lunes, 22 de marzo de 2010

BID: Luis Alberto Moreno, en la Asamblea

Aunque no será muy fácil, porque hay algunos gobiernos como Brasil y Venezuela, se oponen, todo parece indicar que Luis Alberto Moreno será reelegido en la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo.
En pocos meses, esa decisión la deberán tomar los gobiernos que hacen parte de la Institución.
Les entregaré su discurso en la instalación de la Asamblea en Cancún.
Ese discurso retrata lo que hizo el BID en estos 12 meses.
Un año en el que el BID tuvo que acompañar a paises como Haití y Chile en dos terremotos.
Un año en que la institución logró su capitalización, que coloca a Moreno a las puertas de su reelección y que pone al BID en una excelente posición para apoyar más a sus socios.

Leyendo el discurso del colombiano, nuestros lectores se enterarán de gran parte de lo que hizo el banco en estos 12 meses.

LuisEmilioRadaC

Pd:

AB-2730 CII/AB-1208 22 marzo 2010 Original: español
Exposición del

Luis Alberto Moreno,

Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo y de la
Corporación Interamericana de Inversiones, en la sesión inaugural de la Reunión Anual de las Asambleas de Gobernadores
Es un placer darles la bienvenida al paraíso que es Cancún en este año tan significativo para México, en el cual hay doble motivo de celebración: el bicentenario de su Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana.

Quisiera reconocer a nuestro anfitrión en esta Asamblea, el Presidente Felipe Calderón, quien es un líder que ha mostrado visión y valentía para tomar decisiones difíciles pero necesarias para el bienestar de su pueblo.

Hay mucho que decir del buen manejo macroeconómico de su equipo en estos tiempos turbulentos. Permítanme decirles también que soy solidario y considero admirable el esfuerzo del presidente Calderón y del pueblo mexicano al combatir la violencia criminal de grupos que cuentan con recursos extraordinarios, pero que no podrán subvertir el estado de derecho. La historia prueba que las instituciones siempre triunfan sobre los delincuentes, algo que constatamos el año pasado cuando nos reunimos en Medellín y pudimos ver con nuestros ojos la magnitud del cambio de una ciudad que crece y enfrenta retos, pero ya no el de los carteles de la droga.

Tales esfuerzos requieren persistencia y sacrificios, pero no hay dinero mal habido que se sobreponga a la voluntad de una nación y menos a una tan decidida como la que hoy nos acoge.
Agradezco también la presencia del Gobernador del Estado de Quintana Roo, Félix González Canto, un trabajador incansable por los destinos de esta tierra de promisión. Hace unos días, en su compañía, visitamos la comunidad Leona Vicario en donde nos encontramos con jóvenes llenos de esperanza y optimismo que son la garantía de un futuro mejor para todos.


Para el Banco que presido es especialmente significativo que nuestra cita anual tenga lugar en Cancún, una ciudad vigorosa que nos ha recibido con su conocida hospitalidad. El área en la que nos encontramos es producto de la capacidad de emprendimiento del gobierno mexicano, y en el BID sentimos un gran orgullo al haber podido participar en su gestación, ayudando a sembrar la semilla de este destino turístico en 1971 con un financiamiento de 21 millones de dólares, cuando apenas vivían algunas decenas de pescadores en la zona. También es causa de orgullo el hecho de que el proyecto fue el primero enfocado en un desarrollo integral de la infraestructura, apoyando el realce de sitios arqueológicos y la protección de la flora y fauna local.

Debemos reconocer aquí la visión y liderazgo de Antonio Ortiz Mena, uno de los principales arquitectos del México de hoy y de nuestra institución. Fue a él a quien le correspondió jugar un papel fundamental en el desarrollo de Cancún en dos fases distintas, pero relacionadas, primero como Secretario de Hacienda, cuando se acordó el financiamiento con el BID, y después, como visionario presidente del Banco, durante más de 17 años.
Decía al comenzar que el México moderno, al igual que un buen número de repúblicas de la región, cumple este año sus dos primeros siglos de existencia. Pero este territorio puede presumir con sobradas razones de muchos siglos de grandeza histórica y cultural. El Mundo Maya ha dejado un legado impresionante en esta región y en otros países como Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice.

