martes, 16 de mayo de 2023

VIRTUD TEMPORAL. Por JULIO CÉSAR HENRÍQUEZ

¿Cómo se sienten como hijos?

¿Lo están haciendo bien?

Sería bueno que revisáramos eso permanentemente.

¿Cómo tratamos a las mujeres?

¿Te gustaría que trataran bien a tu madre?

¿Respetas a las mujeres de los demás?

Es bueno revisar el tema… al leer a Julio César.

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VIRTUD TEMPORAL

La virtud es el sello estético de la conciencia. La fe objetiva de la verdad. Es el credo del talento confesando el dogma de la excelencia. Reside en quienes muestran lo que son más allá de lo que hacen: Una mujer virtuosa es el alma de la familia. Sin ellas la existencia estaría perdida en la imaginación de autores que no alcanzan a ser leídos por nadie. Ni por ellos mismos. Si esa mujer es una madre potencia el paradigma ético del liderazgo. Por JULIO CÉSAR HENRIQUEZ


El tiempo es el teatro de la historia. El libreto de una narración diseñada para ser eterna. Quien sabe discernir sus signos encuentra la brújula de la existencia. Esa sincronización del paso de las horas, los días, los meses, los años, las décadas, los siglos y los milenios es la invención admirable de la verdad. La magia adorada por la ciencia. El misterio esperando su próxima revelación. 

Si el presente ignora el pasado y olvida planificar el futuro, sus operadores serán fantasmas invisibles de las tinieblas huyendo de la luz del sol y escapando del encanto de la noche. Serán vidas sin penas sufriendo la pena de la vida. ¿Aprenderemos a distinguir la temporalidad de la eternidad? La temporalidad vuelve arte los sucesos elevando los acontecimientos en la palestra de toda organización social.

Quienes honran a sus madres son superiores a los buenos hijos y están muy cerca del sitial de los virtuosos. El asunto es que eso generalmente se realiza en las horas de la fecha convertida en una feria comercial. El día de las madres llena restaurantes, plazas, hoteles y centros comerciales volviendo temporal la virtud.

La virtud es el sello estético de la conciencia. La fe objetiva de la verdad. Es el credo del talento confesando el dogma de la excelencia. Reside en quienes muestran lo que son más allá de lo que hacen: Una mujer virtuosa es el alma de la familia. Sin ellas la existencia estaría perdida en la imaginación de autores que no alcanzan a ser leídos por nadie. Ni por ellos mismos. Si esa mujer es una madre potencia el paradigma ético del liderazgo.

 

La vida, la naturaleza, la belleza, la cultura, la ciencia, la lealtad, la integridad, la fidelidad y la pasión tienen nombre de mujer. Son madres por excelencia. Formadoras, educadoras, artistas y trabajadoras superando la exclusión y la discriminación.

La madre posee la sensibilidad espiritual apta para advertir el peligro, protegiendo el ecosistema de la familia y la sociedad como nadie más lo puede hacer.

Según la ONU en 2020 113 millones de madres entre 25 y 54 años estaban por fuera de la actividad laboral o profesional. Esas cifras oficiales tienen un subregistro solo superado por la indiferencia de la humanidad.

Se habla de inclusión solamente si se es excluido. Para olvidar a los demás una vez ingresan al sector o la actividad soñada. Esa ausencia de coherencia es la ventana del egoísmo multiplicado por la ecuación de una sociedad que dice ser democrática, pluralista, equitativa, justa y libre. Es la negación del Estado Social de Derecho.

Nuestras madres son eternas. Vencedoras e irrepetibles. Mucho más que la virtud temporal.

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