La pandemia nos ha puesto a reflexionar.
Sin embargo, hay algunos que no les
interesa la reflexión, solamente quieren ganarse un dinero. Pero no es
cualquier dinero. Sino, mucho dinero…
“Tanto que en un estudio
de Oxfam se concluyó que el 87 % de los economistas encuestados
(especialistas en el tema de la desigualdad) estuvieron de acuerdo en que la
desigualdad dentro de los países va en aumento. En las últimas dos décadas, el
índice de Gini, utilizado para expresar la desigualdad de ingresos en un país
en una escala de 1 a 100, ha disminuido en 2 puntos en promedio en los países
en desarrollo. Estos avances han sufrido un retroceso y se estima que el índice
ha aumentado en un promedio de 0,3 puntos en 34 países de todo el mundo en
desarrollo como resultado de la pandemia”.
La plata, la miserable plata…
®rada®luisemilioradaconrado
@radareconomico1
https://radareconomicointernacional.blogspot.com/
Un remedio para el legado de la creciente
desigualdad que deja la pandemia de COVID-19
· CAROLINA
SÁNCHEZ-PÁRAMO · SILVIA MALGIOGLIO
|20 DE ENERO DE 2022
Estamos viendo los primeros signos de
recuperación mundial en la producción económica, la movilidad global y el
comercio internacional.
Pero en la última edición del informe Perspectivas
económicas mundiales (GEP) se presenta un
panorama preocupante: el empeoramiento de la desigualdad que la pandemia de
COVID-19 ha exacerbado, y que probablemente sea difícil de solucionar a corto y
mediano plazo.
Tanto el informe GEP, publicado a
principios de este mes, como las encuestas telefónicas de alta frecuencia del
Banco Mundial incluidas en el Panel de Seguimiento
de Hogares relativo a la COVID-19 (i)
muestran los efectos de la pandemia casi dos años después de su inicio, arrojando luz sobre
la trayectoria de la pobreza y la desigualdad.
En el análisis del informe GEP se describen
tres tendencias amplias y preocupantes: la desigualdad de ingresos entre países
(internacional) y dentro de los países (nacional), y la desigualdad de
oportunidades (interpersonal).
La recuperación es muy desigual entre los
países. Hay
algunas tendencias claras que muestran una marcada diferencia en cómo está
avanzando la recuperación, y que los niveles de desigualdad mundial ahora se
acercan más a los de hace 10 años.
Durante la pandemia, la disminución de los
ingresos, la pérdida de empleos y la paralización de los trabajos fueron
particularmente perjudiciales en el mundo en desarrollo. En los países
incluidos en las encuestas, más del 60 % de los participantes informaron haber
perdido sus ingresos (esta cifra fue del 70 % en los países de ingreso bajo).
Alrededor de un tercio de los encuestados
experimentaron pérdidas del empleo e interrupción del trabajo en todas las
regiones, y este número fue más cercano al 50 % en América Latina y el
Caribe.

Las respuestas de políticas a estas
perturbaciones son un factor clave de la recuperación. Estas se han manifestado
principalmente en forma de medidas de asistencia social (como alivio financiero
para necesidades básicas), medidas de seguridad social (como apoyo a la pérdida
de empleo y a la salud) y políticas del mercado de trabajo (como cambios en las
reglas e incentivos laborales). Si bien las medidas de asistencia social se
implementaron en más del 80 % de los países analizados, los resultados de los
sondeos indicaron que solo un
promedio del 22 % de los encuestados recibió algún tipo de ayuda gubernamental,
una cifra que es aún menor en el caso de los países de ingreso bajo.
Tanto que en un estudio de Oxfam se
concluyó que el 87 % de los economistas encuestados (especialistas en el tema
de la desigualdad) estuvieron de acuerdo en que la desigualdad dentro de los
países va en aumento. En las últimas dos décadas, el índice de Gini, utilizado
para expresar la desigualdad de ingresos en un país en una escala de 1 a 100,
ha disminuido en 2 puntos en promedio en los países en desarrollo. Estos
avances han sufrido un retroceso y se estima que el índice ha aumentado en un
promedio de 0,3 puntos en 34 países de todo el mundo en desarrollo como
resultado de la pandemia.
Los cambios en la desigualdad a nivel
nacional se deben más a problemas estructurales que a factores externos como la
pandemia, por lo que solo observamos un aumento modesto arraigado en los
patrones de desigualdad existentes. Estas desigualdades internas son causadas
particularmente por el mayor impacto de la COVID-19 en las personas de las
categorías más vulnerables de la población, como los trabajadores de bajos
salarios y del sector informal, y las mujeres. Por el contrario, los empleos en
que se podrían adoptar fácilmente las adaptaciones digitales (y en los que se
tiende a requerir niveles más altos de educación formal) ofrecieron una
estabilidad financiera consolidada a sus trabajadores.

