Qué bueno que Colombia haya
logrado evitar depender del precio del petróleo.
Por eso digo que, en medio de las
críticas, el gobierno Santos y su ministro de hacienda, han logrado mantener al
país en medio de la crisis mundial.
Aunque como han comentado
empresarios, analistas y hasta los mismos críticos, todas las economías tienen
sus vaivenes.
Esa es la vida en general.
Hoy estás feliz, y a veces te
toca llorar.
¡No hay más!
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Editorial. La República
Viernes,
12 de enero de 2018
Lo bueno no es que suba el
barril, lo bueno sería que el país hubiese sustituido en buena parte la
dependencia del crudo y de otros commodities.
El año que comienza le trajo a las arcas nacionales un enorme respiro con el precio del petróleo a niveles no alcanzados desde hacía varios años. El barril de crudo se cotiza en los mercados internacionales a US$69, una cifra por encima de las estimadas por el Gobierno Nacional en el Marco Fiscal de Mediano Plazo y por las proyectadas en los ingresos de Ecopetrol, ambas estimadas en US$60. Sin duda es una gran noticia económica, pues para nadie es un secreto que esta materia prima sigue siendo la espina dorsal de los ingresos.
Desde agosto de 2014 los precios
internacionales cayeron hasta niveles muy bajos, descuadrando la caja del Gobierno
y por vía directa mermando la capacidad de inversión. Esa caída en los ingresos
se convirtió en el gran dolor de cabeza para nuestra economía, pues tuvo que
revisar a la baja no solo el presupuesto general, sino los porcentajes de
crecimiento económico para estos años. Fue un suceso trágico para la economía,
que se ha sabido sortear con cierto grado de efectividad por parte de las
autoridades económicas. No obstante, el episodio sirvió para demostrar que el
país económico estuvo bajo el impacto de la llamada enfermedad holandesa
durante el último boom petrolero registrado, entre 2002 y bien entrada la
segunda década de este siglo, que en silencio ya ajusta sus primeros 18 años.
Dos cosas para tener en cuenta:
la caída de los precios del petróleo no fue “tan” trágica para Colombia, como
sucedió en otros países emergentes; aquí se ha sabido -hasta ahora- sortear la
situación, evitando que esta tragedia se convierta en la punta del iceberg de
una nueva crisis económica bien prolongada. Segundo, la estructura económica
del país sigue siendo “petróleo dependiente”; aún las arcas nacionales derivan
su máximo sustento de las exportaciones de crudo y mantenemos una peligrosa
dependencia de este producto cambiante. No hay a la vista un plan bien
estructurado y creíble del Gobierno Nacional para sustituir esta dependencia
crónica. En conclusión, seguimos presos de una economía nerviosa por el
petróleo, ajustada por los vaivenes de los precios del Brent y el WTI.
El panorama petrolero de hoy debe
mirarse desde esta dos ópticas: el precio del barril de petróleo hace un año
era de US$52,25, mientras que el precio de las últimas jornadas es de US$63,93;
esa diferencia de US$10 es la que está marcando el cambio de rumbo de los
ingresos que se espera se mantenga a los largo de 2018.
Es el precio más alto en los
últimos tres años y tiene que ver con la caída en los inventarios de crudo de
Estados Unidos en 4,9 millones de barriles y con el compromiso de la Opep con
los recortes de producción. Si bien son razones políticamente poderosas, el
país nada puede hacer para que las condiciones se mantengan en el tiempo. Este
nuevo año viene con abundancia para el sector petrolero que había pasado un
largo periodo de vacas flacas, situación que le pasó la cuenta al crecimiento
del país. Ahora, el balón está en manos de las firmas petroleras que deberán
empezar a reactivar sus perforaciones y ojalá que esa meta sicológica de
producción de un millón de barriles al día se sostenga para bien de los
inversionistas y más aún de las arcas nacionales. Siempre saltará el tema de
cómo hacer para no depender más de este ajuste para arriba del petróleo, pero
ese será un buen asunto de campaña presidencial.
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