Debe ser
bien interesante leer a Mario Vargas Llosa refiriéndose al caso de Grecia.
Vargas
Llosa, nos va a aclarar algunas cosas…
Lean con calma esto que comenta el nobel: "en nuestros
días, el caballero Cipolla se encarna no sólo en caudillos fascistas y comunistas,
sino, también, en aparentemente benignos dirigentes democráticos, que ganan
limpias elecciones y son capaces, gracias a sus poderes comunicativos, de
imbecilizar a sus propios pueblos, privándolos de razonamiento y sentido común;
en otras palabras, llevándolos a la ruina".
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
El
caballero Cipolla y el desvarío griego: Vargas Llosa
Es evidente el desencanto de los ciudadanos por la medida adoptada por
el Gobierno. FOTO REUTERS
POR: MARIO
VARGAS LLOSA
Mario Vargas Llosa asegura que
“Europa y los gobiernos anteriores al de Syriza sabían muy bien que Grecia no
estaba en condiciones de pagar su estratosférica deuda”.
En el verano
de 1926, Thomas Mann y su familia pasaron unas vacaciones en
Forte dei Marmi; era una época en la que el fascismo estaba en pleno apogeo y
los discursos de Mussolini retumbaban por toda Italia. Con estos recuerdos y el
interés que en aquel decenio se despertó en Europa (y en Alemania en
particular) por el hipnotismo, el espiritismo y las ciencias ocultas, el autor
de La montaña mágica escribió Mario y el mago, un relato aparecido en 1930 en
el que la crítica ha visto siempre una parábola sobre el efecto encantatorio de
líderes carismáticos como Hitler y Mussolini sobre las masas, que, seducidas
por la palabra del jefe, abdicaban de su soberanía y poder de decisión y lo
seguían, ciegas y dóciles, en sus extravíos.
El
espléndido y ceñido relato admite muchas interpretaciones y es, además de una
parábola política, una historia que pone los pelos de punta. En un pueblecito
de la costa, junto al mar Tirreno, Torre di Venere, el narrador
describe un espectáculo en el que un mago hipnotizador, el caballero Cipolla,
hombre malvado, repelente y deforme pero dotado de una fuerza psíquica
irresistible, enajena a todo su auditorio y lo obliga a humillarse y hundirse
en el ridículo más espantoso.
La verdad es
que la lectura de Mario y el mago en clave política es tan actual como cuando
los dictadorzuelos carismáticos campeaban por el mundo entero; en nuestros
días, el caballero Cipolla se encarna no sólo en caudillos fascistas y comunistas,
sino, también, en aparentemente benignos dirigentes democráticos, que ganan
limpias elecciones y son capaces, gracias a sus poderes comunicativos, de
imbecilizar a sus propios pueblos, privándolos de razonamiento y sentido común;
en otras palabras, llevándolos a la ruina.
¿No es el
caso de un Perón, un Evo Morales, un Rafael Correa,
un Daniel Ortega?Ningún ejemplo es más doloroso que el de
Argentina, el país más culto de América Latina: ¿cómo es posible que todavía la
sociedad argentina siga cautiva de la hipnosis suicida con que la sedujo hace
sesenta o setenta años un coronel inculto y fascistón y que ha llevado al país
que fue el más avanzado del continente americano y uno de los más prósperos y
modernos del mundo a la decadencia, la ruina económica y la miseria moral que
representa la presidenta Kirchner?
La culta
Europa no se queda atrás: el espíritu del caballero Cipolla está
transustanciado últimamente en el joven, apuesto y carismático primer ministro
griego Alexis Tsipras. El líder de Syriza convenció a sus
compatriotas de que los terribles males que aquejan a su país son obra de la
Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, empeñados en humillar a
Grecia luego de destruirla económicamente, abrumándola de deudas y exigiéndole
reformas monstruosas que salvarían a los bancos pero empobrecerían más aún a
sus desamparados ciudadanos.
