lunes, 19 de mayo de 2014

ELECCIONES en COLOMBIA. Editorial Inaceptable, El Espectador

Tremendo rollo en el que se metió Óscar Iván Zuluaga. 
Las nuevas tecnologías también complican… 
A mí me gusta que se conozca la verdad.

Zuluaga se defiende y demandará. Ya le dió poder a uno de sus abogados... 

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1:
Inaceptable, dice El Espectador.


Editorial

Inaceptable

Un estremecedor video fue revelado este sábado por la revista Semana, en el cual queda comprobada la relación entre la campaña a la Presidencia del Centro Democrático, comenzando por su candidato, Óscar Iván Zuluaga, y el detenido hacker Andrés Fernando Sepúlveda.
Una relación que, por demás, desde cuando estalló el escándalo, el candidato venía negando con contundencia hipócrita ante los medios y el país entero.
El candidato Zuluaga les mintió a los colombianos y de manera flagrante. Avaló delitos. No “pasó a saludar”, como había afirmado, sino a utilizar información de inteligencia obtenida de manera ilegal como arma de campaña. Una campaña, además, repugnante, como esa de regodearse en los golpes de la guerrilla, las muertes de nuestros soldados incluso, para golpear el proceso de paz en curso. Tampoco desconocía Óscar Iván Zuluaga la existencia de “cualquier actividad criminal” que reprobaría, como se atrevió a decirle al país. La conocía y no la reprobó. Antes bien, la promovió.

La oficina de Sepúlveda fue allanada hace tres semanas por el CTI de la Fiscalía. En esa operación quedó claro que su centro de operaciones informáticas se dedicaba a la violación ilícita de comunicaciones (ha dicho el fiscal, Eduardo Montealegre, que indaga si interceptó el correo del presidente de la República y de los delegados plenipotenciarios en Cuba, por poner dos ejemplos), al uso de software indebido, al espionaje, a la interceptación de datos informáticos, entre otras joyas que a un civil no le están permitidas. Y ahora vemos un video en el que, sin ningún empacho, Zuluaga discute con Sepúlveda y con Luis Alfonso Hoyos (en ese momento aún director “espiritual” de su campaña) la mejor manera de utilizar esos actos criminales para favorecer su campaña política.
“Andrés, entonces, ¿qué golpe nos va a dar Santos de acá al 25 (de mayo) como su tabla de salvación? Queda un mes para dar un golpe, hermano”, le oímos decir a quien pretende conducir los destinos de nuestra patria y, según las últimas encuestas publicadas, tiene buenas posibilidades de conseguirlo. No sobra entonces preguntarse: ¿cuál es el Gobierno que vamos a tener por cuatro años si como candidato se atreve a acometer estas conductas? ¿A qué clase de era oscura nos quiere llevar si hoy no le da vergüenza hacer esto? ¿Cuál es la gran política de espionaje que habrá cuando tenga a su servicio todo el poder de la inteligencia estatal? ¿Exageramos? No. No exageramos.
 
El candidato, sus alfiles y el gran comandante, el expresidente Uribe, salieron a defenderse atacando: que fue grabado sin autorización, que se trató de un montaje de la campaña del presidente candidato, dado que Sepúlveda en el pasado también trabajó con J.J. Rendón. Sí, fue grabado sin autorización y eso es grave. Y ya habrá de comprobar la justicia si hubo una infiltración. Pero ninguna de esas dos circunstancias alcanza a ocultar la gravedad de lo que muestra este video. Antes bien, da para pensar que el tiro les salió por la culata, porque ¿qué más puede esperar quien se asocia con criminales sino resultar traicionado por ellos mismos?


Mucho trabajo tiene la justicia por delante en este y otros episodios de la actual campaña electoral. Pero estamos a escasos días de una primera vuelta para que los colombianos escojamos a nuestro líder máximo. Ciertamente, no es esta la altura que esperamos de ese líder, que debe unir a la sociedad sobre buenos propósitos y no sobre el “todo vale” que tanto daño nos ha hecho.
El doctor Zuluaga debe darle la cara al país, aceptar que se equivocó, que nos mintió a los colombianos, que en su afán electoral pasó la línea de la legalidad, si acaso es verdad que le interesa más el bien de la patria que un éxito particular. Por ahora, lamentablemente, nos ha demostrado lo contrario.

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