miércoles, 30 de septiembre de 2009

Mirando la vida de varias maneras...

El mundo, la vida, tienen tantas facetas, que es importantísimo vivirla a plenitud para ir entendiéndola poco a poco…
Les voy a presentar tres pasajes.
Uno, de una esposa que ha creído en su esposo y considera que él es uno de los hombres más nobles de esta tierra. Cree en nuestro ejército y en las instituciones colombianas.

Otro: la posición de un colega, Javier Manjarrés, que ha estudiado un poco lo que ha ocurrido en nuestro país con la violencia.

Y el último, Fabio Osorio, escritor de libros del carnaval, pero también un barranquillero observador y lector de los acontecimientos de la nación.

Y para cerrar, un comentario mío, muy breve:
El día que se armó la debacle en el Palacio de Justicia, donde murieron unos excelentes magistrados, me enteré que había fallecido una de las secretarias de uno de estos doctores y nos tocó acompañar a su familia, porque esa chica era hermana de varios amigos nuestros. Entre otras cosas, era la que más aportaba para el sustento de su casa, porque ella vivía en Bogotá y como le iba muy bien, sus familiares esperaban todos los meses su dinero, que ella enviaba religiosamente y con mucho cariño.
Esas situaciones históricas dejan mucho dolor. Mucho resentimiento, pero se presentan… La violencia no paga…

www.radareconomicointernacional.blogspot.com/
Luis Emilio Rada C
Director
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CRÓNICA DE LA ESPOSA DE UN SOLDADO DE COLOMBIA
Por Thania Vega de Plazas *

