sábado, 23 de junio de 2018

“El nuevo presidente, Iván Duque, de Colombia, tendrá que sanar las divisiones internas”: The Economist


Es bueno que nos evalúen analistas internacionales.
Y en esta oportunidad, los colegas del semanario británico The Economist, una de las publicaciones más prestigiosas del mundo.

Tenemos claro que cada gobierno tiene sus expectativas, sus estilos y de acuerdo a eso gobernará.

Aunque hay ciertos aspectos que son fundamentales para la vida tranquila y de los habitantes de una nación.

Eso es lo que yo pienso que deben preservar los que hacen parte del gobierno Duque.

Algunos de los funcionarios claves tienen mucha experiencia. Son profesionales maduros y confiamos en que tomarán decisiones en beneficio de todos los colombianos.

Revisemos lo que dice The Economist, en cuanto al gobierno Duque.

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
 



El semanario británico considera que las alianzas y promesas hechas durante la campaña electoral pueden dificultar la reconciliación.
 
En la sección Américas de su edición impresa de esta semana, The Economist dedicó un amplio espacio a analizar los retos que el presidente electo Iván Duque tendrá que sortear durante su mandato: polarización política, crecimiento económico, lucha anticorrupción, modificación del acuerdo de paz con las Farc y continuidad de la mesa de diálogo con el ELN.
El artículo comienza por destacar la votación por Duque quien durante la segunda vuelta logró 54% de los votos, equivalente a 10,3 millones de votantes, logrando una ventaja de 12% sobre su rival de izquierda, Gustavo Petro. Sin embargo, enfatiza, “el trabajo que le espera desde el próximo siete de agosto será arduo”.
“(Duque) hizo campaña expresando su escepticismo contra el acuerdo de paz con las Farc, un grupo guerrillero que puso fin a su guerra de 52 años contra el estado en 2016. Ahora deberá revisar el acuerdo sin presionar a algunos ex guerrilleros para que tomen las armas.
 
Igualmente, el señor Duque tendrá que controlar la corrupción, la que alimentó el descontento que le dio a Petro ocho millones de votos, más que cualquier otro candidato de izquierda en la historia de Colombia”.
 
Su trayectoria profesional 

A pesar de que hace menos de seis meses pocos colombianos sabían de Iván Duque, su trayectoria laboral se ha desarrollado entre Estados Unidos y Colombia. The Economist señala que, de hecho, el mandatario electo inició su carrera como “protégé” -protegido- del presidente Santos al ser nombrado en 2010 representante adjunto de Colombia ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En este punto, la prestigiosa publicación británica resalta que “el boleto del señor Duque a la presidencia fue el señor Uribe, quien se opuso fervientemente al proceso de paz iniciado por el presidente Santos”.
Ambos se conocieron cuando el entonces presidente Uribe recibió el mandato de la ONU para investigar un ataque de Israel contra una flotilla turca en 2010.
Posteriormente, en 2014, Iván Duque fue elegido al Senado como candidato del Centro Democrático. Su juventud le imprimió un brío de renovación y dinamismo al partido liderado por el expresidente.
“A diferencia de algunos de los aliados de Uribe, no está siendo investigado por corrupción o vínculos con grupos paramilitares”, señaló el semanario.

Tomar distancia 
Uno de los desafíos planteados por The Economist a la presidencia de Iván Duque es la independencia de criterio que deberá mostrar frente al senador Uribe, en aras de lograr una genuina gobernabilidad.
“Para obtener mayorías en el Congreso, el nuevo presidente tendrá que hacer tratos con partidos que no sean el Centro Democrático y sus aliados conservadores”.
 
La paz: el gran reto
Durante la campaña electoral, una de las mayores objeciones del presidente electo fue la relacionada con la justicia transicional. Esto supondrá una búsqueda de equilibrio para garantizar, efectivamente, verdad, justicia y reparación.
“Su tarea más difícil será modificar el acuerdo de paz, como exigen los uribistas, sin destruir la paz. Si bien el acuerdo dice que el gobierno debe cooperar con los agricultores para reemplazar la coca, la materia prima de la cocaína, con cultivos legales, Duque quiere volver a la práctica, terminada por Santos, de fumigar estos cultivos desde el aire”.

En su discurso de victoria del pasado 17 de junio, Duque prometió no romper el trato, partes del cual son parte de la constitución. Su gobierno buscará que “la justicia y la seguridad se lleven como hermanas”.

Sin embargo, The Economist considera que un eventual desacuerdo del presidente Duque con las Farc podría aumentar el número creciente de disidentes que se niegan a aceptar el acuerdo.
 
El diálogo con el ELN
El semanario considera que el nuevo presidente podría poner fin a las conversaciones de paz que el gobierno actual inició con el ELN.
“El Señor Duque ha establecido condiciones estrictas, como exigir que el ELN se reúna en zonas designadas antes de que comiencen las conversaciones. Es poco probable que el ELN  acepte eso. Aunque es más pequeño que las Farc, el grupo es muy resistente. En la década de 1970 una ofensiva los redujo a solo 36 combatientes. Desde entonces, se ha recuperado hasta contar actualmente con más de 2.000 guerrilleros”.

La lucha anticorrupción
Las revelaciones de cómo Odebrecht sobornó a políticos en toda la región también han repercutido localmente.  De hecho, Roberto Prieto, exgerente de la campaña de Juan Manuel Santos en 2014, fue enviado a prisión en mayo pasado por su relación en el entramado de sobornos orquestado por la compañía brasilera.
The Economist considera que, aun cuando es una lucha difícil, el combate de la corrupción y la politiquería es una batalla de la que el presidente Duque no se puede evadir.  “Al igual que en otras países latinoamericanos, los colombianos están preocupados, y hastiados, por los escándalos en serie que dejan en evidencia las prácticas deshonestas del algunos dirigente políticos”.
La recuperación económica
El frente económico parece darle un margen de respiro a Duque dado que recibirá una economía que en recuperación luego de la caída en los precios del petróleo, que comenzó en 2014 y continuó hasta el año pasado.
“A diferencia de señor Petro, él (Duque) es amigable con los negocios y no asusta a los mercados financieros. Sin embargo, la economía colombiana sufre de muchas enfermedades: una alta deuda pública, un sistema de pensiones inasequible que canaliza dinero hacia los relativamente acomodados y una baja productividad”.


The Economist considera que la principal propuesta económica del presidente electo sobre recortar los impuestos regulatorios y comerciales no será suficiente, planteando la posibilidad de una (dolorosa) reforma tributaria.
“Para contener el déficit presupuestario, deberá unir eso con impuestos más altos que se cobran en los ingresos personales”.

El artículo concluye por resaltar el talante conciliador de Duque quien durante su primer discurso como presidente subrayó la necesidad de unidad al “no reconocer enemigos en Colombia”. Sin embargo, apunta The Economist, “él pertenece a un clan político que ha sido definido por sus enemigos. Donde sea que mire enfrentará a decisiones difíciles. Tiene mucho trabajo por hacer”.