Este es el
panorama:
En Colombia, el 30% de la población se encuentra en una situación de
inseguridad alimentaria moderada o severa.
Es decir, 15.5 millones de personas
no tienen acceso a alimentación adecuada y tienen dificultades para cubrir sus
necesidades básicas, por lo que deben recurrir a estrategias de consumo
insostenibles y enfrentar condiciones de escasez de alimentos, hambre y
malnutrición.
Colombia ocupó el puesto 64 entre 113 países en el Índice de
seguridad alimentaria en 2022, así andamos de mal.
Esto lo podemos leer en este último escrito que nos envía Amylkar Acosta.
®luisemilioradaconrado
@radareconomico1
https://radareconomicointernacional.blogspot.com
LA INSEGURIDAD
ALIMENTARIA EN COLOMBIA
Por Amylkar D. Acosta M

La seguridad
alimentaria consta de tres elementos esenciales: el primero es la
disponibilidad de
los alimentos, el segundo el acceso a los mismos y tercero la estabilidad o
sustentabilidad, entendida esta como la garantía del primero y el segundo a lo largo
del tiempo, que no sea intermitente.
Como lo veremos la
seguridad alimentaria, más que un problema de disponibilidad de alimentos es un
problema de acceso a los mismos y este está determinado por el nivel de
ingresos, el cual a su vez está correlacionado con el empleo.
Según el director
del Programa mundial de alimentos (PMA) de las Naciones
Unidas para
Colombia Carlos Scaramella, “en Colombia el 30% de la población se
encuentra en una
situación de inseguridad alimentaria moderada o severa, es decir,
15.5 millones de
personas no tienen acceso a alimentación adecuada y tienen
dificultades para
cubrir sus necesidades básicas, por lo que deben recurrir a
estrategias de
consumo insostenibles y enfrentar condiciones de escasez de
alimentos, hambre
y malnutrición”. Colombia ocupó el puesto 64 entre 113 países
en el Índice de
seguridad alimentaria en 2022, así andamos de mal.

Aquí hagamos una
digresión para subrayar el hecho de que la soberanía alimentaria de
Colombia es muy precaria, habida cuenta que el 35% de los alimentos que se
consumen en Colombia son importados y los que se producen en el país, tienen
una alta dependencia de la importación de insumos agropecuarios. Y
lo más grave es
que esa dependencia es creciente: de 700 mil toneladas de
alimentos que se
importaron en 1991 se pasó a importar 14 millones de toneladas
el año anterior.
En ello ha influido mucho la apertura hacia adentro que se decretó
por aquellas
calendas en la administración de Cesar Gaviria (1990 – 1994), que
llevó a reducir el
área sembrada entre 1990 a 1999 en 936.255 hectáreas (25%).
Esta situación se
agravó con la negociación atolondrada de los tratados de libre
comercio (TLC),
dejando desguarnecido el campo colombiano.
Al desagregar las
cifras se observa que los departamentos con mayor prevalencia
de los altos
índices de inseguridad alimentaria son los de la región Caribe,
encabezados por
Córdoba (70%), Sucre (63%), Cesar (55%), Bolívar (51%) y La
Guajira (50%). Las
dos regiones del país en las que se concentra el mayor número
de hogares en
condición de inseguridad alimentaria son el Caribe y el Pacífico con
el 40% en
promedio. No es coincidencia que sean estas dos regiones las que
registran los más
altos índices de pobreza, desempleo e informalidad laboral. Ello
en razón de que el
desempleo y la informalidad se traducen en la precariedad del
ingreso y esta
afecta el poder adquisitivo y en consecuencia el acceso a los
alimentos.
La violencia, los
conflictos sociales y sus secuelas, como el desplazamiento forzado
y el
confinamiento, también han contribuido a exacerbar la inseguridad
alimentaria, la
desnutrición y el hambre en el país. 50% de los hogares que han
sido víctimas del
conflicto armado padecen inseguridad alimentaria, en contraste
con el promedio
del 28% de aquellos que no lo han padecido. Lo propio puede
afirmarse de los
migrantes, que en una proporción que oscila entre el 52% y el 73%
se ven afectados
por la inseguridad alimentaria y de contera también en tratándose
de las etnias
indígenas y afrodescendientes.

La tendencia de
esta tragedia humanitaria es hacia el agravamiento, dada la constatación de
que el 35% de los hogares en Colombia disminuyeron sus ingresos en los últimos 12
meses, que casi la mitad de estos (46%) tienen ingresos por debajo de la línea
de pobreza nacional, al tiempo que el 51% de las familias tuvieron que
reducir el tamaño de las porciones de alimentos y otro 42% el número de comidas al día.
Según la última medición de la Encuesta Pulso social del DANE, en diciembre de
2022, el 73.5% de los hogares colombianos (6.2 millones) comen en promedio 3
veces al día, 15.4 puntos porcentuales por debajo de diciembre de 2019. De hecho,
según el mismo Informe del PMA, en Colombia el 40% de la población consume
dos o menos comidas al día, más de la mitad de los hogares tuvo que reducir
la porción de las comidas y el 67% de los hogares tuvo que utilizar una estrategia
para afrontar el hambre”.
El colmo de esta
preocupante situación es que la inseguridad alimentaria, la
malnutrición, la
desnutrición y el hambre en Colombia se han ensañado en la niñez.
Según datos del
Instituto Nacional de Salud (INS) en el 2022 se presentaron 21.337
casos de
desnutrición aguda en menores de 5 años y 309 niños murieron a
consecuencia de la
desnutrición, 111 más que los registrados en 2021.

La afectación de
la niñez por la inseguridad alimentaria, la desnutrición, la malnutrición y el
hambre es tanto más preocupante en cuanto que en esta etapa, los primeros mil días
de existencia de la niñez son críticos, lo que se haga o se deje de hacer durante esta
fase de su crecimiento es decisivo para su formación y desarrollo
posterior, de ello debemos ser conscientes. El mayor desarrollo del cerebro, del lenguaje,
de la motricidad y del pensamiento abstracto que caracteriza al ser humano se
dan justo en esta etapa, que es irrepetible. Lo que se quiera hacer después, tratando
de suplir lo que se dejó de hacer ya es demasiado tarde, el daño está hecho. Según la
Fundación Éxito, “los estudios evidencian que un niño con desnutrición
crónica antes de los 5 años pueden tener en la edad adulta 14 puntos menos de
coeficiente intelectual, 5 años menos de educación y 54% menos de salario que uno
que no padeció la enfermedad. En otras palabras, será un adulto con grandes
desventajas”. Así empieza y se perpetúa la desigualdad de trayectoria que se manifiesta en
la trampa de la pobreza y la imposibilidad de nivelar la cancha que, además, tiene
piso pegagoso.
Riohacha, julio 8
de 2023
www.amylkaracosta.net