lunes, 11 de septiembre de 2023

¿ES “LO SOCIAL” LA NUEVA FRONTERA? II. Por Ricardo Plata Cepeda

Escribe Ricardo Plata Cepeda: “esclavitud y servidumbre se fueron lentamente por el sumidero de la historia” y las empresas formales públicas o privadas asumieron directamente los costos del trabajo e indirectamente la seguridad social de los trabajadores a través de impuestos.

Leámoslo…

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¿ES “LO SOCIAL” LA NUEVA FRONTERA? II

Colombia no es ajena a esa primera oleada de activismo social empresarial que me atrevo a llamar como la institucionalización de la filantropía, que por cierto existía en Estados Unidos desde un siglo antes, primordialmente como una costumbre religiosa. Por Ricardo Plata Cepeda


En la columna anterior vimos como “esclavitud y servidumbre se fueron lentamente por el sumidero de la historia” y las empresas formales públicas o privadas asumieron directamente los costos del trabajo e indirectamente la seguridad social de los trabajadores a través de impuestos. Vimos también cómo a partir de mediados del siglo pasado las empresas han ido asumiendo las crecientes responsabilidades y costos de la mitigación y reparación de sus impactos sobre el medio ambiente.

La inclusión de “lo social” entre las responsabilidades empresariales ha tomado fuerza en los últimos años, pero no es nueva. El Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible, WBCSD por sus siglas en inglés, que tuvo su origen en la segunda Cumbre de la Tierra, Río 1992, definió tres pilares de la sostenibilidad: Ambiental, Social y Económico. Su capítulo en Colombia, Cecodes, data de 1993.

La sostenibilidad social del WBCSD incluye desde su primera lista de objetivos: “equidad, acceso a educación,  a la salud y a la eficiente administración de justicia, superación de la pobreza, de la discriminación, del acceso a recursos, de la inseguridad y conflictos, del mal gobierno y de sus fenómenos asociados corrupción e ineptitud…”. Curiosamente sugerir al empresariado una lista tan ambiciosa parecería suponer una claudicación de muchos de los deberes de un Estado moderno incluyendo, no la sustitución pero sí la incursión en dos de sus tres sus pilares fundamentales: el monopolio de la fuerza cuando habla de inseguridad y conflictos y la impartición de justicia cuando se refiere a la eficiente administración de la misma, faltó el cobro de impuestos, al que más tarde nos acercaríamos con la posibilidad de su pago en especie.

Desde entonces en todo el mundo la mayoría de las grandes empresas han destinado incontables millones de dólares directamente o a través de fundaciones, con fervor y creatividad, a diseñar y ejecutar miles de programas para mejorar las oportunidades y el bienestar en sus comunidades aledañas, con muchos aciertos y no pocas frustraciones. Colombia no es ajena a esa primera oleada de activismo social empresarial que me atrevo a llamar como la institucionalización de la filantropía, que por cierto existía en Estados Unidos desde un siglo antes, primordialmente como una costumbre religiosa. 

La temprana inclusión de lo social en la legislación colombiana y los desafíos del tránsito por terreno inexplorado en la próxima y última columna sobre el tema.

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