Y en esta oportunidad, los
colegas del semanario británico The Economist, una de las publicaciones más
prestigiosas del mundo.
Tenemos claro que cada gobierno
tiene sus expectativas, sus estilos y de acuerdo a eso gobernará.
Aunque hay ciertos aspectos que
son fundamentales para la vida tranquila y de los habitantes de una nación.
Eso es lo que yo pienso que deben
preservar los que hacen parte del gobierno Duque.
Algunos de los funcionarios
claves tienen mucha experiencia. Son profesionales maduros y confiamos en que
tomarán decisiones en beneficio de todos los colombianos.
Revisemos lo que dice The
Economist, en cuanto al gobierno Duque.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
El semanario británico considera
que las alianzas y promesas hechas durante la campaña electoral pueden
dificultar la reconciliación.
En la sección Américas de
su edición impresa de esta semana, The Economist dedicó un amplio espacio a
analizar los retos que el presidente electo Iván Duque tendrá que sortear
durante su mandato: polarización política, crecimiento económico, lucha
anticorrupción, modificación del acuerdo de paz con las Farc y continuidad de
la mesa de diálogo con el ELN.
El artículo comienza por destacar
la votación por Duque quien durante la segunda vuelta logró 54% de los votos,
equivalente a 10,3 millones de votantes, logrando una ventaja de 12% sobre
su rival de izquierda, Gustavo Petro. Sin embargo, enfatiza, “el trabajo que le
espera desde el próximo siete de agosto será arduo”.
“(Duque) hizo campaña expresando
su escepticismo contra el acuerdo de paz con las Farc, un grupo guerrillero que
puso fin a su guerra de 52 años contra el estado en 2016. Ahora deberá
revisar el acuerdo sin presionar a algunos ex guerrilleros para que tomen las
armas.
Igualmente, el señor Duque tendrá
que controlar la corrupción, la que alimentó el descontento que le dio a Petro
ocho millones de votos, más que cualquier otro candidato de izquierda en la
historia de Colombia”.
Su trayectoria
profesional
A pesar de que hace menos de seis
meses pocos colombianos sabían de Iván Duque, su trayectoria laboral se ha
desarrollado entre Estados Unidos y Colombia. The Economist señala que, de
hecho, el mandatario electo inició su carrera como “protégé”
-protegido- del presidente Santos al ser nombrado en 2010 representante
adjunto de Colombia ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En este punto, la prestigiosa publicación
británica resalta que “el boleto del señor Duque a la presidencia fue el señor
Uribe, quien se opuso fervientemente al proceso de paz iniciado por el
presidente Santos”.
Ambos se conocieron cuando
el entonces presidente Uribe recibió el mandato de la ONU para investigar un
ataque de Israel contra una flotilla turca en 2010.
Posteriormente, en 2014, Iván
Duque fue elegido al Senado como candidato del Centro Democrático. Su juventud
le imprimió un brío de renovación y dinamismo al partido liderado por el
expresidente.
“A diferencia de algunos de los
aliados de Uribe, no está siendo investigado por corrupción o vínculos con
grupos paramilitares”, señaló el semanario.
Tomar
distancia
Uno de los desafíos planteados
por The Economist a la presidencia de Iván Duque es la independencia de
criterio que deberá mostrar frente al senador Uribe, en aras de lograr una
genuina gobernabilidad.
“Para obtener mayorías en el
Congreso, el nuevo presidente tendrá que hacer tratos con partidos que no sean
el Centro Democrático y sus aliados conservadores”.
La paz: el gran
reto
Durante la campaña electoral, una
de las mayores objeciones del presidente electo fue la relacionada con la
justicia transicional. Esto supondrá una búsqueda de equilibrio para
garantizar, efectivamente, verdad, justicia y reparación.
“Su tarea más difícil será
modificar el acuerdo de paz, como exigen los uribistas, sin destruir la paz. Si
bien el acuerdo dice que el gobierno debe cooperar con los agricultores
para reemplazar la coca, la materia prima de la cocaína, con cultivos legales,
Duque quiere volver a la práctica, terminada por Santos, de fumigar estos
cultivos desde el aire”.
En su discurso de victoria del
pasado 17 de junio, Duque prometió no romper el trato, partes del cual son
parte de la constitución. Su gobierno buscará que “la justicia y la seguridad
se lleven como hermanas”.
Sin embargo, The Economist
considera que un eventual desacuerdo del presidente Duque con las Farc podría
aumentar el número creciente de disidentes que se niegan a aceptar el acuerdo.
El diálogo con el
ELN
El semanario considera que el nuevo
presidente podría poner fin a las conversaciones de paz que el gobierno actual
inició con el ELN.
“El Señor Duque ha establecido
condiciones estrictas, como exigir que el ELN se reúna en zonas designadas
antes de que comiencen las conversaciones. Es poco probable que el ELN
acepte eso. Aunque es más pequeño que las Farc, el grupo es muy resistente. En
la década de 1970 una ofensiva los redujo a solo 36 combatientes. Desde
entonces, se ha recuperado hasta contar actualmente con más de 2.000 guerrilleros”.
La lucha
anticorrupción
Las revelaciones de cómo
Odebrecht sobornó a políticos en toda la región también han repercutido
localmente. De hecho, Roberto Prieto, exgerente de la campaña de Juan
Manuel Santos en 2014, fue enviado a prisión en mayo pasado por su relación en
el entramado de sobornos orquestado por la compañía brasilera.
The Economist considera que, aun
cuando es una lucha difícil, el combate de la corrupción y la politiquería es
una batalla de la que el presidente Duque no se puede evadir. “Al igual
que en otras países latinoamericanos, los colombianos están preocupados, y
hastiados, por los escándalos en serie que dejan en evidencia las prácticas
deshonestas del algunos dirigente políticos”.
La recuperación
económica
El frente económico parece darle
un margen de respiro a Duque dado que recibirá una economía que en recuperación
luego de la caída en los precios del petróleo, que comenzó en 2014 y continuó
hasta el año pasado.
“A diferencia de señor Petro, él
(Duque) es amigable con los negocios y no asusta a los mercados
financieros. Sin embargo, la economía colombiana sufre de muchas
enfermedades: una alta deuda pública, un sistema de pensiones inasequible que
canaliza dinero hacia los relativamente acomodados y una baja productividad”.
The Economist considera que la
principal propuesta económica del presidente electo sobre recortar los
impuestos regulatorios y comerciales no será suficiente, planteando la
posibilidad de una (dolorosa) reforma tributaria.
“Para contener el déficit
presupuestario, deberá unir eso con impuestos más altos que se cobran en los
ingresos personales”.
El artículo concluye por resaltar
el talante conciliador de Duque quien durante su primer discurso como
presidente subrayó la necesidad de unidad al “no reconocer enemigos en
Colombia”. Sin embargo, apunta The Economist, “él pertenece a un clan político
que ha sido definido por sus enemigos. Donde sea que mire enfrentará a
decisiones difíciles. Tiene mucho trabajo por hacer”.