Son sueños…
El hecho de que los seres humanos podríamos
quedar descansando y disfrutando la vida sin trabajar como “mulas”, porque la
producción nos lo iba a permitir… “según Keynes, permitiría algún día
liberarnos de la tiranía de la obsesión por la acumulación de dinero, y más
bien verlo como un medio para el disfrute de la vida”.
Reitero: son sueños.
Sobre todo, porque el mismo ser humano se
ha encargado de evitar que eso pueda ocurrir. El egoísmo ha acabado con esos
sueños y nos ha convertido en una pesadilla.
Interesante esta columna de Jairo Parada.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
¿El fin del
empleo?
POR: JAIRO PARADA
Siempre he estado convencido de que la
estrategia de la educación para combatir el desempleo es condición necesaria más
no suficiente. Pensar que, mágicamente, las personas consiguen trabajo porque
se educan es uno de los mitos más repetidos de los teóricos de la ortodoxia
económica con las teorías del capital humano. Si no
acompañamos la estrategia de la educación con un desarrollo productivo vigoroso
que genere empleo de calidad estaremos sembrando frustraciones que estallarán
en las generaciones jóvenes, pues no todos tendrán la posibilidad de ‘votar con
los pies’, es decir, migrar. Lo que nos pasa ahora con Venezuela, y lo
que sucede en el mundo, nos debe hacer entender que la mejor estrategia de
lucha contra la pobreza es la generación de empleo, lo demás son analgésicos
del problema central.
A comienzos de este año, la OIT publicó un
informe que a fecha de hoy incluso nos parece se quedó corto. La crisis de 2008
ha generado la pérdida de 61 millones de empleos, y en 2015 generaría 8
millones más de desempleados, llevándonos a un total mundial de 212 millones en
2019. Si a ello le añadimos el tema del empleo precario o informal, las
perspectivas son preocupantes.
En 1930, en medio de la Gran Depresión, el
gran economista británico John Maynard Keynes, publicó un ensayo titulado “Las
posibilidades económicas para nuestros nietos”, en el cual, en medio de la
desesperanza de la época, Keynes dibujaba un escenario optimista en cien años,
es decir, 2030.
Su tesis central era que la acumulación de
capital estaba transformando el mundo, y que la motivación del lucro había
desatado fuerzas productivas y tecnológicas descomunales. Pero ello, según
Keynes, permitiría algún día liberarnos de la tiranía de la obsesión por la
acumulación de dinero, y más bien verlo como un medio para el disfrute de la
vida.
Basándose en sus
estimaciones, Keynes pensó que sus nietos ya no tendrían que trabajar
sino quince horas a la semana, gracias a la abundancia que se habría creado.
A la fecha, debido a que las políticas
económicas que se han seguido desde los años 80 precisamente se han alejado de
la visión keynesiana, hoy asistimos a un mundo donde se trabaja más que antes,
y se piensa en extender la edad para poder jubilarse. Nos movemos en dirección
contraria.
El problema del desempleo se agravará,
según lo manifiesta Derek Thompson en su crónica “A World Without Work”
(revista The Atlantic, julio-agosto 2015), dada la velocidad del cambio
tecnológico, la robotización y digitalización de las actividades. Se
piensa ahora que no es una fantasía ludista, sino que hay un temor real a que
esta vez estamos en problemas serios. Se estima que en treinta años las nuevas
máquinas podrán remplazar en un 50% la fuerza laboral en Estados Unidos. La
visión tradicional de estudiar para conseguir un empleo para toda la vida
quedará hecha trizas. En su lugar, surgirán nuevas ocupaciones creativas,
contingentes y útiles para la comunidad.
El tiempo libre deberá aumentar y si el
estado apoya, se darán condiciones para crear una sociedad postcapitalista,
siempre que la ética pecuniaria sea derrotada con cambios políticos acertados.
A lo mejor Keynes tendría razón.
jparadac@uninorte.edu.co
No hay comentarios:
Publicar un comentario