Hay mucho que admirar de los mayas, empezando por su desarrollo intelectual, su visión de largo plazo y su anhelo por conquistar la incertidumbre. Tanto su legado en materia astronómica, como su manejo de la cronología, dan prueba de un conocimiento sofisticado en el que se apreciaba la exactitud y al que otras civilizaciones llegarían siglos después. Sin embargo, su experiencia histórica también nos recuerda que no es posible sobrevivir sin adaptarse y que es necesario reconocer los vientos de cambio, como les sucedió con los retos ambientales.
Este encuentro tiene lugar a las pocas semanas de que la naturaleza se haya ensañado con Haití y Chile, dos países que son parte integral de nuestra familia y con los cuales hemos venido trabajando desde el momento de la tragedia. Sea esta la oportunidad para reiterarles a sus representantes, y a través de ellos a sus pueblos, que no están solos y que no lo estarán en el futuro. Que no descansaremos hasta que las heridas que se han abierto se hayan curado definitivamente. El valeroso ejemplo de Cancún, que hace un lustro vivió momentos muy difíciles por cuenta del huracán Wilma, nos da motivos para ser optimistas y ánimo para salir adelante.
También somos optimistas sobre la marcha de América Latina y el Caribe, a pesar de las dificultades que todos nuestros países vivieron en 2009. Es conocido que la economía regional experimentó un crecimiento negativo cercano al 2 por ciento el año pasado, después de haber aumentado a tasas próximas al 5 por ciento anual entre 2003 y 2008. Pero igualmente sabemos que ese retroceso fue consecuencia de la crisis internacional que se sintió en todos los confines del globo y que generó una fuerte caída en los precios de los productos básicos y los niveles de comercio, como también en las remesas y los ingresos por turismo.

No obstante, en contraste con lo que ocurrió en otras latitudes, en Latinoamérica y el Caribe no hubo crisis bancarias ni mucho menos cambiarias, como sucedió en épocas pasadas. Tanto la apropiada regulación financiera, como la prudencia en el manejo de la deuda pública y un adecuado nivel de las reservas en divisas impidieron contagios indeseables. Además, muchas de las economías aquí reunidas, y México es un ejemplo de ello, pudieron adoptar políticas contracíclicas que ayudaron a mitigar los efectos de la desaceleración y proteger a los grupos más vulnerables.
Esa mayor capacidad de resistencia es una muestra de que hemos aprendido las lecciones y somos ahora más fuertes que antes. Por eso el reto actual es aprovechar otra vez el viento que sopla a nuestro favor, sabiendo navegar con realismo. Justo cuando las cifras positivas están de vuelta y nos encaminamos a un alza en el Producto Interno Bruto regional cercana al 4,5 por ciento este año, es necesario no detenerse en la autocomplacencia y redoblar esfuerzos para completar las tareas pendientes.
Dentro de estas, ninguna es más urgente que la lucha contra la pobreza que afecta a casi un tercio de los latinoamericanos y caribeños, en la cual retrocedimos el año pasado, pues casi 8 millones de personas engrosaron esa lista, después de que en el lustro previo unos 50 millones hubieran salido de ella. Eso requiere volver a crecer al menos a tasas superiores al 5 por ciento anual en forma sostenida, algo que es totalmente posible a la luz de lo que vimos durante buena parte de lo que va del siglo.
La razón de mi optimismo se apoya en las tendencias globales que muestran a las economías emergentes, y en particular las asiáticas, como los motores de crecimiento del planeta durante las décadas por venir.
La certeza de que centenares de millones de personas van a ver mejorados sus ingresos y tendrán acceso a bienes que antes les estaban vedados, constituye una inmensa oportunidad para América Latina y el Caribe, gracias a sus riquezas tanto en materia energética, mineral y agropecuaria, como a su capacidad manufacturera.
Eso no quiere decir que los destinos tradicionales de nuestros bienes dejen de ser importantes, sino que se nos está ampliando el horizonte. Tampoco que haya que descuidar los mercados internos, en cuyo apropiado desarrollo está la clave para contrarrestar la volatilidad propia de los precios de los productos básicos y la dependencia excesiva en el sector exportador.