La
pandemia fue especialmente dura para los hogares de zonas urbanas que se ubican
en el 40 % inferior de la distribución de ingresos, que sufrieron mayores
pérdidas que los segmentos más pobres de las zonas rurales ,
ya que la agricultura no se vio tan afectada como otros sectores.
Probablemente el efecto más duradero y
preocupante es la desigualdad de oportunidades. Esta refleja las posibilidades
desiguales de algunos grupos para alcanzar su pleno potencial académico,
profesional y humano, independientemente de su propio esfuerzo y debido a
circunstancias fuera de su control, como la situación socioeconómica de sus
padres. Lo anterior representa un potencial desperdiciado no solo para las
personas y sus comunidades, sino también para las sociedades en que viven. Si
bien se había avanzado en materia de movilidad social en las últimas décadas,
gran parte de esos avances se revirtieron a medida que la pandemia consolidó
las barreras existentes para los niños y jóvenes más pobres, tanto por el
debilitamiento de su posición como por el hecho de que sus padres se encuentran
en situaciones financieras más precarias que les impiden realizar inversiones
en activos de capital humano a largo plazo como la educación.
Los resultados de la encuesta muestran que,
en los países de ingreso bajo, solo el 39 % de los niños que asistían a la
escuela antes de la pandemia participaron en algunas actividades de
aprendizaje o educativas desde el cierre de
las escuelas.
En cuanto a la atención médica, las vacunas
contra la COVID-19 han estado disponibles durante más de un año, pero su distribución sigue
siendo desigual (i) haciendo que la
recuperación sea un espejismo para algunos, mientras que da una visión más
optimista a otros.

¿Qué significa esto para el futuro?
También se espera que los desequilibrios
macroeconómicos derivados de la pandemia generen una alta inflación, lo que
exacerbará la desigualdad de ingresos internas en los países en desarrollo. El
efecto de la inflación se puede mitigar a través de políticas públicas
redistributivas que ayuden a igualar las condiciones en términos del acceso a
servicios como la educación y la atención médica de alta calidad, y al aliviar
el estrés financiero en los hogares mediante programas de asistencia social.
Sin embargo, es poco probable que los mayores niveles de deuda pública a los
que se enfrentan los países en desarrollo fomenten una gran cantidad de tales
medidas.
Los
últimos dos años de la pandemia han tenido efectos duraderos en la movilidad
intergeneracional: los niños que carecen de igualdad de oportunidades en la
educación se encuentran en una grave desventaja para
alcanzar todo su potencial en el plano académico, lo que se traduce en una
menor productividad profesional al llegar a la edad adulta. Eso significa
ingresos más bajos, y también mayores niveles de precariedad y menor
estabilidad financiera, así como de acceso al financiamiento y a oportunidades
de inversión tanto en iniciativas empresariales como de superación personal.
Una mayor dependencia de la tecnología
digital en el sector privado, los servicios públicos y la educación ofrece
muchas oportunidades. Pero un riesgo importante de depender excesivamente de
los servicios digitalizados es perder de vista a la población más vulnerable,
que podría quedarse rezagada en esta transición.
Para lograr un camino inclusivo que pueda
revertir la trayectoria de desigualdad tras la pandemia, los países en
desarrollo deben incorporar los objetivos enumerados anteriormente en sus
políticas nacionales de recuperación, y deberán contar con el apoyo de la
comunidad internacional de desarrollo.
Las acciones más inmediatas para mitigar la
desigualdad entre los países son un proceso de vacunación
más rápido en el mundo, el levantamiento de las
restricciones de viaje y la implementación de esfuerzos para mejorar la
sostenibilidad de la deuda.
El apoyo a la mejora de la capacidad de
recaudación de ingresos públicos puede aliviar la carga fiscal sobre los grupos
vulnerables. Eso también ampliaría el financiamiento para políticas públicas
más redistributivas centradas en la asistencia social y la inversión para hacer
crecer el capital humano mediante el desarrollo de la primera infancia, el
acceso universal a la educación y la atención médica de calidad, así como
transferencias sociales específicas, políticas laborales eficaces e inversiones
en infraestructura rural que mejoren la conectividad a los servicios y los
mercados y proporcionen oportunidades para las poblaciones aisladas.
Los efectos y las amenazas futuras
derivados del cambio climático representan un desafío adicional en la
adaptación, las medidas correctivas y el alivio en caso de desastres que los
países en desarrollo están especialmente mal equipados para financiar.
Respaldar a las naciones en desarrollo en este proceso es una vía clara para
que las instituciones financieras internacionales añadan valor y tengan un
impacto directo en las poblaciones vulnerables que se ven afectadas de manera
desproporcionada y reviertan la trampa de la desigualdad que afectará a las
generaciones venideras.