Por lo menos, frente a los lectores de Bogotá y parte del país.
No sé qué estarán pensando los antioqueños,
Uribe y Duque.
Inoportuna, improductiva e improcedente...
para qué más.
Escribí: "es que es un joven..."
Pero resulta que el alcalde de Barranquilla,
Jaime Pumarejo, es menor que él. Apenas acaba de cumplir también 39, pero ahora
este 21 de noviembre.
Quintero cumplió antes, el 26 de julio.
Así que, no es
por la edad, es por la imprudencia y por aparecer como célebre.
Debe tener
cuidado y dedicarse a gobernar con Dios manda.
Apenas arrancó la vida y puede aprender mucho más para evitar mas imprudencias...
Y algo para recordar: Cuando Edgardo Sales Sales era gobernador del Departamento del Atlántico, era un joven de 33 años... sin embargo, no se le conocieron esos arrebatos.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
La propuesta inoportuna,
improductiva e improcedente de Daniel Quintero
26 Nov 2019 - 12:00 AM
Mientras el país pasa por un intenso debate sobre la
manera como el gobierno de Iván Duque está operando, el alcalde electo de
Medellín, Daniel Quintero, decidió patear la mesa y sabotear el diálogo. Con
una propuesta que lo único que consigue es distraer y confundir, así como abrir
posibilidades peligrosas, el nuevo mandatario escribió en su cuenta de Twitter
que “Colombia necesita renacer, una asamblea nacional constituyente es el
camino”. Se trata de una idea inoportuna, improductiva, improcedente e
injustificada, y es lamentable que provenga de un político con tan alto perfil,
por lo que es probable que descarrile las conversaciones que han empezado
gracias a las marchas.
En una carta enviada al presidente Duque, el alcalde
electo de Medellín enumera una lista de reclamos que han motivado las
manifestaciones. Su conclusión es que “en medio de todo esto es cada vez más
evidente que el andamiaje institucional actual no permite llevar a cabo las
reformas que requiere el país”, por lo que se hace necesario convocar a “una
constituyente que resuelva la polarización y nos permita encontrarnos como
sociedad”. Nos parece que sus argumentos carecen de razón e ignoran asuntos
esenciales en este debate.
No es verdad, para empezar, que el andamiaje
institucional actual sea insuficiente para los cambios que necesita el país. De
hecho, muchos de los reclamos que están rodeando la marcha, como la reforma
pensional, las reformas anticorrupción y la crisis del sistema de salud, por
mencionar solo tres, tienen que ver con debates que se están dando dentro de la
institucionalidad actual. Las preguntas esenciales sobre cómo mejorar la
realidad de los colombianos pueden resolverse en el Congreso y en el Ejecutivo:
lo que ha faltado es voluntad política y eso no va a cambiar con una nueva
Constitución.
Sí es mucho, en cambio, lo que entra en riesgo con una
constituyente. No deja de ser paradójico que el alcalde electo aproveche unas
marchas impulsadas por sindicatos y grupos sociales para pedir que se borre la
Carta del 91. Son precisamente estas poblaciones las que han encontrado en el
andamiaje constitucional las herramientas para empoderarse y protegerse de un
Estado que, en el pasado, no los había reconocido. Ellos no piden que se
cambien las reglas de juego, lo que buscan es un país más justo y más
respetuoso, precisamente, de esas normas y promesas constitucionales.
No sabemos a qué país se refiere el alcalde electo cuando
habla de la constituyente como mecanismo para resolver la polarización, si se
trata de una idea que ha surgido, en el pasado reciente, de los puntos más
radicales del debate público nacional. Quienes no respetan la
institucionalidad, o se han visto coartados en sus ambiciones de poder por
ella, ven en el cambio de la Carta la opción para reiniciar el partido. Las
dinámicas electorales colombianas invitan a pensar que un proceso constituyente
estaría lleno de manipulaciones y extremismo. Todos los triunfos de la Constitución
del 91 estarían en riesgo.
¿Cuál es la necesidad de entrar en ese caos?
El alcalde Quintero quiere apagar un incendio con
gasolina. Si estamos “renaciendo” como país cada cuarto de siglo, nunca vamos a
permitir que nuestra sociedad y nuestra democracia lleguen a la adultez.
El
paro ha puesto sobre la mesa unos términos puntuales de conversación nacional;
no ayudan las propuestas que pretenden cambiarlo todo para volver a empezar.