martes, 11 de septiembre de 2012

Atentado a las Torres Gemelas. Septiembre 11-2001



Atentado a las Torres Gemelas. Septiembre 11-2001

Cuando se caían las Torres Gemelas en Nueva York, mis hermanos (Mabel y Gerardo) estaban cerca al sitio de los acontecimientos.
Ese día oramos todos en la familia, porque no sabíamos qué iba a ocurrir con ellos.
Mabel, comunicadora y periodista. 
Y Gerardo, Educador Físico y entrenador de varias modalidades. 
Ese día se alistaba para presentar a uno de sus boxeadores en N. Y.

Hoy les escribí y les dije: vamos a recordar ese día. Y háganlo ustedes mismos y será publicado en el Blog.
Ambos son menores y además quieren mucho a su hermano mayor… Así que, produjeron esto y me gustó.
Son historias de las Torres, que siempre recordaremos.

¿Qué pasó allí ese día?
¿Quiénes tuvieron la culpa?
Eso, parece que nadie lo sabrá…

RADAR,luisemilioradaconrado
Mi 9/11
Por Mabel Rada
El día que conocí las famosas Torres Gemelas recordé lo que me dijo un amigo: “si las quieres ver bien, tienes que acostarte en el piso… así son de altas”. La vanidad no me dejó.  El día que las visité no quise ensuciarme la ropa acostándome en una plazoleta por la que caminaba gente de todo el mundo, a toda hora.
Recuerdo que esa primera vez fue un día hábil, fresco, muy soleado y aunque la zona no estaba tan concurrida, como seguro estaba los fines de semana, había muchos turistas tomando fotos y unos jóvenes montando una tarima para los famosos conciertos gratuitos que ofrecían casi a diario.
De verdad que eran imponentes esas edificaciones y solo hasta el momento que estuve frente a ellas pude entender a quienes con asombro las describían.
Ese “paseíto” lo hice después de cumplir una cita con el abogado que tramitaba la renovación de mi visa ante el Departamento de Estado americano. Su oficina quedaba a solo dos cuadras de allí.
Las visité varias veces y el 11 de Septiembre de 2001 estaba todo cuadrado para una nueva visita, porque tenía una cita con el abogado.  En esa época, iba todos los días a una firma india que se dedicaba a vender partes para aviones y cotizaba en todo el mundo.  Me dieron la oportunidad de hacer una especie de pasantía con relación al inglés y a un programa de outsourcing. El 10 de septiembre en la mañana le comenté a mi compañero de práctica que no iría a la oficina al día siguiente, porque tenía cita con el abogado y aprovecharía para visitar a mi hermano Gerardo que se hospedaba en el hotel Affinia Manhattan, diagonal a Penn Station, la estación de tren más antigua de Manhattan en New York, que queda bajo el Madison Square Garden.
Llegué a casa a las 9:00 pm y cuando revisé el contestador automático encontré un mensaje de la secretaria del abogado: “Mabel, Robert te pide disculpas porque no puede atenderte mañana.  Llámalo el miércoles en la tarde para que acuerden una nueva cita”.
En vista del mensaje recibido, decidí ir a mi práctica. En esa época vivía en Westbury, NY y la oficina quedaba en Hicksville.  Viajaba en bus y tardaba unos 40 minutos. Me subí al bus y saludé a dos o tres personas con las que habitualmente me encontraba. Mi saludo iba acompañado de una gran sonrisa.  El saludo de ellos no y eso me extrañó (los veía a diario y eran muy amables). Casualmente todos iban con audífonos (después entendí que iban escuchando noticias). 
Me bajé para hacer mi conexión con otro bus y sentí el ambiente extraño en esa estación, pero el bus que debía abordar llegó inmediatamente y corrí.
Cuando llegué a la oficina dije: “Ok, aquí pasa algo. Todo mundo tiene cara de tragedia” y pregunté: “Pasó algo?” y subieron el volumen del radio. El periodista hablaba muy rápido y yo intentaba juntar las frases rápidamente en mi mente, porque creía estar entendiendo mal.  Les pregunté: “estoy entendiendo bien y un avión se estrelló en World Trade Center?”.  Me dijeron: “Si”.  Les dije: “discúlpenme, pero quiero escuchar en español” y corrí a cambiar la estación de radio.
Ahí empezó mi angustia porque pensé en mi hermano Gerardo.  Levanté el teléfono y llamé al hotel, pero la conexión se truncaba. No sé cuantas veces marqué.  Solo recuerdo que le pedía a Dios que no le hubiera pasado nada, porque aunque estaba a más de 40 largas cuadras de las Torres Gemelas, me preocupaba que hubiera salido temprano a conocer algún sitio.
No tengo clara la hora, pero por fin logré comunicarme y Gerardo me dijo que estaban todos en el hotel y alcanzaron a ver en vivo por televisión cuando el segundo avión se estrelló.
Quise irme para Manhattan, pero todo estaba bloqueado: puentes, túnel y las estaciones de tren. Fue un día triste. A todos nos parecía mentira lo que había pasado. No parábamos de hacer conjeturas sobre lo ocurrido, si era accidente, si era ataque.
Tuve que esperar hasta el viernes para ir a encontrarme con mi hermano.  Maletín en mano me fui para Manhattan, a una hora en tren.  El ambiente siguió extraño y ese día no fue la excepción.
Cuando me bajé del tren en Penn Station sentí una tristeza indescriptible. No había música ambiental, poca gente (y cuando digo poca es poca), las paredes estaban llenas de papeles con fotografías de personas extraviadas. Muchos de esos papeles describían situaciones especiales como problemas de salud o marcas especiales que permitían identificar a esas personas.
Quienes han estado en Penn Station saben que es una locura permanente. La gente no camina, corre. Y si uno llega en hora pico, cuando la gente está saliendo de los trenes,  si no caminas te hacen caminar.  Ese viernes 14 de septiembre la estación parecía un desierto.
Fue la única vez, en diez años visitando Manhattan, que las calles estuvieron solas.  Es la única vez que vi New York, la ciudad que nunca duerme, somnolienta, apagada, triste, como sin esperanzas.
Hoy, once años después, como me pasa cada año desde 2001, pienso en que si no hubiera escuchado aquel mensaje de voz cancelando el encuentro con el abogado, la historia sería diferente. Mi cita era a las 9:00 am y acostumbraba a llegar antes para tomarme un café y comer un bagel con queso crema en la cafetería del primer piso del edificio, como dije al inicio, ubicado a dos cuadras del World Trade Center.
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11 de Septiembre 2001, fecha inolvidable
Por Gerardo Rada