En consecuencia, el desafío para los países aquí reunidos es entender que habrá diversos polos de desarrollo dentro y fuera de las fronteras respectivas y que para
conectarse a cada uno, la región debe integrarse más y acometer múltiples obras y proyectos.
Estos —y doy tan solo un par de ejemplos— van desde una infraestructura física mucho mejor que la actual, hasta la intensificación de la inversión educativa, para así formar bien a los millones de jóvenes que se encargarán de trabajar en las empresas que deberán competir en el nuevo escenario internacional.
A su favor, América Latina y el Caribe tienen abundantes recursos naturales, pero sobre todo humanos, que es donde está su verdadera riqueza.
En cambio, seguimos siendo la zona más inequitativa del planeta, un hecho que no solo nos avergüenza, sino que afecta nuestra capacidad de progresar, pues será imposible lograr el desarrollo si muchos tienen poco y pocos tienen mucho. Tampoco avanzaremos rápido si se mantienen las desigualdades de género que afectan a la población femenina o si la discriminación racial persiste en una región que florecerá más en la medida en que acepte su diversidad.
Convencido, como lo estoy, de que vendrán tiempos mejores, también tengo claro que tenemos ante nosotros una intensa agenda de trabajo que requerirá del compromiso continuo de gobiernos y pueblos. Ya mencioné el reto que tenemos en materia social y de equidad, pues es necesario arrancar de las garras de la pobreza a esos 200 millones de latinoamericanos y caribeños que no tienen un techo digno, un trabajo formal o una alimentación adecuada.

Si alguna lección nos dejó el auge en los precios de las materias primas de hace un par de años, es que la bonanza de sectores específicos no puede llevar a un aumento en la marginalidad y la miseria, con lo cual hay que preveer programas de alivio en caso de que regresen las altas cotizaciones. Así mismo, debemos trabajar en la expansión de la frontera agrícola con el fin de mejorar nuestra seguridad alimentaria, tener mayor presencia en el mercado internacional y garantizarles una mejor calidad de vida a los trabajadores del campo.

Para tener espacio y aumentar nuestra capacidad de respuesta, es indispensable trabajar más en mejorar la productividad. En contra de lo que podría pensarse este no es un asunto que requiera necesariamente de inversiones adicionales, sino de un mejor uso del capital físico y humano con el que ya contamos.

Tal como lo deja en claro un estudio del Banco, se trata de tener sensatez en las políticas, de mejorar la calidad de las mismas y no la cantidad de dinero que se le entrega a ideas que fallan. En términos prácticos, el desafío es mejorar el acceso al crédito, organizar más el transporte, tener regímenes tributarios simplificados y buscar la reducción de la informalidad laboral, entre otros, recortando la brecha que hoy tenemos en sectores como la industria y, sobre todo, los servicios, frente a otras regiones del mundo.

Un buen desempeño en ese campo haría más fértil el terreno para el desarrollo del sector privado, con el que hemos venido trabajando en forma creciente a lo largo de los 25 años de vida de la Corporación Interamericana de Inversiones, pues este sector genera alrededor del 90 por ciento de toda la actividad económica de la región y emplea a nueve de cada diez personas. Eso implica continuar laborando en todos los niveles, incluyendo el apoyo a aquellas compañías que han decidido traspasar sus fronteras, como a las pequeñas y medianas empresas que se han beneficiado de lo hecho por entidades nuestras como la Corporación y el FOMIN en materia de microfinanzas. En último término, se trata de mirar a la base de la pirámide poblacional y reconocer que el uso de modelos inclusivos que amplíen las oportunidades disponibles para la mayoría, van en beneficio de todos.


Incrementar nuestra productividad también implica seguir en el empeño de invertir más en el capital más rentable de todos: el capital humano. América Latina y el Caribe han hecho un esfuerzo notable en educar mejor a su población, pero seguimos rezagados frente a otros continentes. Incluso hoy, 46 millones de niñas y niños no tienen acceso a la educación temprana y 57 millones de jóvenes están desempleados, subempleados o fuera de las corrientes escolares.

Para responder a ese desafío hay que trabajar más de cerca con los 6 millones de maestros que necesitan estar a tono con nuevos métodos, tecnología y conocimientos. Más que inducir a los profesores a que cambien, se trata de que sean ellos los que lideren los procesos de cambio.

Semejante evolución debe ocurrir en un contexto primordialmente urbano, pues ocho de cada diez latinoamericanos viven en ciudades y pueblos y no en el campo. Esa realidad espacial obliga a trabajar con una mirada puesta en lo local, pues los grandes desafíos de nuestro tiempo como las desigualdades sociales, la criminalidad, la informalidad o el deterioro del medio ambiente se exacerban al lado del concreto y el asfalto.

