Es triste que, después de leer a este autor, tengamos que estar de acuerdo con el: “por mucho que queramos no estamos listos para convivir en armonía”.
Y continúa
escribiendo:
“Más que
voluntad, que es apenas la cuota inicial, se necesitan hechos comprobables que
demuestren tal deseo, y por ahora poco de eso se ha visto, como se comprobó
esta semana con la decisión de la Corte Suprema de Justicia de dictarle medida
de aseguramiento a Álvaro Uribe”.
Ya he consultado a
algunos dirigentes, empresarios, familiares. He revisado las redes sociales y
están de acuerdo con Adolfo Zablet. “Hay en los colombianos una especie de
rabia interna que nos lleva a querer aniquilar al otro, así no sea matándolo”.
¿Usted ha sentido eso?
Si lo ha sentido le
tengo que decir, que nunca será feliz y llevará a su familia al precipicio.
Y el cierre de Zableh
lo comparto completamente, al referirse a Uribe y a Petro: “El segundo
quiere ser presidente, el primero ya no puede serlo, pero sigue aspirando a
gobernar en cuerpo ajeno; el poder de ambos es tal que nos han hecho creer que
no hay más opciones, que no tenemos destino ni futuro si no es a través de
ellos. A mí eso, más que una democracia, me parece una monarquía moderna o, si nos ponemos radicales, una
dictadura donde, por mucho que podamos votar, al final estamos eligiendo a un
regidor que gracias a su vanidad y a sus seguidores se cree infalible. No
podemos seguir así.
Seguro que no. “No
podemos seguir así”.
Y remato: ¿Ha pensado
en qué podemos hacer?
Por lo menos, ¿le ha dedicado
unos minutos a pensar en eso?
Es nuestro país. Y
yo, aunque viaje por todo el mundo, quisiera volver a regresar a mi tierra.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
![]() |
El país ha sufrido de formas inimaginables y aun así no está listo para convivir en armonía.
Por: Adolfo Zableh Durán
08 de agosto 2020, 01:19
a.m.
Fue lamentable que en
el plebiscito por los acuerdos de paz de 2016 ganara el ‘No’, pero, más allá
del resultado, yo quedé tranquilo porque me gusta cuando la lógica se impone. Y
la lógica dice, aun hoy, cuatro años después, que por mucho que queramos no
estamos listos para convivir en armonía. Una cosa es que lo deseemos con
todas las fuerzas, otra, que no seamos capaces porque el cuerpo no nos da y
todavía nos queden muchas enseñanzas pendientes. Increíblemente, este país ha
sufrido de formas inimaginables, está cansado de llorar sus muertos, y aun así
no está listo para ser una sociedad medianamente funcional.
Porque haber sufrido
no es suficiente argumento para alcanzar la paz, el juego de las compensaciones
no funciona así. Más que voluntad, que es apenas la cuota inicial, se necesitan
hechos comprobables que demuestren tal deseo, y por ahora poco de eso se ha
visto, como se comprobó esta semana con la decisión de la Corte Suprema de
Justicia de dictarle medida de aseguramiento a Álvaro Uribe. No vale la pena recapitular
las reacciones extremas de seguidores y opositores que condenan o celebran el
hecho, para eso están las redes sociales y los archivos de los noticieros, más
bien véanlas y díganme si un país así está listo para la paz.
Porque es fácil culpar de nuestros males a la guerrilla, los ‘paras’ y el
narcotráfico, quedarnos con la obviedad de las balas que se han disparado y no
ver que esa violencia no es el mal en sí, sino la consecuencia de lo que somos,
que no es la enfermedad, sino el síntoma. Basta con haber vivido en este país
para ver que siglos de injusticias sociales y falta de oportunidades han
ayudado a generar este clima invivible, pero también que la intolerancia está
en nosotros. Ya no dirimiremos todos nuestros problemas a machete, pero hay en
los colombianos una especie de rabia interna que nos lleva a querer aniquilar
al otro así no sea matándolo.
Ahora está eso de decirle a todo el mundo mamerto o facho, que más que un
despertar de la conciencia política parece una moda. No sé dónde lo vi, pero
alguien dijo que no es que la derecha odie al comunismo, sino que le dice
comunismo a todo lo que no le gusta, principio que se puede aplicar igual en el
sentido contrario: no es que todo sea facho, sino que a muchos les queda fácil
clasificar como fascista todo aquello que no se amolda a sus ideales.
Por eso, a Santos lo han llegado a señalar de comunista y de Fajardo han dicho
que es facho. ¿En serio? ¿Así de fácil es la cosa? ¿No hay matices ni niveles?
¿Todo es blanco o negro? Se trata de una actitud simplista y obtusa que hace
parte de la corta visión que nos ha condenado también a la pobreza, la
ignorancia y el odio. Y, encima, quien no piense de una forma u otra es tachado
de tibio; en estos tiempos los tibios son los nuevos leprosos.
En una democracia sana las ideas están por encima de los líderes, pero acá no
tenemos partidos ni propuestas, tenemos caudillos de ocasión, su liderazgo
desaparece una vez mueren, y así vamos de ídolo en ídolo, dando tumbos sin
avanzar. Ahora nos debatimos entre Uribe y Petro, que más que opciones parecen
dos formas de condena.
El segundo quiere ser presidente, el primero ya no puede serlo, pero sigue
aspirando a gobernar en cuerpo ajeno; el poder de ambos es tal que nos han
hecho creer que no hay más opciones, que no tenemos destino ni futuro si no es
a través de ellos. A mí eso, más que una democracia, me parece una monarquía
moderna o, si nos ponemos radicales, una dictadura donde, por mucho que podamos
votar, al final estamos eligiendo a un regidor que gracias a su vanidad y a sus
seguidores se cree infalible. No podemos seguir así.
ADOLFO ZABLEH DURÁN