A raíz del debate o polémica que hemos estado manejando por facebook y por este blog, sobre el CARNAVAL de Barranquilla y la presencia de la farándula nacional e internacional, nos escribió Moisés Pineda, alguien que conoce muy bien este agite carnavalero, que se lo goza y lo padece año tras año.
He visto a Moisés cerrando las fiestas, casi fundido por el cansancio, pero nunca “tirando la toalla”. Vivir el CARNAVAL requiere de mucha energía, amor por su terruño, las fiestas barranquilleras, nostalgia por la rumba, dinero y otros sentimientos que a él le sobran.
Estaba seguro que aparecería en cualquier momento… Es más, yo había leído rápidamente este trabajo que produjo hace un tiempo y que ahora toma gran transcendencia por este debate que debe realizarse siempre, para que el CARNAVAL nunca muera.
LuisEmilioRadaC
Pd: Moisés en el RADAR
El CARNAVAL de BARRANQUILLA: MARCAS, MARCAJE Y FRANQUICIA.
Una explicación que se ha dado al proceso de "farandulización" del carnaval, de usar la Batalla de Flores y demás eventos como una vitrina para exponer marcas y productos, es la de que: "organizar y hacer el carnaval cuesta mucho". Que lo digan quienes los operan en nombre del Estado, revela que existe una debilidad extrema para la negociación.
A raíz de tal relación asimétrica, los administradores salen a “vender el espacio”, llámese poste, valla, o el derecho a exponer un elemento (carroza, tráiler etc.…) en los cuales exhibir, hasta el mismo Gobierno, sus mensajes propagandísticos e ideológicos, marcas o productos. De allí que los "patrocinadores" impongan condiciones, no solo en las temáticas, sino también en las formas, sin que alguien me haya podido explicar cómo es el “pase de manos” de carácter tributario en el que se mezclan:
1-La “responsabilidad social” actuando a través de Fundaciones y entidades sin ánimo de lucro que responden con su nombre a una misma entidad corporativa y comercial. De suyo, ello implica un tratamiento impositivo preferencia.
2-Inversión en sostenibilidad y protección de elementos patrimoniales con lo cual, en el marco de lo establecido en la Nueva Ley General de Cultura, obtienen una segunda exención tributaria.
3- Nombres, marcas, productos que son expuestos ante los consumidores que circulan por calles y avenidas o que son congregados a lo largo de los desfiles o en eventos masivos. El “marcaje” llega a estar encima de las personas que encarnan la parafernalia carnavalera. Por ejemplo, y haciendo la observación de que se trata de personajes “periféricos”, ya tenemos unas “Reinas Populares” rotuladas con el nombre de una cadena de almacenes por departamentos y un Rey Momo marcado por el de una fábrica de salchichones y carnes frías. Alguna razón debe haber para que la Reina Central de la fiesta, todavía, no haya salido ostentando el avisito del correspondiente patrocinador.
Quiero que alguien, un experto en materia tributaria, me diga si es verdad o no es verdad que toda esa inversión publicitaria que inunda la ciudad con motivo del carnaval, finalmente, resulta gratuita, es subsidiada, es financiada por el mismo Estado.
El uso indebido de imágenes, marcas, nombres y colores patrimoniales cuyos depositarios, generosa e ingenuamente, han dejado al desgaire; el usufructo de todas las ventajas tributarias corporativas sumadas a las que obtiene el anunciante por “invertir en la protección y sostenimiento de un evento o bien cultural y patrimonial”, las que se abrogan los operadores y las que, bajo la forma de elusión, se quedan en los bolsillos de los empresarios que arman “empresas de circunstancias” que “aparecen un viernes y se van con Joselito y sus cenizas”, el martes de carnaval, bajo la modalidad de “eventos gratuitos”, hacen que seamos los contribuyentes los que paguemos esa que la Vice Ministra de de Cultura llamó: “la excesiva comercialización del carnaval en Barranquilla”.
Pero, soy de quienes no cree en que tal “asimetría en la negociación” exista. Yo me quedo con la tesis de que estas formas de imposición que nacen de la perversa relación que existe entre Gobierno Distrital y Operadores del Carnaval, con corporaciones sin ánimo de lucro, empresas comerciales y anunciantes revestidos de “mecenazgo cultural”.
Todos ellos, en una relación de “yo con yo”, definen quien desfila en un tráiler o en una carroza. Determinan cómo desfilan quienes esas marcas, empresas o productos: con disfraz o sin disfraz; caracterizando el personaje o mostrándose el actor o, simplemente, “recochando” con el acompañamiento de equipos de amplificación que emiten la música que les place y a los decibeles que se les da la gana. No les importa que con ello “ahoguen” la vernácula y folclórica y sin que el DAMAB, ni la Secretaría del Interior, ni la Secretaría de Cultura digan algo.
El PRECIO de la FRANQUICIA
Alguien, a quien indagaba acerca de este tema me dijo: “Cuando tú seas alcalde de Barranquilla, entonces podrás girarnos los trece mil millones que cuesta organizar esta fiesta y, de esa manera, sacamos a todos estos comerciantes del carnaval”. Dicho de otra forma, por la vía de los “strikes”, los comerciantes, los empresarios de circunstancias y los anunciantes, se han adueñado de la fiesta. Han creado una marca y, ante la eventualidad de cumplir el mandamiento legal que obliga al Estado a ejercer su papel y obligación de tutelar y proteger bienes culturales y el derecho de los ciudadanos a disfrutarlos, le han puesto un precio a la franquicia.
Frente a este tema, los candidatos a ocupar el cargo de Alcalde de Barranquilla, tenemos la obligación de pronunciarnos. No podemos seguir “pasando de agache” en una discusión en la que el Distrito de Barranquilla y sus Gobernantes han renunciado al deber que tienen de ejercer su función como Autoridades Culturales.
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