sábado, 9 de enero de 2016

Los otros metros Por: Thierry Ways

El metro de Bogotá, qué espera tan prolongada...
Thierry Ways habla del tema.

RADAR,luisemilioradaconrado 
@radareconomico1

Los otros metros

Por: Thierry Ways
 
2016-01-09 

Desde hace años, lustros, décadas, asistimos al interminable debate sobre el metro de Bogotá. Que si lo van a hacer o no lo van a hacer; que si con estos estudios o con otros nuevos; que si será aéreo y “más cerca de las estrellas”, como la capital, o rastrero y subterráneo, como las coimas del cartel de la contratación. “Bogotá se merece su metro”, reza cierto argumento, impecablemente técnico, esgrimido con frecuencia. El alcalde entrante, al igual que sus predecesores, ha prometido construirlo, pues prometer que se va a hacer el metro es requisito para aspirar a ocupar el Palacio de Liévano.


Ya veremos. Pero la cruda verdad es que, se haga o no se haga, el metro bogotano será un fracaso. Será un fracaso si no se hace, pues la ciudad necesita con urgencia un sistema de transporte masivo adecuado a su crecimiento económico y poblacional. Pero si sí se hace, costará varias veces lo presupuestado y tomará mucho más tiempo del programado. Mientras se termina, las obras empeorarán aún más la congestión vehicular, durante años, y el endeudamiento para financiarlo será tal que nuestros bisnietos estarán pagando por un sistema de una o dos líneas que ya era obsoleto e insuficiente el mismo día de su inauguración. Bogotá llegó (pero todavía no ha llegado) irremediablemente tarde a la posibilidad de su metro, por lo que, a estas alturas, cualquier solución que se encuentre inevitablemente será subóptima.

Lo que me trae al punto de esta columna. En Colombia hay varias ciudades cuyo crecimiento exige sistemas de transporte público eficientes, antes de que su movilidad colapse. Ciudades como Cali, Bucaramanga, Barranquilla y Santa Marta, que dentro de unas décadas tendrán el tamaño y los problemas de la capital, pero que aún están a tiempo de evitar sus errores. La parálisis de esas ciudades se agravará más rápido que la de Bogotá, que tenía mucha más capacidad vial cuando explotó la compra de carros en el país. Para prevenirla, esos centros urbanos necesitan pensar desde ya en soluciones de transporte audaces y transformadoras, con capacidad de ensanche para que sigan creciendo a medida que la ciudad se expande. Tranvías, monorrieles, trenes, “transmilenios”, o una combinación de varios de ellos: todo debe considerarse, sin complejos de inferioridad de ciudad pequeña, para que no les suceda lo de Bogotá. En la era actual, el futuro de las ciudades está determinado en gran parte por la movilidad. Así lo entendió Medellín en su momento.
Los metros de París, Nueva York y Londres no se construyeron cuando esas ciudades eran las grandes urbes que son hoy, sino hace más de 100 años, cuando su población era similar a la de una ciudad como Cali o Medellín. Sus sistemas de transporte son la envidia del mundo gracias a que se comenzaron a tiempo, con una ejemplar visión de futuro que estaba por encima de las rencillas cositeras de los mandatarios de turno. Para Bogotá es demasiado tarde para tener un sistema de transporte de esas características a un costo razonable. Pero otras ciudades del país pueden evitar esa suerte si empiezan a pensar en grande desde ahora. Las ciudades no se “merecen” nada solo por existir: se merecen lo que construyen. Es el momento de comenzar a hacerlo.

@tways / ca@thierryw.net

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