlo”.
    Ese es el querido personaje que partió ayer. Me hubiera gustado, como escribió el Gordo Sam en un verso al Pompo, algo así como “que tuviéramos la oportunidad de compartir el último cigarrillo y el tinto final”, pero no pudo ser. Me enteré de la desgracia por una de las redes sociales y de pronto me vi frente al computador escribiendo estas notas. Debe ser como un homenaje al Wata, me digo; o por lo menos, eso intenté.
    Sentido pésame, Alfredo.

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