Ante el obstruccionismo republicano, Barack Obama recurrió a las órdenes ejecutivas para aprobar las regulaciones más importantes de su Presidencia. / Foto: EFE
Barack Obama estaba sonriente,
desafiante. Después de siete años y medio de un
obstruccionismo terco por los republicanos, de soportar ataques racistas (sobre
su origen, sobre su religión), de haber tenido que luchar solo a través de
órdenes ejecutivas (mecanismo que los presidentes usan para expedir
regulaciones sin pasar por el Congreso), el 56 % de los estadounidenses
aprobaban su trabajo como presidente y varias de sus apuestas de más largo
aliento (en Cuba, Irán y sobre cambio climático) se estaban afianzando como
triunfos. Además, un payaso misógino, racista, xenófobo y notablemente
ignorante sobre los problemas del país era el oponente de Hillary Clinton,
quien se había comprometido a proteger su legado cuando llegara a la Casa
Blanca.
Por eso, hablando ante el grupo de congresistas
afroamericanos, Obama fue vehemente:
“Puede que mi nombre no esté en el tarjetón, pero nuestro
progreso está en el tarjetón; la tolerancia está en el tarjetón. La democracia
está en el tarjetón. La justicia está en el tarjetón. Los buenos colegios están
en el tarjetón. La esperanza está en el tarjetón. Y, sí, el miedo también está
en el tarjetón”, dijo. Antes había dicho que tomaría como un insulto
personal que los afroamericanos no fueran a votar por Clinton.
Dos meses después, Donald Trump ganó la elección
bajo la promesa de borrar todas las políticas del actual presidente, y los
republicanos mantuvieron el control mayoritario del Congreso.
Cuando Obama recibió al presidente electo en la Casa
Blanca, su expresión era cortés, pero sombría; de alguien resignado con la
fragilidad de su legado.
Sí, podemos
Obama llegó a la Presidencia impulsado por un mensaje de
cambio que motivó a muchos, especialmente a los jóvenes y a grupos de votantes
que usualmente no votan tanto, como los afroamericanos. El fenómeno de su
candidatura se contagió a nivel mundial, al punto que llegó a dar un discurso
en Berlín frente a 200 mil personas. No en vano su sola llegada a la Casa
Blanca fue suficiente para que le concedieran el Premio Nobel de Paz, uno de los
galardones que más críticas le ha ganado a la academia noruega.
En términos políticos, los demócratas tenían una abultada
mayoría en el Congreso, pero se enfrentaban a una recesión que había disparado
la tasa de desempleo y que amenazaba con enterrar industrias que históricamente
han estado en el corazón de la economía estadounidense, como la
automotriz. Obama entonces llegó a la Presidencia con tres prioridades:
frenar el colapso financiero, realizar reformas que evitaran que se repitiera
una crisis del mismo estilo y avanzar en su agenda progresista.
Sin embargo, no contaba con algo: la
implacable oposición republicana. El presidente que había
alcanzado fama nacional con un discurso en la Convención Demócrata de 2004,
donde habló de la necesidad de encontrarse en las diferencias y superar la
polarización entre los partidos políticos, se chocó de frente con un Partido
Republicano que, pese a ser minoría, no accedió a conversar con él, y promovió,
a veces de manera activa y otras con su silencio cómplice, discursos de odio
que radicalizaron a un sector del electorado en contra de Obama y el
Partido Demócrata.

Por eso, la reforma del sistema de salud,
conocida como Obamacare, por ser el proyecto insignia del
presidente demócrata, pasó sin un solo voto republicano en 2010. Ese
mismo año los demócratas perdieron el control de la Cámara de Representantes, y
empezaron seis años de bloqueo legislativo a todas las propuestas de Obama. Eso
llevó a que el presidente, frustrado, usara las órdenes ejecutivas en temas tan
sensibles como inmigración y las regulaciones ambientales para avanzar con su
agenda. El problema es que, por la naturaleza de esas medidas, quien ocupe la
Casa Blanca puede, literalmente, borrarlas de un plumazo si así lo desea. Y eso
es lo que han prometido hacer Trump y los republicanos.
Obamacare
Desde su expedición, la reforma al sistema de salud ha
sido utilizada por los republicanos como ejemplo de un programa de gobierno
demasiado invasivo en los derechos individuales.
