Atentado
a las Torres Gemelas. Septiembre 11-2001
Cuando se caían las
Torres Gemelas en Nueva York, mis hermanos (Mabel y Gerardo) estaban cerca al
sitio de los acontecimientos.
Ese día oramos todos
en la familia, porque no sabíamos qué iba a ocurrir con ellos.
Mabel, comunicadora y
periodista.
Y Gerardo, Educador Físico y entrenador de varias modalidades.
Ese
día se alistaba para presentar a uno de sus boxeadores en N. Y.
Hoy les escribí y les
dije: vamos a recordar ese día. Y háganlo ustedes mismos y será publicado en el
Blog.
Ambos son menores y
además quieren mucho a su hermano mayor… Así que, produjeron esto y me gustó.
Son historias de las
Torres, que siempre recordaremos.
¿Qué pasó allí ese
día?
¿Quiénes tuvieron la
culpa?
Eso, parece que nadie
lo sabrá…
RADAR,luisemilioradaconrado
Mi
9/11
Por
Mabel Rada
El día que
conocí las famosas Torres Gemelas recordé lo que me dijo un amigo: “si las
quieres ver bien, tienes que acostarte en el piso… así son de altas”. La
vanidad no me dejó. El día que las visité no quise ensuciarme la ropa
acostándome en una plazoleta por la que caminaba gente de todo el mundo, a toda
hora.
Recuerdo que
esa primera vez fue un día hábil, fresco, muy soleado y aunque la zona no
estaba tan concurrida, como seguro estaba los fines de semana, había muchos
turistas tomando fotos y unos jóvenes montando una tarima para los famosos
conciertos gratuitos que ofrecían casi a diario.
De verdad
que eran imponentes esas edificaciones y solo hasta el momento que estuve
frente a ellas pude entender a quienes con asombro las describían.
Ese
“paseíto” lo hice después de cumplir una cita con el abogado que tramitaba la
renovación de mi visa ante el Departamento de Estado americano. Su oficina
quedaba a solo dos cuadras de allí.
Las visité
varias veces y el 11 de Septiembre de 2001 estaba todo cuadrado para una nueva
visita, porque tenía una cita con el abogado. En esa época, iba todos los
días a una firma india que se dedicaba a vender partes para aviones y cotizaba
en todo el mundo. Me dieron la oportunidad de hacer una especie de pasantía
con relación al inglés y a un programa de outsourcing. El 10 de septiembre en
la mañana le comenté a mi compañero de práctica que no iría a la oficina al día
siguiente, porque tenía cita con el abogado y aprovecharía para visitar a mi
hermano Gerardo que se hospedaba en el hotel Affinia Manhattan, diagonal a Penn
Station, la estación de tren más antigua de Manhattan en New York, que queda
bajo el Madison Square Garden.
Llegué a
casa a las 9:00 pm y cuando revisé el contestador automático encontré un
mensaje de la secretaria del abogado: “Mabel, Robert te pide disculpas porque
no puede atenderte mañana. Llámalo el miércoles en la tarde para que
acuerden una nueva cita”.
En vista del
mensaje recibido, decidí ir a mi práctica. En esa época vivía en Westbury, NY y
la oficina quedaba en Hicksville. Viajaba en bus y tardaba unos 40
minutos. Me subí al bus y saludé a dos o tres personas con las que
habitualmente me encontraba. Mi saludo iba acompañado de una gran
sonrisa. El saludo de ellos no y eso me extrañó (los veía a diario y eran
muy amables). Casualmente todos iban con audífonos (después entendí que iban
escuchando noticias).
Me bajé para
hacer mi conexión con otro bus y sentí el ambiente extraño en esa estación,
pero el bus que debía abordar llegó inmediatamente y corrí.
Cuando
llegué a la oficina dije: “Ok, aquí pasa algo. Todo mundo tiene cara de
tragedia” y pregunté: “Pasó algo?” y subieron el volumen del radio. El
periodista hablaba muy rápido y yo intentaba juntar las frases rápidamente en
mi mente, porque creía estar entendiendo mal. Les pregunté: “estoy
entendiendo bien y un avión se estrelló en World Trade Center?”. Me
dijeron: “Si”. Les dije: “discúlpenme, pero quiero escuchar en español” y
corrí a cambiar la estación de radio.