Cuando queremos contar algo y por escrito, se asoma la dificultad de iniciar.
Arrancaré por decir que hay fechas difíciles de olvidar, siempre recordaré el día que inicié amores con Carmen quien hoy día es mi esposa, eso fue un 17 de febrero a las cinco de la tarde, al igual que los 24 de diciembre, fecha de mi cumpleaños y de matrimonio, claro son muchas las fechas que se recuerdan, pero menciono estas para comentar fechas agradables y recordar una nada agradable como es la de un 11 de Noviembre, día en que fueron derrumbadas las torres en los Estados Unidos ya que me encontraba hospedado en un hotel con el excampeón mundial de boxeo Rafael Pineda para cumplir un compromiso boxístico el día 15 de septiembre y la caída de las torres obligaron al aplazamiento de la programación.

Recuerdo que estábamos listos para bajar a desayunar, cuando recibimos una llamada de un compañero para que prendiéramos la televisión y viéramos la noticia que pasaban en el momento en que un avión se había estrellado con una torre, en el momento de ver la noticia también vimos que otro avión se estrellaba con la otra torre.

La orden que recibimos en el hotel fue que no saliéramos y las autoridades iniciaron el trabajo necesario para proteger a la comunidad.

 
Cuando suceden estas cosas, reafirmo una vez más que Dios está presente, Él sabe cuándo y en qué lugar debemos estar para llevarnos a estar con ÉL.

Un sitio turístico pendiente para visitar eran las torres y debíamos hacerlo en esos días ya que el combate era el día 15 y el 16 regresábamos a Miami. Dios no quiso que hiciéramos esa visita.

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