jueves, 5 de noviembre de 2015

En defensa de las térmicas Por: Ricardo Ávila

Así arrancó esta nota de Ricardo Ávila, director de Portafolio, al referirse a la situación energética de Colombia: “Por estos días el deporte nacional parece ser el de tirarles piedras a las plantas termoeléctricas. Múltiples comentaristas han expresado su disgusto por la determinación adoptada la semana pasada por el Gobierno, de darle vía libre a un aumento en las tarifas…”

Este escrito del economista nos aclara muchos puntos y explica un poco que no hay tanta plata como dicen.
Que el gobierno es lento para definir el futuro del sector y que es un deber del ministerio de Minas seguir atendiendo el tema para evitar los errores actuales. Liderar esta situación de crisis.

¿Y cuándo nos empezará a llegar el gas de Venezuela? 
Eso está demorado…

Como me decía uno de nuestros expertos, cuando le pregunté: "¿Nos equivocamos al venderle gas a Venezuela"? Su respuesta fue: "Si".

Ahí están las consecuencias. Pero en su momento, nos confiamos...

Y otra pregunta: ¿“Qué piensa de esta nota de Ricardo Ávila”?
Su respuesta fue: “Si es una apreciación correcta. Lo que pasa es que el populismo ha arrasado la verdad y la objetividad”.

Y yo le agregaría: Más bien, la ignorancia. Como dicen: La ignorancia es atrevida y cuando el ignorante tiene tarima se crece. Pero eso no es bueno para Colombia ni para los colombianos… Algo tenemos que hacer para aprender del sector.


RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1


En defensa de las térmicas
Última actualización - 12:16 am


Por estos días el deporte nacional parece ser el de tirarles piedras a las plantas termoeléctricas. Múltiples comentaristas han expresado su disgusto por la determinación adoptada la semana pasada por el Gobierno, de darle vía libre a un aumento en las tarifas de la energía para aliviar la situación de las empresas dueñas de tales generadoras.

En el imaginario popular, los miles de millones de dólares que han venido pagando los colombianos como cargo por confiabilidad, se fueron por el sifón. El comentario usual es que los empresarios del sector se embolsillaron la plata recibida y cuando llegó el momento de las pérdidas, estas se pagarán entre todos.


Sin embargo, las cosas no son tan en blanco y negro. Una mirada a lo sucedido revela que varios problemas se venían incubando desde hace tiempo, sobre todo debido a fallas regulatorias o demoras administrativas. El periodo de gestación comenzó desde la administración Uribe y maduró en esta, por cuenta de una larga sequía a la que se sumó el fenómeno de ‘El Niño’. Debido a ello y, por contradictorio que parezca, más de un conocedor habla de la creación de una tormenta perfecta.
La fuente principal del lío es la escasa oferta de gas, que es la materia prima más barata. Desde hace tiempo se sabe que el país cuenta con reservas limitadas, que no alcanzan para todos los usos. La prioridad es atender a los más de 6 millones de hogares que dependen del servicio para cocinar y calentar agua, aparte de los miles de vehículos que lo utilizan. Las térmicas están de últimas en la fila.

 
Ante esas restricciones, lo lógico era construir más gasoductos incorporar los nuevos yacimientos o hacer una planta de regasificación, con el fin de importar los faltantes. Lamentablemente la asignación de permisos y licencias se ha convertido en una verdadera pesadilla, debido a lo cual todos los cronogramas se extendieron.
En respuesta, una parte importante de las térmicas decidió utilizar combustibles líquidos, principalmente diésel. Este es mucho más costoso y su precio para las generadoras subió, después de que la reforma tributaria de 2012 incluyera gravámenes de los que estaban exentos. La devaluación del peso y la escasez de suministros ocasionada por los problemas en la frontera con Venezuela empeoraron la situación.
 
A primera vista, la situación debería haberse reflejado en el precio de escasez, que es el que se les reconoce a las plantas en el momento en que entran a despachar electricidad. No obstante, la fórmula no cambió y el kilovatio pagado disminuyó de valor. Cuando el diferencial entre costos e ingresos se disparó, estalló la crisis, dando origen a un saldo en rojo que superaría los 3 billones de pesos.
Es difícil sostener que el dinero se perdió. El cargo por confiabilidad cubre el valor de construir las plantas y de tenerlas listas para cuando se necesitan. Gracias a ello existen 39 unidades independientes –varias agrupadas en complejos– con una capacidad instalada de 4.991 megavatios, según Acolgen. Sobre el papel, juntas podrían aportar el 60 por ciento de la energía que necesita diariamente el país, cuando usualmente contribuyen con la mitad.

Pero para que eso suceda es fundamental que el precio de escasez cubra los costos variables, que no es el caso ahora. Por eso, las autoridades deben tomar cartas en el asunto, no solo para apagar el incendio actual, sino para devolverle el equilibrio al sistema. Eso incluye replantear supuestos, preocuparse porque se normalice la oferta de gas –comenzando por el compromiso que tiene Venezuela de abastecernos–, y, sobre todo, conseguir que las plantas térmicas sigan operando.
No menos importante es exigirle a la Creg, la comisión del sector, que haga su tarea bien y a tiempo. El Ministerio de Minas, al que le faltó ponerle presión en su momento, necesita volver a liderar el tema. Porque las consecuencias de no haberlo hecho antes, están a la vista.
 
Ricardo Ávila Pinto
@ravilapinto

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