Domingo 27 de septiembre de 2009. Medio día. Salgo de un ascensor del Hospital Militar de Bogotá y encuentro en la pared un letrero que dice: “Heridos en combate”. Jamás pensé que mi esposo, el coronel Luis Alfonso Plazas Vega, 17 años después de haberse retirado del Ejército, iba a estar en este pabellón. La verdad es que este es otro tipo de combate, diferente a los que él libró estando activo. Este es un nuevo tipo de combate que está siendo muy fructífero para los enemigos de Colombia: ¡el combate jurídico!
Entro a la habitación y encuentro a mi marido profundamente dormido. Esto me hace ser más consciente de que él está realmente herido. El es un hombre hiperactivo, lleno de energía. No es normal que duerma a esa hora. Obviamente, está en un tratamiento contra la ansiedad y el pánico, y las medicinas que toma le obligan a que su mente descanse.
En el silencio de la habitación y con la mirada sobre la ciudad, siento el deseo de plasmar mis pensamientos y decido sentarme a escribir lo que está pasando por mi mente.
Cuando hace 38 años me casé con un soldado de Colombia, y a pesar de ser hija de un gran militar, no era consciente de lo que eso significaba. Es muy diferente la perspectiva de una hija y la de una esposa. Pero muy pronto me di cuenta: me había casado con un patriota. ¡Sí, un patriota! Uno de esos que estudiaba uno en el colegio en una materia que se llamaba Historia Patria que según entiendo ya no existe en los colegios de Colombia. ¡Los patriotas existen! ¡Yo me casé con uno de ellos!
Empecé a darme cuenta de qué es lo que realmente significa para un soldado de Colombia su país, su patria, cómo se preocupa por ella y como la quiere. Entendí lo que significa el juramento que hace cuando el es graduado como oficial y promete “no abandonar a nuestros jefes, superiores ni compañeros en acción de guerra, ni en ninguna otra ocasión”. O cuando reza la oración patria y dice: “Colombia, Patria mía, te llevo con amor en mi corazón, creo en tu destino y espero verte siempre grande respetada y libre”. O cuando dice: “¡Ser soldado tuyo es la mayor de mis glorias, mi ambición más grande es la de llevar el título de colombiano y llegado el caso morir por defenderte!”. Cuando dice todo eso, el soldado colombiano está absolutamente convencido de ello.
Y así lo demostró mi esposo a través de una brillante carrera militar. El es un enamorado de su vocación. Porque ser oficial del Ejército colombiano no es un empleo, es una vocación. Así como los sacerdotes dejan todo por servir a Dios, el militar deja todo para servir a su patria. Y eso lo saben todas las mujeres y esposas que tienen por compañero a un soldado de Colombia. Algunas viudas y otras con sus compañeros secuestrados desde hace más de 10 años lo saben. Otras, frente a su hogar y sus hijos, mientras sus maridos están en los lugares más recónditos de este país, luchando por la tranquilidad de los colombianos, también lo saben.
Por eso ese 6 de noviembre de 1985, cuando el grupo terrorista M-19 decide tomarse las altas Cortes para secuestrar a la justicia y juzgar a un presidente de Colombia, no sólo mi esposo, sino todos los militares que por orden presidencial fueron a rescatar a los magistrados, también iban a cumplir esa consigna de “¡llegado el caso morir por defenderte!”. De hecho algunos murieron. Fueron once los fallecidos en esos dos días, entre policías y militares. Y hubo más de 50 heridos. Yo quisiera saber, si fuera de sus familiares, alguien en Colombia recuerda a alguno de esos héroes. Ellos rescataron por lo menos a 260 personas, entre ellos a 42 magistrados. ¿De qué valió?
Mientras escribo tengo el televisor puesto sin volumen y, cuando levanto la mirada, veo en la pantalla al senador Gustavo Petro, ex guerrillero del M-19, si así se le puede llamar. El está en la Plaza de Bolívar rodeado de seguidores, participando como precandidato presidencial para las elecciones de 2010. ¡Cómo me duele el alma, cómo me duele el corazón, cómo me duele la injusticia! ¡Cómo me duele la inversión de valores! ¡Cómo me duele la ingratitud de un país! ¡Y cómo me duele la indolencia de la gente! Llevamos dos años de amargura desde cuando mi esposo fue detenido injustamente y sin pruebas, sólo por ser considerado “persona peligrosa para la comunidad” por una fiscal que no tenía ni la menor idea de lo que es una operación militar, como la del 6 y 7 de noviembre de 1985 en el Palacio de Justicia, realizada para enfrentar un asalto terrorista. Esa fiscal estima que lo que allí hubo ese día fue una “retención de algunos magistrados”.
Mientras tanto, el señor que aparece en la pantalla, por sentencia del 15 de mayo de 1992, fue condenado por una juez sin rostro por los delitos de rebelión, terrorismo, secuestro agravado, homicidio, lesiones personales, falsedad en documentos e incendio. Sin embargo, él no pagó un sólo día de cárcel. El Gobierno de entonces, se apresuró a citar a sesiones urgentes al Congreso para amnistiar a esos asaltantes. Mientras tanto, nosotros llevamos dos largos años en que la vida nos ha robado la libertad y la calma, por culpa de una fiscal y de una juez. Recuerdo momentos como la inesperada muerte de mi hermana menor, cuando tuve que ir sola a Medellín porque mi esposo estaba detenido hacia diez días. Ese es un duelo que no he podido hacer porque la vida me ha atropellado con tanto dolor y angustia que no he tenido tiempo para hacerlo. También recuerdo el triste momento en que murió mi suegro, cuando la juez no le permitió a mi esposo ser llevado al Hospital Militar a despedirse de su padre. Tampoco hemos podido disfrutar de momentos felices como el nacimiento, hace tres meses, de nuestro primer nieto, fuera del país, ya que mis hijos tuvieron que irse de Colombia. Tuvieron que irse por amenazas desde cuando ese soldado con vocación de servicio al país decidió enfrentarse a los narcotraficantes en su calidad de Director Nacional de Estupefacientes, en busca de un mejor país. Recuerdo el día de ayer cuando tampoco pudimos estar con ellos en un momento tan importante para nuestra formación religiosa como es recibir el sacramento del bautismo.
Reflexiono y pienso. Todo esto parece el mundo al revés. Colombia definitivamente no tiene memoria. ¿Quién ha cambiado la historia verdadera? ¿Quién inventó la nueva idea de que hay que acabar con los defensores de la patria? Creo saber quiénes son. Pero es mejor que usted, lector, haga su propio análisis. Ellos tienen una gran responsabilidad ante los colombianos y especialmente ante sus propios hijos, ante sus mismas descendencias quienes seguramente vivirán en este país. ¿Será que es muy difícil juzgar sobre la verdad verdadera? Pienso en los vecinos de habitación aquí en el Hospital Militar. Todos son muchachos que están comenzando a vivir y ya están heridos, algunos quedaron mutilados. Algunos perdieron sus piernas, otros perdieron sus brazos. Todo ello por ser soldados de Colombia. ¿Es muy tarde para decirles que eso no vale la pena? ¿Que se los dice una mujer de más de 50 años que ha vivido al lado de un soldado de Colombia? No, no quiero decirles eso, a pesar de todo lo vivido. La Patria vive un momento difícil, es cierto. ¡Pero sus enemigos no la vencerán mientras haya soldados de Colombia!

* Esposa del coronel (r) Luis Alfonso Plazas Vega.

