
Excelente trabajo el de Sergio
Gómez, colega del diario EL TIEMPO en Washington.
Encontró la forma de conversar
con Allan Litchaman, un experto y analista político.
Tema: Elecciones de Estados
Unidos.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Predecir de manera correcta el
resultado de unas elecciones es tarea casi imposible. Pero más difícil aún es mantener un récord perfecto en este tipo de
vaticinios. Eso, sin embargo, es lo que viene haciendo Allan Litchman desde
hace 35 años.
Litchman, profesor de historia política en American University, lleva casi
cuatro décadas atinándole al ganador de las elecciones presidenciales en
Estados Unidos. En los años 80, el profesor desarrolló un modelo de predicción
con un colega ruso al que bautizó 'Las 13 claves para llegar a la Casa
Blanca' y que no depende de lo que dicen las encuestas.
Si bien Litchman ya tenía cierta
fama por su constante acierto, esta se disparó en 2016 cuando fue de
los pocos que anticipó el sorprendente triunfo de Donald Trump cuando los
sondeos decían lo contrario.
En conversación con EL
TIEMPO, Litchman explica su modelo y habla de lo que este está indicando
ahora cuando se avecinan las comicios presidenciales en EE. UU.
Arranquemos en 2016. ¿Por qué cree que usted pudo atinar al resultado y los
otros se equivocaron tan estruendosamente?
Es porque no veo encuestas, no le paro bolas a lo que dicen los expertos, no veo quién va a
arriba o abajo en un día determinado, no miro comerciales ni debates ni los
trucos sucios que emplean las campañas.
Tengo mi propio sistema, al que
le llamo 'Las 13 claves a la Casa Blanca', que mira a los fundamentos
de una elección presidencial. Y está basado en cómo funcionan
realmente las elecciones en EE. UU.
Hacemos un voto a favor o en
contra sobre el desempeño y fortaleza del partido que actualmente tiene las
riendas del poder. Son 13 claves que se enfocan en el panorama general.
Cosas como los resultados de las elecciones de mitad de término, la
economía en el corto y largo plazo, decisiones tomadas por el partido de
gobierno, otros partidos en la contienda, disconformidad social, escándalos,
éxitos y fracasos en política exterior.
Si seis de estas claves están en contra del partido que tiene la Casa Blanca,
independientemente de lo que digan las encuestas, ese partido va a perder. En
el 2016 hubo exactamente seis en contra de los demócratas y por eso la
predicción fue que perderían y acerté mientras los otros se
equivocaron.
No soy una persona cínica, pero
sí me dio algo de placer cuando se conocieron los resultados y pude ver cómo
los analistas y encuestadores daban tumbos tratando de explicar por qué
fallaron.
¿Por qué cree que su
método ha sido tan exitoso cuando se compara con otros como el de las
encuestas? Algunos podrían decir que es pura suerte...
No tengo nada contra
ellos. El problema es que las encuestas no sirven para predecir o se
abusa de su capacidad de predecir. Lo más fácil es hacer un análisis
basado en encuestas. Eso se puede hacer sin salir de la cama.
Las encuestas son una
radiografía de un momento en el tiempo y esa radiografía cambia. Y sabemos que
cambia porque van cambiando hasta el mismo día de las elecciones.
Otro problema con los
sondeos es que tienen que estimar quiénes son los potenciales votantes y eso
introduce el error en los cálculos. Siempre hay un margen de error de
entre el 3 y el 5 por ciento, que es un error estadístico.
Es como cuando se
sacan 500 bolas verdes de un tarro gigante donde hay bolas verdes y amarillas.
Pero el verdadero error es aún más grande que eso porque hay error en la
estimación de posibles votantes y error al no saber si la gente que contesta en
realidad está diciendo la verdad.
Mi sistema no tiene nada que ver con encuestas sino con los factores que
determinan las elecciones. Los votantes son pragmáticos. Y lo que se
preguntan es si el partido que está en la Casa Blanca, basado en su récord, se
merece otros cuatro años. En otras palabras, mi sistema está basado en una
proposición que es radical, pero crítica y es que lo que cuenta es cómo
se gobierna y no lo que se dice en la campaña.
Los votantes son
pragmáticos. Y lo que se preguntan es si el partido que está en la Casa Blanca,
basado en su récord, se merece otros cuatro años
¿Pero al hacer esa
evaluación sobre si le ha ido bien o mal a un gobierno no está siendo un poco
subjetivo?
Cuando desarrolle el
modelo me atacaron mucho precisamente porque algunas de las claves eran
subjetivas. Pero no lo son. Lo que plantea es un juicio. Y como en el caso de
los científicos sociales y economistas, los historiadores también hacen juicios
todo el tiempo porque no se puede eliminar el juicio en un sistema que evalúa
comportamientos humanos.
Además, estos no son
juicios aleatorios. Uno puede tener opiniones sobre ellos, pero para
poder resolver las preguntas que plantean las claves verán que cada una de
ellas está definida de manera muy específica.
