¡ALERTA ROJA!
Amylkar
D. Acosta M[1]
“Cualquier cosa que pueda ir mal,…irá mal”
Ley de Murphy
La
doble ola invernal que ha padecido Colombia ha estragado la infraestructura del
país; carreteras, puentes, oleoductos, gasoductos y redes eléctricas se han
visto afectados notablemente por ella.
La intensidad y duración de las lluvias han causado avalanchas, inundaciones,
deslizamientos de tierra sin precedentes. Al colapso del frágil sistema vial
del país se vinieron a sumar la ruptura del oleoducto Caño Limón – Coveñas, que
dejó sin suministro de agua a Cúcuta y luego la explosión del poliducto en
Dosquebradas, Risaralda, provocó una verdadera tragedia entre la población.
Posteriormente, el turno sería para la red que transporta el gas natural,
primero fue el gasoducto Mariquita – Cali que obligó al corte del suministro al
Occidente colombiano y ahora Promigas, la empresa que transporta el gas desde
Ballenas en La Guajira hasta Cartagena, se vió precisada a restringir sus
entregas a los clientes para conjurar un mal mayor, como pudo haber sido el
estallido de la tubería por fractura de la misma.
Todos estos eventos tienen en
común que han sido causados por derrumbes, deslizamientos o la erosión a
consecuencia de la furia de la naturaleza provocada a su vez por los desafueros
de la actividad humana, causa fundamental del cambio climático.
Afortunadamente
en este último caso se trata de una medida preventiva, que obligó a suspender
en unos casos y a racionar en otros el suministro del gas, para evitar una
tragedia inimaginable. No quiero ni pensar en lo que pudo haber sucedido si no
se hubiera detectado a tiempo esta falla, la cual fue provocada por el
reptamiento del terreno, debido al mayor y más fuerte caudal de la corriente
del río Magdalena en proximidades de la Isla Cabica, en jurisdicción del
municipio de Soledad. El tubo que atraviesa el lugar quedó en vilo amenazando
con romperse; ello obligó a bajar la presión del bombeo y en consecuencia a
reducir los volúmenes transportados, mientras se trabaja en su reparación e
implementa un plan de contingencia. Ello a su vez se tradujo en la restricción
programada en las entregas de gas a las térmicas que se alimentan con el mismo,
especialmente en Barranquilla, Cartagena y Córdoba.
Y
para rematar, este hecho desafortunado coincidió con la interrupción del fluido
eléctrico desde el interior del país a través de la red de interconexión
eléctrica que manejan ISA y Transelca, debido a la salida del servicio de dos
de sus circuitos, uno de ellos el que alimenta la línea Primavera – Cerromatoso
entre Antioquia y Córdoba. De no haberse contado con los 290 MW de potencia
instalados con los que cuenta GECELCA en Termoguajira que es dual y está
operando a plena capacidad, quemando
carbón, habríamos tenido un gran apagón en toda la región Caribe.
Pero,
ello no es todo, al no contarse con el fluido eléctrico se vió afectado tambien
el bombeo de los acueductos de muchas poblaciones, agravando la situación. Esto
es lo que llamaban los abuelos una típica complicación de males, que ahora
llaman falla multisistémica!
Esta
emergencia a la que nos hemos visto abocados pone de manifiesto la gran
vulnerabilidad a que está y estará expuesta la infraestructura del país frente
a los fenómenos extremos del Niño y de la Niña, los cuales serán de ahora en
adelante más frecuentes e intensos y para ello hay que estar preparados. La
coyuntura actual marca el umbral entre un antes y un después, que obliga a una
mejor gestión del riesgo y a la implementación de medidas de prevención y
mitigación nunca vistas. La matriz de riesgo de la infraestructura se debe
adecuar y adaptar a los nuevos tiempos, para que ofrezca confianza tanto operativa como estratégica. La ingeniería y el diseño de las obras hacia el futuro
deberán repensarse y replantearse.
Particularmente
en el caso del transporte del gas desde los campos de producción a los centros
de consumo, lo que antes era una necesidad ahora se vuelve un imperativo:
contar con una redundancia en la red de conducción y disponer de reservorios de
gas en proximidades de los centros urbanos e industriales para almacenar gas y
de esta manera contar con esta reserva para los planes de contingencia. Se
tendrá que analizar la conveniencia de cambiar en muchos casos el trazado de
los gasoductos, al tiempo que las autoridades deben ser más severas en la
vigilancia y control de asentamientos humanos en proximidades de los mismos.
El
servicio de gas natural ha mostrado ser el más eficiente, económico y de mejor
calidad; la tendencia en el mundo apunta hacia una mayor participación del
mismo en la canasta energética; Colombia cuenta con unas reservas que le
garantizan el abastecimiento por lo menos en los próximos 15 años. Pero, todo
esto se puede malograr si no se actúa a tiempo por parte del regulador, en este
caso la CREG, para ajustar las políticas a los nuevos requerimientos, dando
pautas claras y seguras, especialmente a través de la estructura tarifaria,
para que la dinámica de este sector no se frene. Sus señales a los agentes de
la cadena en este sentido deben ser diáfanas y contundentes. Es hora de actuar,
hay que ser más proactivo y diligente que reactivo, si queremos enfrentar con
éxito la amenaza de un colapso en ciernes.
Bogotá,
enero 19 de 2012
www.amylkaracosta.net
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