Los comentarios de los colegas de REDCARIBE, la Red de Periodistas del Caribe Colombiano.
Lerc.
Pd:
1. Javier Manjarrés.
From: jmanjarresr@yahoo.com
To: red@redcaribe.org
Subject: Re: [Red Caribe] RADAR: Crónica, esposa de un soldado de Colombia
Date: Wed, 30 Sep 2009 12:16:45 -0700
Será que este señor durmió con la conciencia tranquila durante estos 20 años, no lo creo, la justicia algún día tenía que tocarlo. La prisión le espera, las muertes de personas inocentes que atendían la cafetería no podían quedar impunes. Mujeres y hombres que fueron torturados y desaparecidos por estos militares criminales tienen 20 años sin dormir, reclamando que les entreguen, por lo menos, los restos de sus seres queridos.

Que le caiga la justicia con todo su peso.

Javier.

2.
Fabio Osorio
Colega Javier Manjarrés: tal vez el señor Plazas Vega creyó dormir tranquilo en estos últimos 24 años, pues tal como lo explica su esposa en el articulejo (que entre otras cosas, contiene ciertas trazas de llorona telenovela mexicana) donde trata de justificar los asesinatos, desapariciones y la actuación "no muy profesional" de los militares colombianos al tratar de retomar el Palacio de Justicia, en manos del M-19 en 1985; pudo él (Plazas Vega) pensar que actuaba en cumplimiento de la "heroica tarea de defender la Patria y las Instituciones". Pero la verdad fue que el mando militar, que de paso le dio un golpe de estado por unas horas a Belisario (a quien no le pararon bolas, empeñados como estaban de acabar a sangre y fuego con los guerrilleros que se habían tomado el Palacio), actuó de una manera "no profesional", de acuerdo a lo afirmado por militares norteamericanos y europeos que criticaron el uso de tanques para arremeter contra el Palacio y criticaron también el incendio del mismo, provocado éste como una medida para asfixiar a los guerrilleros que estaban dentro, sin importar siquiera que también se asfixiaran los honorables magistrados y los empleados del Poder Judicial que quedaron atrapados.
Recuerdo este episodio singular: en esa época yo estaba iniciándome como reportero, era un novato, y estaba pendiente de la transmisión que hacía el "respetable" Yamid Amat por Caracol. Después de que se emitió el llamado angustioso del magistrado Carlos Medellín (padre) pidiéndole desesperadamente al presidente de turno que negociara con la guerrilla, pues estaba en peligro su vida y la de los demás magistrados y empleados, hubo silencio oficial. Recuerdo que ese día, la hoy difunta Consuelo Araújo Noguera, la famosa "Cacica" de Valledupar, discutió al aire con el señor Yamit Amat porque éste tomó partido defendiendo la acción militar contra los guerrilleros, sin importar a quien se llevaran por delante y la "Cacica" le ripostó diciéndole, palabras más, palabras menos: "¿Pero cómo van a enarbolar la bandera de Defensa de las Instituciones? ¡Si la principal Institución ES LA VIDA DE NUESTROS MAGISTRADOS!" Y allí Amat la cortó, para que dejara de molestar. Posteriormente, en esa transmisión, el "respetable" Amat tuvo otros comportamientos de "arrodillado" que no viene al caso recordarlos ahora.
Colega Manjarrés, en esa acción militar se llevó a cabo la llamada modalidad de "tierra arrasada", la cual tiene como objetivo acabar con el enemigo, no importando para nada la suerte de los inocentes que caigan, como cayeron los magistrados y los empleados del Poder Judicial que se encontraban en el Palacio. Según comentaron después algunos militares gringos y europeos, esa modalidad de "tierra arrasada" es utilizada a menudo por los ejércitos que no son modernos y eficaces.
Tal vez, Plazas Vega (a quien años después premiaron dándole la Dirección de la Oficina de Estupefacientes, donde también hizo sus pilatunas), pudo tener pesadillas escuchando de nuevo los gritos de dolor de los empleados de la cafetería del Palacio de Justicia (tomados como sospechosos guerrilleros) cuando eran torturados en los galpones del Cantón Norte en Bogotá, pero una vez despierto justificaría toda la barbarie tratando de convencerse a sí mismo, de que al torturarlos "estaba defendiendo la Patria y las Instituciones". No importó para nada la máxima Institución que era la VIDA de los honorables magistrados, pero era necesario usar como "pantalla" el cuento de las Instituciones para justificar todo lo malo que se hizo en esos dos días por parte de los militares colombianos.
Claro está que lo realizado por el M-19 con la toma tampoco fue una maravilla. Recuerdo que la gente decía en las calles de Barranquilla: "¡Eche, ¿y por qué esos manes no se tomaron al Capitolio que está enfrente? ¡Ahí sí están los bandidos!"
Colega Manjarrés, esperemos que se cumpla nuestro patriótico deseo, ojalá que le caiga a Plazas Vega la justicia con todo su peso. Pero hay que dejar la puerta abierta a la otra posibilidad, tal vez el "terrorista" y pirómano Plazas Vega se salga con la suya. Gracias, Fabio Osorio.

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