El tema de la seguridad ciudadana es especialmente sensible y muestra índices de empeoramiento en buena parte de nuestros países. Un sondeo reciente reveló que 40 por ciento de los residentes en las principales ciudades han sido víctimas de algún delito en los pasados 12 meses.
No obstante, también hay casos de éxito que se han logrado con reformas policiales y medidas de fortalecimiento de la justicia, pero sobre todo con continuidad y decisión para enfrentar a los criminales. En este caso, la cooperación entre países, así como entre las propias municipalidades es fundamental, no solo dado el carácter transnacional de ciertos delitos, sino la similitud de fenómenos específicos.

La vulnerabilidad relativa de nuestras áreas urbanas también cobra importancia a la luz del cambio climático, que es particularmente preocupante para las comunidades en las zonas costeras, como resultado del aumento previsto en el nivel medio del mar. Ese futuro debe ser un campanazo de alerta para ciudades como Cancún y las demás del Caribe, al igual que para todos nuestros países, pues la mitad de las urbes de América Latina con población igual o mayor a los cinco millones de personas se encuentra en este grupo. Pero en lugar de reaccionar con pánico hay que hacerlo con cabeza fría y trabajar con ahínco para mitigar riesgos que no son posibles sino ciertos.

Sea esta la oportunidad de hacer votos para que la reunión de finales de año aquí en México, en la cual el mundo debería llegar a acuerdos concretos en lo relacionado con el medio ambiente y el desarrollo sostenible, tenga una feliz conclusión y que el admirable empeño e interés que ha puesto en el tema el presidente Calderón, se vea recompensado.

La propensión de nuestro continente a los desastres naturales fue puesta de presente hace apenas semanas con ocasión de los devastadores sismos de Haití y Chile. En los dos casos, la solidaridad de los latinoamericanos y caribeños ha sido admirable a todos los niveles, como lo dejó en claro la reciente cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que tuvo lugar en esta ciudad, de la cual salió un contundente mensaje de unidad y acompañamiento.
Ambas tragedias requerirán esfuerzos de largo plazo, pero la reconstrucción debe ser un aliciente, no para dejar las cosas como estaban, sino para aprender las lecciones por dolorosas que sean, y así mejorar los procedimientos y evitar en lo posible que se repita la estela de destrucción y muerte.
Estoy seguro de que interpreto el sentir de todos los presentes al decir que es de nuestro mayor interés colaborar con todos los medios a nuestro alcance con el presidente René Preval y su gobierno, para que Haití deje atrás cuanto antes estos tiempos. Si se trata de superar el desafío que representó el terremoto también es necesario vencer una realidad inaceptable, como es el hecho de que 80 por ciento de sus habitantes sobrevive con menos de dos dólares diarios y que el promedio de vida es tan solo de 52 años, 22 menos que el del latinoamericano medio.

Cambiar para mejor es posible. Lo digo porque soy testigo de la decisión de los aquí presentes para que sea así. Y lo reafirmo porque conozco a los haitianos y doy fe de su capacidad de trabajo, de su fortaleza ante la adversidad y de la voluntad de un pueblo que busca un futuro mejor. He visto en los ojos de los niños en Puerto Príncipe la confianza que nos han depositado, con la seguridad de que esta vez no los dejaremos solos, pues más allá de la desolación existe un pueblo digno y fuerte, que sigue siendo la Perla de las Antillas y fue el primer bastión de la libertad en la región.
Los temas que he mencionado ponen en evidencia que si queremos contribuir de manera decisiva, necesitamos un banco fortalecido. El BID ha respondido con creces a los desafíos recientes, pero sé que puede hacer más, mucho más, si se le da la oportunidad para ello.

