jueves, 12 de julio de 2012

Gabo y su escritura, por Óscar Collazos

En el RADAR, como lo hemos comentado, tratamos de registrar la historia.
A raíz de la vida de Gabriel García Márquez, nos está llegando mucha información...


El doctor Ricardo Plata, nos recuerda esta columna escrita por Óscar Collazos, hace más de tres años.


luisemilioradaconrado




Luis E., Oscar Collazos escribió en Abril de 2009 la siguiente columna en El Tiempo, magistral por cierto, donde se evidencia que el asunto no es nuevo y que ni siquiera lo era en ese momento. 

Saludos, 
RPC.
Gabo y su escritura
Por Óscar Collazos

Carmen Balcells, la agente literaria a quien la gloria de los escritores que representa llenó de fama y fortuna, acaba de decir a La Tercera, el periódico chileno, que García Márquez no volverá a escribir otro libro. Lo mismo ha dicho Gerald Martin, el autor de la monumental biografía sobre el novelista de Aracataca.
 
Ni Carmen ni Gerald han dicho nada que no se supiera desde 2007, cuando Gabo fue “coronado” en Cartagena de Indias. El homenaje que se le rindió en el Congreso Internacional de la Lengua fue el inventario apoteósico de una vida y la celebración casi unánime de una gran obra literaria. Desde entonces, tal vez desde el año anterior, se empezó a decir que el escritor colombiano ya no podía escribir otro libro.
 
Muchas personas amigas del escritor impusieron la discreción de no hablar del tema. Evitaron hablar de las razones que le impedirían seguir escribiendo a quien no ha hecho otra cosa desde have más de 60 años. Por un respeto quizá mal entendido, o por el dolor íntimo que causa aceptar las implacables leyes de la naturaleza, no se habló de lo que se sabía y que, ahora, revela una de las personas más cercanas a García Márquez.

Cualquiera que sea el motivo de este silencio: la sequía de las fuentes, la desconfianza en la propia fuerza creativa, el respeto a los lectores a quienes ya no se les puede ofrecer la grandeza que esperan; las trampas implacables de la memoria, sin la cual es imposible construir una historia; la elección del silencio como la más digna de las voces en el final de una vida, nada de esto puede ser convertido en misterio.

La agente literaria y el biógrafo han dicho lo que debía haberse dicho have dos años: que García Márquez no escribiría otro libro. Mejor dicho, que si seguía escribiendo, lo que escribiera ya no sería publicado. Sus lectores deberíamos entonces empezar a hacernos a la idea de que hasta allí llegó la creatividad de un hombre que mantendremos vivo en la lectura de sus libros.
 
No me interesa saber por qué García Márquez ha dejado de escribir. Todos, tarde o temprano, dejamos de hacer aquello que hemos hecho durante toda una vida. De alguna manera, todos regresamos al momento en que hacer nada, no dar nada ni hacer esperar a nadie constituía una fase primera y elemental de la existencia.
  
¿Un regreso a la felicidad del vacío, al paraíso del silencio? Tal vez.

Alguien que ha devuelto convertidos en prodigiosas obras literarias los episodios de su vida y de la vida colectiva de su pueblo merece llegar a la estación del silencio. Sobran las preguntas. “¿Por qué no sigue escribiendo?” ¡Tonterías! Entre marzo y mayo de 2007 tuve el privilegio de ver de cerca al escritor.
Nunca vi a nadie más irresponsable y lleno de alegría, a nadie más abierto al placer sencillo y grande de estar entre amigos de quienes, seguramente, apenas se acordaba. Cada vez que alguien me habla de la memoria, tengo la rara sensación de haber conocido a alguien que era feliz a medida que la perdía y se extraviaba en sus laberintos.
Juan Rulfo dejó de escribir y publicar libros a una edad en la que tenía por delante la mitad intacta de su memoria. No le dio la gana de seguir escribiendo. Tal vez le fuera indiferente saber que el mundo, en todos los idiomas, se regocijaba leyendo sus dos únicos libros.

García Márquez ha dejado de hacerlo por una razón quizá menos caprichosa y ajena a su decisión personal. Ha dejado hablar a la naturaleza, que prolonga o reduce los ciclos de la existencia. Lo he visto –en la tele y en las fotografías– pletórico de alegría y casi indiferente a su gloria. Nadie más exultante que él, a medida que se hunde en los olvidos

Publicación
eltiempo.com
Sección
Editorial - opinión
Fecha de publicación
2 de abril de 2009

Gabo y Caballero: desmiente los rumores de su demencia senil

En el RADAR lo que tratamos es de registrar la historia.
Tratamos de hacerlo de la mejor manera, tratando de ser conscientes de la importancia de los medios de comunicación y el impacto que tienen las historias que transmitimos.
Este asunto de GABO, Grabriel García Márquez, que a muchos nos interesa, será tratado en este medio con todo el respeto que se merece el personaje.
Para mi, Gabo ha sido el escritor más prolifero que ha producido Colombia.
Leyendo su biografía, se entera uno del poder que tiene su pluma. Tremenda pluma y tremendo cerebro el que se gasta ese costeño.
Un costeño que nos representa con lujo de competencias y que nos hace sentir orgullosos de haber nacido en Colombia.

