viernes, 20 de enero de 2012

¡ALERTA ROJA!, por Amylkar Acosta


¡ALERTA ROJA!
Amylkar D. Acosta M[1]

“Cualquier cosa que pueda ir mal,…irá mal”
                                                                                                                                        Ley de Murphy

La doble ola invernal que ha padecido Colombia ha estragado la infraestructura del país; carreteras, puentes, oleoductos, gasoductos y redes eléctricas se han visto afectados notablemente  por ella. La intensidad y duración de las lluvias han causado avalanchas, inundaciones, deslizamientos de tierra sin precedentes. Al colapso del frágil sistema vial del país se vinieron a sumar la ruptura del oleoducto Caño Limón – Coveñas, que dejó sin suministro de agua a Cúcuta y luego la explosión del poliducto en Dosquebradas, Risaralda, provocó una verdadera tragedia entre la población. Posteriormente, el turno sería para la red que transporta el gas natural, primero fue el gasoducto Mariquita – Cali que obligó al corte del suministro al Occidente colombiano y ahora Promigas, la empresa que transporta el gas desde Ballenas en La Guajira hasta Cartagena, se vió precisada a restringir sus entregas a los clientes para conjurar un mal mayor, como pudo haber sido el estallido de la tubería por fractura de la misma. 
Todos estos eventos tienen en común que han sido causados por derrumbes, deslizamientos o la erosión a consecuencia de la furia de la naturaleza provocada a su vez por los desafueros de la actividad humana, causa fundamental del cambio climático. 

Afortunadamente en este último caso se trata de una medida preventiva, que obligó a suspender en unos casos y a racionar en otros el suministro del gas, para evitar una tragedia inimaginable. No quiero ni pensar en lo que pudo haber sucedido si no se hubiera detectado a tiempo esta falla, la cual fue provocada por el reptamiento del terreno, debido al mayor y más fuerte caudal de la corriente del río Magdalena en proximidades de la Isla Cabica, en jurisdicción del municipio de Soledad. El tubo que atraviesa el lugar quedó en vilo amenazando con romperse; ello obligó a bajar la presión del bombeo y en consecuencia a reducir los volúmenes transportados, mientras se trabaja en su reparación e implementa un plan de contingencia. Ello a su vez se tradujo en la restricción programada en las entregas de gas a las térmicas que se alimentan con el mismo, especialmente en Barranquilla, Cartagena y Córdoba.

Y para rematar, este hecho desafortunado coincidió con la interrupción del fluido eléctrico desde el interior del país a través de la red de interconexión eléctrica que manejan ISA y Transelca, debido a la salida del servicio de dos de sus circuitos, uno de ellos el que alimenta la línea Primavera – Cerromatoso entre Antioquia y Córdoba. De no haberse contado con los 290 MW de potencia instalados con los que cuenta GECELCA en Termoguajira que es dual y está operando a plena capacidad, quemando carbón, habríamos tenido un gran apagón en toda la región Caribe. 

Pero, ello no es todo, al no contarse con el fluido eléctrico se vió afectado tambien el bombeo de los acueductos de muchas poblaciones, agravando la situación. Esto es lo que llamaban los abuelos una típica complicación de males, que ahora llaman falla multisistémica!
Esta emergencia a la que nos hemos visto abocados pone de manifiesto la gran vulnerabilidad a que está y estará expuesta la infraestructura del país frente a los fenómenos extremos del Niño y de la Niña, los cuales serán de ahora en adelante más frecuentes e intensos y para ello hay que estar preparados. La coyuntura actual marca el umbral entre un antes y un después, que obliga a una mejor gestión del riesgo y a la implementación de medidas de prevención y mitigación nunca vistas. La matriz de riesgo de la infraestructura se debe adecuar y adaptar a los nuevos tiempos, para que ofrezca confianza tanto operativa como estratégica. La ingeniería y el diseño de las obras hacia el futuro deberán repensarse y replantearse.

Particularmente en el caso del transporte del gas desde los campos de producción a los centros de consumo, lo que antes era una necesidad ahora se vuelve un imperativo: contar con una redundancia en la red de conducción y disponer de reservorios de gas en proximidades de los centros urbanos e industriales para almacenar gas y de esta manera contar con esta reserva para los planes de contingencia. Se tendrá que analizar la conveniencia de cambiar en muchos casos el trazado de los gasoductos, al tiempo que las autoridades deben ser más severas en la vigilancia y control de asentamientos humanos en proximidades de los mismos. 

El servicio de gas natural ha mostrado ser el más eficiente, económico y de mejor calidad; la tendencia en el mundo apunta hacia una mayor participación del mismo en la canasta energética; Colombia cuenta con unas reservas que le garantizan el abastecimiento por lo menos en los próximos 15 años. Pero, todo esto se puede malograr si no se actúa a tiempo por parte del regulador, en este caso la CREG, para ajustar las políticas a los nuevos requerimientos, dando pautas claras y seguras, especialmente a través de la estructura tarifaria, para que la dinámica de este sector no se frene. Sus señales a los agentes de la cadena en este sentido deben ser diáfanas y contundentes. Es hora de actuar, hay que ser más proactivo y diligente que reactivo, si queremos enfrentar con éxito la amenaza de un colapso en ciernes.

Bogotá, enero 19 de 2012
www.amylkaracosta.net


[1] Ex presidente del Congreso de la República

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