Son
esas personas que te abrazan y recomponen tus partes rotas. Con las que
has recorrido la vida.
Las que te han enseñado por las buenas. Las que
te han mostrado el mundo como un lugar maravilloso en el que vivir.
Pero, sobre todo, las buenas personas son por las que cada día coleccionas motivos por los que merece la pena esforzarse y ser feliz. Las buenas personas no son prepotentes ni paternales sino que, al contrario, son personas pacientes. Porque la paciencia es la virtud que enmarca la capacidad de dar libertad y margen de error a las personas que tenemos delante.
El
arte de la bondad es un bien escaso, pero quizás más común de lo que
creemos. No todos somos buenos y malos en nuestra totalidad, pues en
nuestro interior damos cabida a todo. Además, esto generalmente depende
del cristal desde el que se mire. Sin embargo, hay ocasiones en
las que nos tropezamos con personas que no están corrompidas por la
sociedad y sus intereses, y que son incapaces de hacer daño a una mosca.
Puedes reconocerlas fácilmente, pues desde que las conociste eres mejor persona, te han fortalecido y han enriquecido tu interior.
La bondad auténtica es tener el valor de salir en defensa de lo que está bien
Las buenas personas tienen un sentido justicia y del bien que es especial. Sus palabras siempre son esperanzadoras y, si tienen que elegir, te darán una lección de vida. Son personas íntegras que van más a allá de las obligaciones morales y siempre tienden su mano para ayudar. Hacen lo correcto aunque nadie esté mirando y eso es lo que las hace valiosas.
“Ninguna buena acción, por pequeña que sea, será una pérdida”
De la Calle se convierte en un rival poderoso y potencialmente imbatible.
La
prueba de que la candidatura presidencial de Humberto de la Calle tiene
mucho potencial es que ya le están creando impedimentos supuestamente
éticos, e invitándolo a que se conforme, por ahora, con ser prohombre y
posiblemente que ascienda posteriormente a “anciano de la tribu”, pero
que no se le vaya a ocurrir postularse para la presidencia. El
argumento es absurdo, se basa en que Humberto debería considerarse
impedido para aspirar a la presidencia por haberle hecho un gran
servicio al país como artífice que ha sido de un proceso de negociación
de la paz que culminó satisfactoriamente en un acuerdo que tiene a los
antiguos guerrilleros concentrados en campamentos que ellos se han
resignado a equipar precariamente, ante la incapacidad del Gobierno de
haber provisto oportunamente mejores condiciones, y que esta semana ya
comenzó la entrega de las armas de las Farc, por ahora un acto
simbólico, pero difícilmente superable en importancia.
Con
este logro en su haber, De la Calle se convierte en un rival poderoso y
potencialmente imbatible, como posteriormente lo comprueba la encuesta
Gallup que publicó este diario la semana pasada. Su fortaleza, si se
lanza como candidato, proviene precisamente de ser ‘de la paz, para la
paz, por la paz’. Por esta razón le inventan impedimentos “morales”
sobre bases que no tienen validez. Es como si a Simón Bolívar le hubiera
pedido Santander que no aprovechara políticamente haber liberado a la
Gran Colombia y se quedara de Libertador, dejándole a Santander vía
libre a la presidencia. Pero este tipo de argumentos también los
pueden esgrimir otros para pedirle a Germán Vargas que se abstenga de
ser candidato porque no le queda bien haber construido tanta vivienda
popular con dinero público, haber viajado a todas las regiones a
repartirla y haber planeado tantas carreteras para salir a cobrar esto
como candidato presidencial; o que Clara Eugenia López no puede aspirar a
ser presidente porque le hizo un gran servicio a Bogotá cuando se
desempeñó como alcaldesa. El único candidato viable sería entonces
el que no tiene experiencia ni trayectoria, que es el que tendría la
‘virginidad requerida’ para tener éxito en las próximas elecciones. Los
que predican ese requerimiento son los mismos que dicen que la paz ya no
está en juego y que hay que pasar esa página, como si no fuera esta la
etapa más crítica para el futuro de Colombia y no estuviera en juego el
destino del país, ahora que apenas comienza el posconflicto. Fernando
Cepeda, vocero de otra variante de la tesis de la ‘virginidad’, dice
que el próximo presidente va a ser alguien que pueda demostrar que no
pertenece al establecimiento. Paradójicamente, en Colombia, en este
momento, los que no pertenecen al establecimiento son Santos y De la
Calle, por haberse comprometido a sacar el acuerdo de paz, contra viento
y marea, y continuar firmes en su compromiso. Eso es lo que
mortifica a los que dicen que un aprovechamiento político del proceso de
paz no parece acorde con la dignidad de Humberto de la Calle. Pero lo
que es evidente es que con él se tiene la certeza de que la paz va a
salir adelante, y no la corrupción; y de que el Gobierno va a cumplir
durante otro cuatrienio con lo acordado. Esto es muy importante
porque nada le haría más daño al país que incumplirles a los que han
confiado en la palabra del Gobierno. Esa es la razón de Estado por la
cual no es aceptable la tesis de que el acuerdo de paz es solamente un
acuerdo de gobierno. La responsabilidad colectiva es hacer la paz de
verdad, lo que necesariamente implica que las dos partes cumplan y
colaboren activamente para desarrollar y hacer efectivo lo contenido en
el acuerdo de paz.