Esta noticia, la registramos con gusto: Antonio José Caballero desmiente los rumores de su demencia senil.
La registro con gusto, pero si no fuera así, ya Gabo tiene su espacio en la historia mundial. Como él no hay muchos...

luisemilioradaconrado.

Crónica: así es una noche de parranda con el Gabo que todos creen enfermo

Antonio José Caballero estuvo hace pocos días con el Nobel colombiano Gabriel García Márquez y desmiente los rumores de su demencia senil.
Por: Antonio José Caballero, especial para El País.
Miércoles, Julio 11, 2012
Como lo ha dicho en muchas ocasiones, "la escritura es un acto hipnótico", por lo que el escritor debe conseguir que el lector no despierte. 'Gabo', quien cumple 85 años de vida, reconoce que esto es algo que lleva mucha carpintería detrás. Este es un breve resumen gráfico de la vida y obra del Nobel colombiano de Literatura.

Gabriel García Márquez y Antonio José Caballero en casa del embajador de Colombia en México, el domingo de elecciones presidenciales en ese país.
Especial para El País

No es que conozca a muchos. He entrevistado algunos y, casi todos, bien de la Paz o de la Literatura, corresponden a ese premio que les da la humanidad por sus bondades con el entendimiento de los conflictos del mundo o por la magia con las letras que han llenado de historias y de crónicas momentos importantes de nuestras vidas.
Tal vez por eso, por lo que le conozco y por lo que vi y sentí hace una semana en la Ciudad de México, digo que Gabriel García Márquez es, sin duda, el Nobel más noble del mundo.

Lo encontré en casa del embajador colombiano en ese país, José Gabriel Ortiz, y llegó acompañado de su inseparable Mercedes y de Katya González Ripoll, amiga de la familia.

Una vez sentado en la poltrona mayor, fue saludando uno a uno a los invitados al almuerzo preelectoral en la casa diplomática. No fuimos más de diez los comensales, entre mexicanos y colombianos, los que desfilamos al lado de García Márquez y con cada uno tuvo su charla rápida de diferentes temas.
De cine con Jorge Sánchez, productor de ‘Perro come perro’ y otros éxitos del cine azteca; de amigos comunes en Cartagena; de anécdotas recientes con ellos; de la política mexicana que el domingo elegía Presidente y, en fin, de todo lo humano y lo divino para lo que estuvo siempre atento, y lo que más me gusta de la compañía de ese colombiano grande: el apunte sabio y preciso que siempre ha tenido para calificar o para rematar cualquiera de los comentarios.
 
Hablamos incluso de muchas frases de él sobre su vida. En una de esas alguien comentó que una vez dijo el escritor: “Mercedes maneja los odios y yo escribo para que me quieran más”, y el Nobel corrigió: “Yo no dije que ella manejaba los odios. Maneja los rencores, que no es lo mismo”.
 
Carcajada va y carcajada viene fuimos terminando con las viandas acompañadas de buen vino, que García Márquez prefirió blanco, y cuando salimos acompañándolo los del último grupo y todo parecía haber acabado, se acercó como en secreto para invitarnos a tomar un caldo mexicano de tortilla en uno de los buenos hoteles del Distrito Federal, y a esa hora de la madrugada emprendimos camino hacia el Marriot.
Allí, más cerca en mesa pequeña, hablamos rápidamente de Colombia. Me preguntó sobre la situación del país, de la cual vive más enterado que nadie, y comentó: “No sé cuándo vamos a entender que ya no hay más tiempo de estar gritando de una orilla a la otra. Es tiempo de que los de allá vengan acá y viceversa, y sin tanto grito que es el que aturde, hablar las cosas y definir qué es lo que quieren”.
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Remate con música

Algunos recuerdos surgieron después de tomar el ‘caldo madrugao’ y me dijo que tenía ganas de tomar algo con alcohol.
Me levanté de la silla a pedirle al ‘maitre’ que hiciera algo para complacerlo, pero la misión resultó imposible, “porque como están con la ley seca, el Gabo se va y a mí me dan en la madre”, explicó el mexicano.
Entonces salimos hacia su auto y en esas se atravesaron cuatro músicos. Para no perder el remate de esa noche especial les pregunté si sabían quién era el personaje que iba con nosotros: “Pues es don García Márquez”, respondieron, y sin ninguna otra orden desenfundaron violines, guitarras y trompetas, y todos comenzamos a cantar ‘Las mañanitas’. Más adelante, y ya con la voz del Gabo integrada al coro, entonamos ‘México lindo y querido’.
 
De esa manera, terminamos con música lo que comenzó como un delicioso almuerzo-parranda, que nos dejó ver de nuevo y de cerca al más universal de los colombianos.
Esto lo cuento porque lo vi y lo viví, y me da tristeza de que a este hombre que nos ha hecho llegar en todos los idiomas a todas partes del mundo con su literatura, se le trate tan mal provocando comentarios sensacionalistas que no corresponden, ni mucho menos, con lo que ha sido él con Colombia: el abuelo Nobel más noble del mundo, que ahora vive sus tiempos como quiere y con los que quiere.