martes, 16 de noviembre de 2010

Desprotegidos, editorial de El Heraldo




¿Qué está ocurriendo en Barranquilla y en la Región Caribe?
¿Nos vamos a dejar matar?
¿Llegará el momento en que tendremos que utilizar las armas, como pasó en el oeste?
¿Las autoridades y el gobierno permitirán que los malos se salgan con la suya?

Totalmente de acuerdo con el editorial de El Heraldo.
Si no nos ponemos las pilas, los asesinos llegarán a nuestras propias casas…

Es bueno que tengamos algo en cuenta:
Los asesinos son cobardes.
Cuando tienen las armas son poderosos, crueles, implacables… pero, cuando están sin ellas son hasta llorones. Son más cobardes que nosotros y tienen muchos temores y miedos…

Así que, SI NOS UNIMOS, se acaba la pendejada y volveremos a la tranquilidad que nos merecemos todos.

Con el sida, el cáncer, la desigualdad. Los arroyos de Barranquilla. 
El dolor que está demostrando la naturaleza, por la forma en que la tratamos. Las isquemias cerebrales normales que debemos soportar, dentro del grupo conocido… con la crueldad de los politiquiteros miserables, las inequidades y otras yerbas… con eso nos debería bastar. Asi que debemos actuar...

Trabajemos para que vuelva la tranquilidad a nuestros hogares.

LuisEmilioRadaC
Pd:

Editorial
Desprotegidos
Muchos lectores nos hacen saber, de todas las maneras posibles, que ojalá las primeras páginas de EL HERALDO no fueran como la de hoy . Nosotros mismos somos los primeros en lamentar que estos hechos de sangre terminen teniendo tanta preponderancia en el orden jerárquico de las noticias, más aún cuando estamos en el puente festivo del Concurso de Belleza de Cartagena y éste no nos trae sino motivos para “adornar” de una bella manera nuestra 'tapa'. Es más, somos los primeros en anhelar la posibilidad de un periódico que en su primera página destaque los valores culturales, sociales y constructivos de una sociedad y que los violentos, los irracionales, los déspotas que viven entre nosotros, no terminen usurpando el espacio noticioso, de la misma manera en que han usurpado la paz y la tranquilidad de nuestra otrora tranquila comunidad.

Como primera medida es preciso anotar que escuchamos y respetamos profundamente la voz de nuestros lectores y que, dentro de lo posible, hemos actuado en sintonía con las expectativas de ellos, con sus inquietudes y todo lo que puedan considerar equivocado. Desde luego que es imposible satisfacer todas las expectativas, como quiera que el ser humano posee diversos prismas para analizar las realidades, pero partimos principalmente de la interpretación de los anhelos de las gentes buenas de una sociedad, del criterio periodístico de nuestros editores y reporteros y —por encima de todo— de la marca de nacimiento de este diario: “un acto de buena fe”.

 
Desafortunadamente, el país, la Región Caribe y en particular la ciudad de Barranquilla, vienen padeciendo una serie de amenazas a las cuales mal podemos ser ajenos, no solamente porque ello equivaldría a esconder la cabeza en la arena como el avestruz, sino también a faltar a los más sagrados enunciados de la ética periodística.

Y he ahí la soledad del periodista, quien a veces se encuentra ante un hecho del que nadie quisiera saber, y de todas maneras debe asumir el rol activo de cubrirlo y darlo a conocer.

La oscura madrugada de La Luz no es más que el estallido brutal de una serie de hechos que venían dándose, asesinatos de una, dos o tres personas, pero jamás en la cifra que ahora se está divulgando: cinco muertos, entre ellos un inocente menor de edad, tras la irrupción de hombres fuertemente armados en una verbena del populoso sector.

Entre tanto, en Montelíbano, Córdoba, donde ya se habían dado hechos escandalosos de asesinatos múltiples, un total de seis personas cayeron víctimas de las balas asesinas.

Parecen hechos de los tiempos en que operaban las tristemente célebres Autodefensas Unidas de Colombia: masacres que tienen el sello inconfundible de las mafias más sanguinarias de la historia, con la diferencia de que no sólo se dan en zonas apartadas, sino en una de las principales vías arteria de Barranquilla, a escasos metros del Puente Pumarejo, por la ruta que muchas familias toman para ir a zonas de esparcimiento.

Simultáneamente con esta noticia, la Policía da a conocer la captura de uno de los hombres más temidos del país. Se trata de alias ‘Pablo’, Arnulfo Sánchez González, un llanero que llegó a tierras guajiras a apoderarse de todo lo que se moviera y en su propósito hizo correr ríos de sangre.

29 homicidios recientes en Riohacha, Maicao y otras poblaciones de La Guajira le son atribuidos al también apodado “señor del desierto”, quien además recibía casi tres mil millones de pesos mensuales por sus actividades de narcotráfico.

‘Pablo’ está ahora a buen recaudo de las autoridades, y muy seguramente le espera una larga estadía en la cárcel, como quiera que es inminente una solicitud de extradición.

 
Resulta inevitable, al darse esta dos coyunturas —masacres y captura del autor de algunas de ellas en el pasado— analizar la correlación respectiva.

Si las fuerzas armadas continuaran capturando a este tipo de jefes de las Bacrim, que poseen el potencial de convertir a nuestra región y a nuestro país en una réplica del indefenso México actual, ¿qué impacto favorable puede eso tener si el poder judicial no obra en consecuencia? ¿Dependemos de que las autoridades de Estados Unidos ejerzan una especie de paternidad judicial y nos arreglen nuestro problema de impunidad con sus drásticos y eficientes modelos penales?

Ya estamos hastiados de que a lo largo y ancho de nuestra región se den capturas de peligrosos forajidos y que luego tengamos que verlos en la calle, burlándose de sus víctimas y de los mismos corajudos agentes de la Ley que en un principio los han capturado.


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