Lo segundo es que he
contestado estas preguntas de manera retrospectiva, comenzado desde 1860 con
Abraham Lincoln hasta el presente y la respuesta actual debe ser consistente
con las respuestas del pasado.
Tomó mucho tiempo,
pero después de 15 o 20 años la comunidad de expertos finalmente ha
reconocido que las claves que desarrollé tienen sentido.
Le pongo un ejemplo. Me han preguntado mucho sobre si el acuerdo (de Trump)
entre Israel y los Emiratos Árabes cambia la clave sobre política exterior. Y
mi respuesta es que no porque normalmente no cambio una clave basándome
en tratados a menos de que sea un tratado enorme que involucre un
cambio en política mayúsculo.
La única vez que lo
he hecho fue cuando se firmó el acuerdo nuclear con la Unión Soviética bajo
Ronald Reagan. No la cambié tras el acuerdo de 1994 entre Israel y
Jordania que fue mucho más significativo que el actual, y que ha sido
muy criticado, pues no se sabe si contribuirá a la paz con los palestinos o es
si es solo una excusa para venderles armas que provocarían más violencia.
Pasemos a la gran
pregunta. ¿Qué dice su modelo sobre las elecciones 2020?
Es muy interesante lo
que ha pasado este año. Nada como esto había pasado en la historia. A
finales del 2019, Trump estaba abajo solo por cuatro claves y recuerde que se
requieren seis para perder unas elecciones.
Pero en 2020 todo
cambió. Nos golpeó la pandemia y surgieron fuertes protestas sociales. Trump me
felicitó en 2016 por acertar en la predicción, pero al parecer no comprende el
significado profundo de un sistema que lo que mira es cómo se gobierna y no la
retórica.
Y al ser
confrontado por estos retos formidables, en lugar de enfrentarlos, regresó a su
estrategia de 2016, cuando era candidato, y trató de salir de resolverlos
a punta de verbo.
Y eso, por supuesto,
no funciona.
El resultado de eso
es que Trump ha perdido tres claves más: la economía a corto plazo, porque hay
una recesión en un año de elecciones. La economía a largo plazo, porque el
crecimiento negativo ha tumbado las proyecciones futuras de una manera
drástica; y el malestar social.
Trump ahora está abajo en siete claves, una más de las que necesita para perder
y, por eso, creo que será derrotado en noviembre y será el primer
presidente que pierde la reelección desde George H. Bush, en 1992. Lo
extraordinario en esto es que nunca en la historia de EE. UU. el partido en el
poder había experimentado un cambio tan drástico en sus aspiraciones
en tan poco tiempo.
Creo que será
derrotado en noviembre y será el primer presidente que pierde la reelección
desde George H. Bush, en 1992.
Su modelo, al menos
eso se percibe desde afuera, está concebido para evaluar procesos electorales
típicos en EE. UU. Pero no vivimos en tiempos normales. EE. UU. está viendo
niveles extremos de polarización y en la Casa Blanca está un presidente que ha
desafiado toda lógica...
Es una muy buena
pregunta. Mi sistema está construido de manera retrospectiva, desde
Lincoln, incluso antes de que existieran automóviles. No había computadores
ni encuestas. Los candidatos no hacían siquiera campañas, las mujeres y
afroestadounidenses no votaban, era una economía agrícola.
Los cambios que
se han presentado desde el siglo XVII han sido muchos más grandes que los que
hemos visto en tiempos recientes. Y ha existido también una profunda polarización, como
en la Guerra Civil y el período de reconstrucción, e incluso violencia.
Cada cuatro años me
dicen que mi modelo ya no aplica porque hay alguna variable radical, como un
afroestadounidense candidato (Barack Obama en 2008) o una mujer (Hillary
Clinton en 2016) o ahora Trump. Mi respuesta es que el modelo ha
sobrevivido momentos mucho más turbulentos y sigue acertando.
En sus claves, usted incluye cosas como la economía, etc., pero no menciona la
pandemia. Y para muchos es eso lo que ha cambiado el rumbo de estas
elecciones...
Sí, no está. Pero ha
sido la pandemia, y la respuesta ineficiente de Trump, como la ha documentado
el periodista Bob Woodward, lo que condujo a que el presidente perdiera dos
claves (la recesión y la economía a largo plazo). Así que de manera
indirecta su impacto si está considerado en la evaluación.
Su sistema solo le apunta a determinar el ganador. Pero no tiene en
cuenta factores externos, como que el presidente Trump se niegue a aceptar
una derrota o que esté deslegitimando el proceso electoral, anunciado que este
será fraudulento. ¿Qué tan viable ve la posibilidad que usted le acierte al
ganador, pero que este no termine siendo el presidente?
Trump jamás va a reconocer la derrota. Se irá a la tumba diciendo
que lo robaron así pierda por 10 por ciento de los votos y 300 asientos en el
colegio electoral. Pero no creo que haga una barricada y llame a sus simpatizantes
para que lo protejan en la Casa Blanca. Trump es un cobarde, no es capaz ni de
despedir a una persona mirándola a los ojos.
Pero hay dos cosas que sí me preocupan, que son las que usted menciona, y
están por fuera del modelo, y son amenazas muy serias a la democracia.
