Es
bueno que esto nos quede claro: “El Departamento de Santander fue la cuna de la
industria petrolera y de la producción del gas asociado al mismo en Colombia,
el cual se quemaba en los campos mediante teas que se instalaban en los mismos,
amén de su reinyección para imprimirle una mayor presión a los pozos y de esa
manera obtener una mayor tasa de recobro.
Fue
sólo en 1961 que, mediante la Ley 10, expedida por el entonces Presidente de la
República Alberto Lleras Camargo, se obligó a las empresas operadoras de los
yacimientos petrolíferos “evitar el desperdicio del gas producido…”
Bien
por Amylkar Acosta, por contarnos esa historia…
®rada®luisemilioradaconrado
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EL GAS NATURAL: EL COMBUSTIBLE PUENTE DE LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA
Por Amylkar Acosta
¡PARA LLEGAR A LA TARDE HAY QUE PASAR
POR EL MEDIO DÍA!
ANTECEDENTES
El Departamento de Santander fue la cuna de la industria petrolera y de
la producción del gas asociado al mismo en Colombia, el cual se quemaba en los
campos mediante teas que se instalaban en los mismos, amén de su reinyección
para imprimirle una mayor presión a los pozos y de esa manera obtener una mayor
tasa de recobro.
Fue sólo en 1961 que, mediante la Ley 10, expedida por el entonces
Presidente de la República Alberto Lleras Camargo, se obligó a las empresas
operadoras de los yacimientos petrolíferos “evitar el desperdicio del gas
producido, bien aprovechándolo industrialmente o confinándolo a los yacimientos
para su utilización futura o como fuente de energía para la máxima recuperación
final de las reservas de petróleo”. Se trataba de optimizar el aprovechamiento
de este.
Este es el antecedente más remoto de la producción y el uso del gas
natural en Colombia, que tuvo su hito más importante el 10 de marzo de 1962,
hace 50 años, cuando se puso en funcionamiento la primera planta de tratamiento
del gas de Cicuco y se construyó el primer gasoducto para transportarlo hasta
Barranquilla.
Posteriormente, en 1964, se construyó el siguiente gasoducto para
llevarlo, esta vez, desde el campo de Jobo Tablón hasta el complejo industrial
de Mamonal en Cartagena.

Pero sería sólo el 12 de agosto de 1977, con la inauguración por parte
del Presidente Alfonso López Michelsen de la Estación de producción de gas
natural libre en el campo de Ballena en La Guajira y el gasoducto de PROMIGAS
para transportar el gas desde el más importante yacimiento descubierto hasta la
fecha hasta La Heroica, cuando el gas natural se integró en forma a la matriz
energética.
Posteriormente, en el año 1996 entró a operar el gasoducto de TGI que
transporta el gas desde Ballena hasta empalmar con el que conecta a
Barrancabermeja con el centro del país.
Y ello se dio justo cuando, a consecuencia del embargo petrolero de los
países árabes a los países aliados de Israel llevó a estos a apelar al gas y al
carbón para diversificar sus fuentes de suministro de los energéticos y lo
propio hicieron las multinacionales petroleras, diversificando su portafolio de
inversiones. Ello explica que una multinacional petrolera (TEXAS) se asociara
con la estatal ECOPETROL para la extracción de este gas, al tiempo que otra
(EXXON) se asoció con CARBOCOL para explotar el carbón de El Cerrejón. Desde
entonces el gas natural ha cobrado cada vez una mayor importancia a nivel
global, participando con el 24.7% de la canasta energética y su uso se ha
extendido exponencialmente.
En Colombia, particularmente, se ha masificado su uso residencial, en el
transporte, en la industria y en la generación de electricidad. El mayor
impulso al gas natural se lo dio el ex ministro Guillermo Perry, con su
estrategia del Gas para el cambio (1986 – 1988). El año 2020 cerró con un
número de 10´253.699 usuarios de gas natural en el país, 10´061.213
domiciliarios, 186.760 comerciales y 5.726 entre automotores, industriales y
generadores de energía.
DE LA ABUNDANCIA A LA ESCASEZ
Después del hallazgo de gas natural en La Guajira y en el pie de monte
llanero, las dos principales fuentes de suministro del gas del país, que ya
están en franca declinación, no ha habido otro de su importancia. Las reservas
con que se cuenta, de 3.1 GPC, a duras penas alcanzan para 8 años, de allí la
urgencia de explorar aún más para recuperarlas, ya que desde hace una década
pasamos de la abundancia a la escasez de gas 2, poniendo en riesgo el autoabastecimiento.
Por fortuna, en los últimos días se ha anunciado por parte del Presidente de
ECOPETROL Felipe Bayón descubrimientos muy importantes y esperanzadores que
pueden alejar el fantasma de las importaciones de este energético.
De todos modos, se cuenta con una planta regasificadora de la Sociedad
portuaria El Cayao, localizada en Cartagena, para importarlo ante eventuales déficits
internos de suministros, cuando el parque de generación térmica así lo
requiera.
Este es el escenario que enfrenta Colombia en medio de la crisis
energética a nivel global que ha exacerbado la invasión rusa a Ucrania y las
sanciones impuestas por EEUU y sus aliados de la UE a Putin, que ha elevado
sensiblemente la cotización del gas, superando los US $8 el MMBTU, incrementando
exorbitantemente los precios y las tarifas de energía, atizando de paso la inflación
global. Ello ha venido a interferir la marcha de la Transición energética en
dichos países, obligándolos a dar marcha atrás en su avance, en pos de garantizar
la seguridad y sobre todo la soberanía energética. Claro está que este impasse
puede servir de catalizador a la Transición energética, acelerándola, única vía
para superarlo con éxito.
LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA A LA COLOMBIANA
Es en este contexto en el que se tendrá que seguir avanzando por parte
de la administración Petro en la hoja de ruta de la Transición energética en el
país, que tiene sus propias peculiaridades. Empezando porque mientras en los
EEUU y en la UE el 73.2% de sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)
provienen del sector energético, en Colombia este sólo contribuye a ellas con
el 30%.
Adicionalmente, al tiempo que en el resto del mundo el sector eléctrico
genera el 35% de dichas emisiones, en Colombia sólo el 5%. En Colombia, a
diferencia de los demás países, la principal fuente de emisiones de GEI, con el
45%, es el cambio de uso del suelo, la agricultura, la ganadería y sobre todo
la deforestación, que el año pasado registró la alarmante cifra de 174.103
hectáreas, creciendo el área devastada por segundo año consecutivo (¡!).