Ahí empezó
mi angustia porque pensé en mi hermano Gerardo. Levanté el teléfono y
llamé al hotel, pero la conexión se truncaba. No sé cuantas veces marqué.
Solo recuerdo que le pedía a Dios que no le hubiera pasado nada, porque aunque
estaba a más de 40 largas cuadras de las Torres Gemelas, me preocupaba que
hubiera salido temprano a conocer algún sitio.
No tengo
clara la hora, pero por fin logré comunicarme y Gerardo me dijo que estaban
todos en el hotel y alcanzaron a ver en vivo por televisión cuando el segundo
avión se estrelló.
Quise irme
para Manhattan, pero todo estaba bloqueado: puentes, túnel y las estaciones de
tren. Fue un día triste. A todos nos parecía mentira lo que había pasado. No
parábamos de hacer conjeturas sobre lo ocurrido, si era accidente, si era
ataque.
Tuve que
esperar hasta el viernes para ir a encontrarme con mi hermano. Maletín en
mano me fui para Manhattan, a una hora en tren. El ambiente siguió
extraño y ese día no fue la excepción.
Cuando me
bajé del tren en Penn Station sentí una tristeza indescriptible. No había
música ambiental, poca gente (y cuando digo poca es poca), las paredes estaban
llenas de papeles con fotografías de personas extraviadas. Muchos de esos
papeles describían situaciones especiales como problemas de salud o marcas
especiales que permitían identificar a esas personas.
Quienes han
estado en Penn Station saben que es una locura permanente. La gente no camina,
corre. Y si uno llega en hora pico, cuando la gente está saliendo de los
trenes, si no caminas te hacen caminar. Ese viernes 14 de
septiembre la estación parecía un desierto.
Fue la única
vez, en diez años visitando Manhattan, que las calles estuvieron solas.
Es la única vez que vi New York, la ciudad que nunca duerme, somnolienta, apagada,
triste, como sin esperanzas.
Hoy, once
años después, como me pasa cada año desde 2001, pienso en que si no hubiera
escuchado aquel mensaje de voz cancelando el encuentro con el abogado, la
historia sería diferente. Mi cita era a las 9:00 am y acostumbraba a llegar
antes para tomarme un café y comer un bagel con queso crema en la cafetería del
primer piso del edificio, como dije al inicio, ubicado a dos cuadras del World
Trade Center.
11 de Septiembre 2001, fecha
inolvidable
Por Gerardo Rada

Cuando queremos contar algo y por escrito, se asoma
la dificultad de iniciar.
Arrancaré por decir que hay fechas difíciles de olvidar, siempre recordaré el
día que inicié amores con Carmen quien hoy día es mi esposa, eso fue un 17 de
febrero a las cinco de la tarde, al igual que los 24 de diciembre, fecha de mi
cumpleaños y de matrimonio, claro son muchas las fechas que se recuerdan, pero
menciono estas para comentar fechas agradables y recordar una nada agradable
como es la de un 11 de Noviembre, día en que fueron derrumbadas las torres en
los Estados Unidos ya que me encontraba hospedado en un hotel con el excampeón
mundial de boxeo Rafael Pineda para cumplir un compromiso boxístico el día 15
de septiembre y la caída de las torres obligaron al aplazamiento de la
programación.
Recuerdo que estábamos listos para bajar a desayunar, cuando recibimos una
llamada de un compañero para que prendiéramos la televisión y viéramos la
noticia que pasaban en el momento en que un avión se había estrellado con una
torre, en el momento de ver la noticia también vimos que otro avión se
estrellaba con la otra torre.
La orden que recibimos en el hotel fue que no saliéramos y las autoridades
iniciaron el trabajo necesario para proteger a la comunidad.
Cuando suceden estas cosas, reafirmo una vez más que Dios está presente, Él
sabe cuándo y en qué lugar debemos estar para llevarnos a estar con ÉL.
Un sitio turístico pendiente para visitar eran las torres y debíamos hacerlo en
esos días ya que el combate era el día 15 y el 16 regresábamos a Miami. Dios no
quiso que hiciéramos esa visita.