Cecilia Álvarez Correa defiende la labor que está realizando el presidente Juan Manuel Santos. Hizo parte de ese equipo del gobierno colombiano que ha venido trabajando para que el país siga avanzando. En su columna de ayer en el diario El Tiempo, explica alguna parte de la historia. RADAR,luisemilioradaconrado @radareconomico1
El estornudo
Por Cecilia Álvarez Correa
El país debe reflexionar sobre los retos futuros en materia de infraestructura.
“Un
estornudo en el mapa de Colombia”. Así definió alguien la estrategia de
construcción de carreteras que imperaba en nuestro país hasta 2010.
Una sumatoria de tramos inconexos. No se trataba de una simple gripa.
Ese ‘estornudo’ era sintomático de una enfermedad profunda: la de la
corrupción en el sector transporte. No fue fácil para el primer
ministro de transporte del gobierno Santos, Germán Cardona, poner orden.
Desarrolló herramientas normativas e institucionales que permitieron
despegar al sector. Liquidó el Instituto Nacional de Concesiones (Inco),
origen de muchos de los males, y dio vida a la Agencia Nacional de
Infraestructura.
El
diseño institucional del Inco era paupérrimo y no respondía a las
necesidades de un sector tan importante como el de infraestructura de
transporte. Por el contrario, la ANI se creó como una entidad altamente
especializada para planear, coordinar, estructurar, contratar, ejecutar,
administrar y evaluar proyectos de concesiones y otras formas de
asociación público-privada (APP), lo que le permitió adelantar el
programa de cuarta generación de concesiones, sin duda la inversión más
importante en la historia del país en esta materia. Pero no se
trata solo de un adecuado diseño institucional. Como lo recordaba en
estos días el presidente de la Cámara Colombiana de la Infraestructura,
Juan Martín Caicedo: “Quedó atrás el viejo instituto Nacional de
Concesiones (Inco), permeado por la politiquería y la informalidad”. Los
medios dieron cuenta de que en 8 años el Inco tuvo 14 directores,
varios de ellos involucrados en casos de corrupción. También, que hizo
parte de la economía paramilitar y que hasta con documentos falsos
lograron ocupar la dirección de la entidad. Esa entrega
institucional a la corrupción y la politiquería se pagaba a través de
prácticas como los anticipos o el recaudo de peajes, sin que se hubiera
construido un centímetro de obras, o las adiciones contractuales en
valores, que –según un estudio de la Ocde citado en el Conpes 3760–, en
promedio, representaban un 280 por ciento del valor inicial de los
contratos. Entre 2002 y 2010 se realizaron adiciones por $
8,5 billones, que en los casos más críticos superaban en 4, 6 y 7 veces
el valor inicialmente contratado. Contrasta esta situación con las
acciones de este gobierno, que eliminó los anticipos en contratos de
obra y expidió una normativa para que a los concesionarios solo se les
pague cuando pongan en servicio las obras. Y también con la realidad de
la ANI, que desde su creación solo ha tenido un presidente, Luis
Fernando Andrade, a quien el presidente de la CCI le reconocía
recientemente que “ha logrado que la totalidad de los proyectos de
cuarta generación hayan sido adjudicados con absoluta transparencia,
hasta el punto de que los propios perdedores así lo han reconocido”. El
país debe reflexionar sobre el tipo de institucionalidad que requiere
para enfrentar los retos futuros en materia de infraestructura, para
definir si queremos volver al tenebroso pasado de entrega a la
corrupción, la politiquería, o si continuamos avanzando por un camino de
profesionalismo, responsabilidad e idoneidad. Son imputaciones de
cargos y reos los que responden por las acciones de otros gobiernos.
Son hechos, y miles de kilómetros de carreteras construidos, los que
respaldan la gestión y transparencia de este gobierno en materia de
transporte.