Durante el trámite de la ley corrió el rumor de que
serviría para instaurar “paneles de la muerte”, donde juntas de médicos
decidirían a qué pacientes prestarles servicios y a cuáles no. Ese es el
talante del debate impulsado por ciertos sectores de la derecha. Después,
las críticas se han enfocado a los costos. La página de campaña de
Trump dice que “desde 2010 los estadounidenses han tenido que sufrir la
increíble carga económica de esta ley”. Rand Paul, senador republicano,
dijo después de las elecciones que el primer mes del nuevo Congreso será
dedicado a “revocar las regulaciones del Obamacare”.

Sin embargo, en este punto no la tienen tan
fácil. A diferencia de las órdenes ejecutivas, las reforma del sistema de salud
son una ley, lo que implica que ciertas partes de ella pueden ser defendidas
mediante la oposición demócrata en el Congreso.
Más importante aún, el principal reto que enfrentarán los republicanos es
que Obamacare ha funcionado. Pese al aumento en los costos en
los seguros (que estaba programado y que es compensando por subsidios dentro de
las regulaciones hoy vigentes), el principal éxito es que cerca de 20 millones
de estadounidenses que antes no tenían cubrimiento hoy lo tienen.
Uno de los aspectos más populares de la
medida, que prohíbe negar cobertura por condiciones médicas preexistentes,
depende económicamente de un aspecto que los republicanos prometieron revocar:
la sanción a quienes no contraten el seguro médico.
Si en efecto Trump y compañía deciden cumplir su promesa,
tendrán que ofrecer una alternativa viable para no volver a aumentar el número
de personas sin seguro médico y colapsar la sostenibilidad del sistema. Hasta
el momento su única propuesta era destruir la ley. Tal vez por haber
entendido eso, después de su reunión con Obama, el presidente electo moderó su
discurso sobre la reforma.
Inmigración
Una orden de 2012 permite que cerca de 700 mil hijos de
inmigrantes ilegales se queden en el país con permisos de trabajo siempre y
cuando renueven esa autorización periódicamente. El plan de Obama era otorgar
un estatus casi legal hasta a cerca de cinco millones de inmigrantes.
Paradójicamente, como lo reportaron Politico y Newsweek, Trump puede desmantelar el
programa y, como tiene los registros de dónde están estas personas, deportarlos
con mayor facilidad.
Medioambiente
A través de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por
sus siglas en inglés), la administración Obama expidió una regulación que le
permite, básicamente, evitar la apertura de nuevas plantas de carbón. El
Departamento de Energía, por su parte, empezó un programa de subsidios para
fomentar las energías renovables, lo que duplicó la producción de la “energía
limpia”, según constata Politifact.
El cambio más importante, sin embargo, se dio en el
ámbito global, donde Estados Unidos se comprometió con el histórico Acuerdo de
París, que busca combatir el cambio climático. En su momento, Obama dijoque esta iniciativa era la “mejor oportunidad para
salvar al planeta”.
Cuba e Irán
Obama ha sido abierto sobre el orgullo que le produce
haber recuperado la relación con Cuba, levantando restricciones impuestas desde
1960. También ha presentado su acuerdo con Irán, que eliminó sanciones
a cambio de poder supervisar de cerca su programa nuclear, como la única forma
de evitar una eventual guerra.
Estos dos casos son los triunfos de la “Doctrina Obama”
en relaciones exteriores: un cambio en la manera en que Estados Unidos entiende
el mundo. Ambos acuerdos se consiguieron gracias a una apuesta por el
diálogo y la diplomacia, una actitud muy criticada en un país acostumbrado a
imponer su voluntad a partir de la mano dura.
¿Barack quién?
Obama le dijo a The New Yorker, después de la
victoria de Trump, que no cree en el apocalipsis hasta que éste no
llega, que la gente olvida que su discurso más famoso, el del “Sí, podemos”, lo
dio después de una derrota, y que en la historia es común que se den pasos
hacia atrás después de algún progreso.
Pero Trump está en una posición de poder ineludible para,
si lo desea, borrar las medidas que venimos discutiendo, así como la feroz
defensa de los derechos LGBT, el repudio a la tortura y tantos otros proyectos
que caracterizaron a la administración Obama.
El 8 de noviembre Hillary Clinton perdió
millones de dólares y toda una carrera enfocada a llegar a la Casa Blanca, pero
Barack Obama puede haber perdido el corazón de su Presidencia y su lugar en la
historia.
jrincon@elespectador.com