En Colombia, como en el resto del mundo, el gas natural está llamado a
servir de combustible puente de la Transición energética y así lo catalogó el
parlamento europeo, integrándolo a su matriz energética con el sello verde,
dándole el mismo tratamiento de las energías renovables. Colombia requiere del
gas natural para avanzar en una Transición gradual, como tiene que ser y
responsable. Y dado que nuestras reservas de gas son tan precarias es
imperativo continuar con la exploración del mismo, pues sólo se encuentra si se
busca, para así garantizar una Transición tranquila. Una de las lecciones
aprendidas de la tragedia que vive la UE es que la Transición energética no
debe poner en riesgo la seguridad y la soberanía energética.
Quienes desestiman la importancia del gas natural en la fase en la que
estamos de la Transición energética, como Jésica Arias, del equipo de energía
de Transforma y Ph.D en Transición energética, afirman que “en la generación
eléctrica tenemos todo el potencial para suplir nuestra demanda a mediano plazo
con fuentes renovables”.
Ello es absolutamente falso, tanto más en cuanto que los principales proyectos
de energía eólica que se están instalando en La guajira sólo entrarían al sistema
interconectado nacional (SIN), si no se presentan más demoras, el 1º de abril
de 2024 (¡!), según el aplazamiento dispuesto por el Ministerio de Minas y Energía
en su Resolución 40181 de mayo 23 de este año.
Además, las fuentes no convencionales de energía renovable (FNCER), dada
su intermitencia, requieren contar con el respaldo de la energía firme que sólo
puede garantizar el parque térmico, que cuenta con 5.400 MW de potencia
instalada y este requiere para operar del gas natural. Y no podemos cometer la
misma insensatez de los europeos de apagarlas asumiendo el riesgo sistémico subsiguiente.

Del gas natural, al igual que del petróleo, podemos decir que es mejor
tenerlos y no necesitarlos que necesitarlos y no tenerlos y peor que depender
de ellos es depender de sus importaciones. Ello fue lo que llevó al Congreso de
la República a expedir la Ley 2128 de 2021, tendiente a promover “el
abastecimiento, continuidad, confiabilidad y cobertura del gas combustible en
el país” y la masificación de su uso “se declara de interés nacional y
estratégico para el desarrollo económico, social y ambiental”. Exponer al país
a tener que importarlo contraviene esta Ley, ello sería impensable.
A guisa de ejemplo, según el Plan Energético Nacional Colombia ideario energético
2050, elaborado por la UPME, para el año 2030 circularían en el país 600 mil
vehículos con motor eléctrico y se proyecta que para entonces tendríamos un
parque automotor de 22 millones de vehículos.
¿Será que se podrá prescindir del uso del gas vehicular y de la mezcla
de los biocombustibles para garantizar la movilidad automotriz?
No, uno y otro contribuyen a la movilidad sostenible.
Lo propio podemos decir del gas domiciliario. Si bien la Transición
energética le apuesta a la electrificación de la economía, si se pretendiera
sustituir el consumo de gas natural por la electricidad en la cocción de
alimentos, el calentamiento de agua y el aire acondicionado, según cálculos del
ex viceministro de energía Manuel Maiguashca ello tendría un costo de $36
billones.
¿Cabe preguntarse quién asumiría semejante costo?