La prueba de esa afirmación la constituye lo realizado en 2009, cuando cumplimos con la misión asignada, como fue la de responder de manera ágil a los requerimientos de financiación de América Latina y el Caribe. Gracias a los esfuerzos realizados, el programa de créditos del Banco ascendió a 15.628 millones de dólares, 39 por ciento más que en 2008. Así mismo, alcanzamos un nivel histórico de desembolsos de 11.900 millones de dólares que representan un 56 por ciento de incremento, con respecto al ejercicio previo. Adicionalmente, para los países más pobres se concretó una ampliación de los recursos concesionales, a fin de ofrecer un programa total de 1.200 millones de dólares provenientes de diversas fuentes.
Sin duda alguna, de no haber podido colaborar efectivamente para atender a los desafíos planteados por la crisis global, los sobresaltos de América Latina y el Caribe habrían sido más extremos, sobre todo en los meses de mayor nerviosismo.
La tranquilidad ha retornado a nuestros países en forma paulatina, pero la intensa actividad del Banco se mantiene. La realidad demuestra que la demanda creciente por recursos del Banco va más allá de la crisis.

En tal sentido, me complace destacar la iniciativa de aumento de capital del Banco por 70.000 millones de dólares. No solo sería el aumento más cuantioso en la historia de la institución, sino que nos permitirá afianzarnos como la primera fuente de recursos multilaterales en la región, al poder duplicar nuestra capacidad de crédito hasta unos 12.000 millones de dólares anuales, en promedio.

Una vez implantado podremos aumentar nuestra labor en cuatro áreas prioritarias como son el financiamiento a las economías más pequeñas y vulnerables, a planes para la reducción de la pobreza, a iniciativas relacionadas con el cambio climático y a programas de cooperación regional e integración.
Ese impacto positivo lo notarán los millones de personas que tendrán una mayor cobertura en salud o en agua potable, los niños que recibirán una mejor educación o los ciudadanos que verán la consolidación de proyectos respetuosos con el medio ambiente o que buscan mitigar los posibles impactos derivados del cambio climático.
Pero no solo eso. En lo que constituye una muestra extraordinaria de solidaridad, nuestros socios coinciden en condonar la deuda que Haití tiene con el Banco, que asciende a 479 millones de dólares, así como darle a la hermana nación una ayuda que llegará a 2.000 millones de dólares a lo largo de los próximos diez años. Ese compromiso es una buena noticia para todos los haitianos, pues permite abrigar la esperanza de cerrar las heridas causadas por el terremoto, para que el atraso sea remplazado por el progreso.
Llegar a la cifra de capital mencionada ha sido producto de largas jornadas de negociación en las cuales se depuraron posiciones y se construyeron consensos, a partir de lo expresado por los Jefes de Estado —como el señor Presidente de México— en diversos foros internacionales. Debo en consecuencia agradecer su valioso apoyo así como la dedicación de los integrantes del Directorio Ejecutivo y de los gobernadores del Banco en el cumplimiento de esos mandatos, al igual que el papel del ministro de Hacienda de Colombia, quien como presidente de la Asamblea jugó un papel clave en el proceso.

Para responder a la confianza depositada en el Banco, hemos acometido múltiples reformas a lo largo de los años pasados. Estas apuntan a mejorar la gestión del riesgo, la eficiencia, transparencia y gobernanza de nuestra institución, al igual que el modelo de administración interna. Tales elementos forman parte de una Realineación emprendida y de una nueva visión estratégica, con el único objetivo de responder a los tiempos cambiantes y las expectativas que sobre nuestro accionar tienen nuestros pueblos.

El gran escritor mexicano Octavio Paz en su obra “Laberinto de la Soledad” describe la pirámide de Mesoamérica como “el eje del universo, sitio en el que se cruzan los cuatro puntos cardinales”.

La pirámide, según el Premio Nobel, “asegura la continuidad del tiempo por el sacrificio; es un generador de vida”.

Para mi no es coincidencia que ese mensaje de continuidad sea refrendado hoy en Cancún. Tampoco lo es que el aumento del capital tenga lugar en el mismo país en donde hubo humo blanco hace 16 años, durante la Asamblea de Guadalajara. - 9 -
Quizás los obstáculos que queremos sortear hoy en día sean diferentes, pero los nobles objetivos siguen siendo los mismos. Estos no son distintos a los de trabajar sin descanso en la reducción de la pobreza y la desigualdad, promoviendo al mismo tiempo el desarrollo sostenible. Para concretar ese futuro promisorio que demanda nuestra gente hoy contamos con una entidad más firme, con más instrumentos y más recursos.
En fin, una especie de pirámide reforzada en la que confluyen todos los habitantes de esta gran región y que seguirá dedicada a que la prosperidad esquiva cobije, ahora sí, a todos y cada uno de los pobladores de nuestra América Latina y el Caribe.

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