¿Cómo le va con su celular?
¿Quiere más ese aparato que su
mujer?
¿Ha reflexionado sobre cómo le
cambió la vida ese aparatito?
¿Cómo con él?
¿No puede dejarlo mientras
conversa?
Si eso le está pasando, está
jodido hermano…
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Celulares:
¿adicción o falta de disciplina?
A principios de esta década,
cuando los teléfonos móviles inteligentes eran un privilegio y las aplicaciones
de mensajería instantánea andaban en pañales, era difícil de anticipar la
magnitud de la transformación social que la humanidad iba a experimentar en
relación a la forma en que ejercemos el contacto social cotidiano en nuestro
entorno familiar y profesional.
La culpa o más bien la razón de
este cambio de hábitos, lo tienen tanto la masificación de los teléfonos
móviles, como el avance tecnológico presente en los mismos, que hace que estos
pequeños dispositivos portátiles, ofrezcan utilidades y servicios más allá de
la simple llamada telefónica, como el ser alarmas despertadoras, cámara de
fotos, agenda, bloc de notas, consola de juegos, etc.
Al igual que en su momento
sucedió con la televisión y con otros avances tecnológicos, es cuestión de
tiempo para que la humanidad pase de una etapa de “luna de miel” que dispara la
adopción masiva, a un período donde nos empezamos a cuestionar el efecto
negativo que el uso continuo de estos dispositivos, puede generar en ciertas
poblaciones de individuos.
Recientemente el tema ha empezado
a ser noticia porque dos importantes accionistas de Apple, el indiscutido líder
tecnológico de la industria (aunque no sea el primero en participación de
mercado), han pedido que la firma emprenda acciones que prevengan y atiendan la
potencial adicción que pueden provocar los teléfonos móviles, como parte de la
estrategia de responsabilidad social de la compañía. La petición hace
referencia a múltiples estudios sobre el tema, en los que se califica como un
problema creciente entre los jóvenes, la adicción al uso de estos dispositivos.
Los estudios incluyen uno realizado por la Sociedad Radiológica de Norteamérica
(RSNA), que sugiere que la adicción a los teléfonos móviles y al uso del
internet puede causar desequilibrios químicos cerebrales en jóvenes, que a
largo plazo pueden convertirse en trastornos como la depresión o el insomnio.
El “problema” no está limitado a
los jóvenes, el teléfono móvil supone un cambio radical en los hábitos
personales, públicos, privados y profesionales, generado por el hecho de tener
en la palma de la mano una capacidad de gestión de la información como nunca
antes en la historia de la humanidad. Es lógico que la universalización de
estos dispositivos, que cada vez son más asequibles y fáciles de usar y que
inyectan a la vida una velocidad que no tenía antes, llegue a tener
consecuencias negativas tanto en adolescentes que no se despegan de sus “chats”
y redes sociales, como en profesionales que se quedan atrapados en una
prolongación interminable del flujo de trabajo y esa asunción cada vez más
común de que vivimos enganchados al teléfono y todo debe responderse de
inmediato.
Es innegable que la
responsabilidad social debe ser una prioridad para las empresas y los
proveedores de cualquier producto o servicio, deben ser conscientes del
potencial efecto negativo que el uso de los mismos pueda causar en los
consumidores, pero parece exagerado poner a Apple o a Samsung en la misma
categoría que las empresas que comercializan cigarrillos. La potencial adicción
a los dispositivos móviles no debería ser responsabilidad de los fabricantes,
sino más bien de los padres que cuentan con múltiples formas de llevar un
control estricto y de llegar a acuerdos para su uso responsable y de cada uno
de nosotros los usuarios que debemos ser disciplinados en su uso.
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