Una es la supresión del voto. La base del partido republicano son tipos
blancos como yo, y como no se pueden crear más tipos blancos ni hacerlos
vivir hasta los 150 años, sí pueden tratar de suprimir el voto de la
creciente base demócrata de minorías y gente joven.
Trump está desesperadamente tratando de hacer eso, atacando de paso el
voto por correo, que funciona perfecto. Y, de hecho, es él quien comete
fraude al decirle a sus simpatizantes que voten doble (por correo y presencial), y
mandó a un aliado a la Oficina de Correo para que haga más difícil que lleguen
los votos por correo.
Y eso es muy preocupante para nuestra democracia.
Y lo otro es la intervención de Rusia, que está tratando de volver a meterse en
las elecciones, y Trump le ha dado la bienvenida a eso y lo está
aprovechando. No sabemos hasta dónde puedan llegar en esta ocasión.
La base del Partido Republicano son tipos blancos como yo, y como no se
pude crear más tipos blancos (...), sí pueden tratar de suprimir el voto de la
creciente base demócrata
¿Está EE. UU. preparado para lidiar con esta especie de amenaza
existencial que usted acaba de describir?
Si Trump pierde, creo que la nación volverá a su curso pese a que
habrá personas dolidas y quejas. Pudimos unificarnos después de una
increíblemente sangrienta Guerra Civil que le costó la vida a cientos de miles, también
después de la crisis de la Gran Depresión, de la Segunda Guerra Mundial, del
9-11. Y saldremos de esta.

¿Pero confía en que EE. UU. tiene un sistema electoral lo suficientemente
robusto como para enfrentar el reto de un presidente que no acepta la derrota?
No va aceptar la
derrota, pero eso no quiere decir que no vaya a abandonar la Casa Blanca. No
tiene el coraje para quedarse pese a perder. Seguro creará luego un medio
de comunicación para ventilar sus quejas y decir que lo robaron.
Pero sí creo que habrá una transferencia de poderes y se iniciará
una era muy distinta en EE. UU. No existen dos personas más diferentes que
Trump y Biden. Trump es un gritón, un mentiroso, solo piensa en sí mismo y
no en la democracia. Biden no es Obama, no es un gran orador y quizá no inspire
tanto. Pero es una figura sólida, de centroizquierda, con capacidad
para generar consensos y EE. UU. estará en buenas manos con él.
¿No ha pensando en un escenario como el del año 2000, cuando Al Gore ganó el
voto popular, pero George Bush se quedó con la presidencia porque obtuvo más
votos al Colegio Electoral tras polémicos resultados en Florida?
Esperemos que no, pero no es imposible. Esas elecciones se las
robaron en Florida ese año. Bush ganó por 537 votos, pero, como lo demostré en
mi reporte al Congreso, fueron miles los votos de afroestadounidenses los que
no se contaron.
Trump lo que hace es proyectar en otros lo que él está haciendo. En este
caso, dice que los demócratas cometen fraude cuando es él quien lo está
tratando de hacer. De hecho, el único robo electoral de la historia
moderna lo perpetraron los republicanos.
Eso pasó en 2018 en el distrito 9 de Carolina del Norte (para una
curul Cámara de Representantes), cuando funcionarios del partido alteraron las
balotas.
Fue tan
descarado que la elección fue descertificada, algo que no pasaba en más de 150
años, y tuvo que realizarse nuevamente. Ya hay cinco o seis
personas acusadas con cargos criminales. Es increíble que Trump proyecte un
fraude de los demócratas cuando el único fraude conocido es de ellos mismos.

Hace poco, luego de que el periodista Bob Woodward reveló que Trump sabía
lo letal que era el coronavirus, pero prefirió minimizar ante el público esa
amenaza, usted dijo que eso había sido "el acto de negligencia más grave
en toda la historia del país". Esas son palabras fuertes...
Y las digo con convicción. Llevamos más de 200.000 muertos, y no
solo son los muertos. Son millones los infectados y ya sabemos que aun
si una persona se recupera puede padecer efectos muy serios a largo plazo.
Trump sabía que esto era mortífero, dijo que era cinco veces más mortífero
que la influenza, sabía que se propagaba por el aire y les mintió de
manera descarada a los estadounidenses.
No se preparó, no promovió el uso de tapabocas o de distanciamiento
social y sigue sin hacerlo. Incluso realizó eventos de campaña masivos donde la
gente no usa tapabocas ni hay distanciamiento.
Nuestros mejores
científicos dicen que como mínimo esto le ha costado la vida a miles de
personas y la infección de millones que pudieron prevenirse si Trump hubiese
actuado basado en lo que ya sabía.
Puedo haberle costado la vida a cientos de miles de personas. No
hay nada en la historia que se pueda comparar con esa conducta. Lo
único que le importó fue su reelección y para nada la vida de los
estadounidenses, y todavía no le importa, y eso es extraordinario.
SERGIO
GÓMEZ MASERI Corresponsal de EL TIEMPO. WASHINGTON