También les
hizo creer que, en vez de someterse a estos poderes malignos, si Syriza ganaba
las elecciones iniciaría una política económica diametralmente opuesta a las de
los gobiernos anteriores, sirvientes de la plutocracia internacional: repondría
a los burócratas despedidos, inyectaría fondos para dinamizar la economía y
crear empleo y rompería todos los compromisos con los organismos financieros,
dejando de pagar la deuda, a menos que los acreedores le concedieran una quita
radical y admitieran que los pagos se hicieran sólo en función del crecimiento
económico. Los griegos le creyeron, llevaron a Syriza al poder y ahora han
confirmado su fe en la palabra del joven carismático dándole un respaldo
contundente en el reciente referendo.

Esta última
consulta griega ha sido una obra maestra de confusión y delirio hipnótico. Los
electores tenían que responder una pregunta incomprensible, sobre si aceptaban
o rechazaban una propuesta que la Unión Europea hizo a Grecia el 25 de junio
¡pero que ya no existía! Impertérrito, Tsipras explicó a los griegos que el
“No” le daría fuerzas para negociar con más éxito en Bruselas, y los griegos
–el 70 por ciento de los cuales no quiere que Grecia se retire del euro ni de
Europa- le creyeron también y el 6l,8 por ciento de los electores votaron por
el “No”.
Este
resultado es pura y simplemente manicomial. La única manera de entenderlo es
recurriendo a la sinrazón y poderes ocultos del caballero Cipolla. Para toda
persona en uso de sus facultades mentales, si algo se votaba en el referéndum
era saber si el pueblo griego quería seguir en Europa, respetando los
compromisos políticos y económicos que ello implica, o romper con la Unión
Europea negándose a aceptar dichos compromisos (que era lo que había venido
haciendo el Gobierno de Alexis Tsipras en las negociaciones).
Ahora bien,
el 61,8 por ciento que votó por el “No” creía votar por una opción inexistente
que sólo aparecía en el discurso del primer ministro griego: no respetar las
obligaciones a que los países de la Unión se comprometen al formar parte de
ella y seguir en Europa pero exigiendo que aquellos compromisos sean cambiados
radicalmente pues así lo decidió en ejercicio de su soberanía el pueblo griego.
¿Hasta
cuándo puede durar este espectáculo lastimoso en el que vemos empeorar día a
día la situación de Grecia? En los meses que lleva en el poder Syriza, la
situación se ha agravado y el país, ahora misérrimo, está al borde de un
colapso económico del que le llevaría décadas recuperarse. Al “corralito”
seguirá el “corralón”, sus bancos quebrarán, no habrá empresas que quieran
invertir en un país en el que la inestabilidad es generalizada y difícilmente
asumirá Rusia (o China) la vertiginosa deuda en la que la ineficacia y la
corrupción de sus gobiernos han ido sumiendo a Grecia.
La verdad es
que Europa y los gobiernos anteriores al de Syriza sabían muy bien que Grecia
no estaba en condiciones de pagar su estratosférica deuda. Dos quitas habían ya
indicado que este supuesto era aceptado por los acreedores y la Unión Europea
había dado muy generosas muestras de comprensión, en función de los esfuerzos
de los gobiernos griegos de hacer reformas e ir cumpliendo con los compromisos contraídos.
Al igual que
Irlanda, España y Portugal, Grecia comenzaba a salir (muy despacio, es cierto,
pero crecía al 3 por ciento) del pozo, haciendo los sacrificios inevitables que
debe hacer un país semiquebrado si quiere rehacer su economía y emprender una
genuina recuperación.
Todo eso se
fue al tacho con el triunfo de Syriza y desde entonces Grecia ha retrocedido
hasta el borde mismo del abismo. No será el mago hipnotizadorAlexis
Tsipras quien encuentre el remedio para esta catástrofe en la que la
cultura que inventó la filosofía, la tragedia y la democracia ha caído por la
irresponsabilidad y desvarío de su clase política. Y no es refugiándose en el
nacionalismo reaccionario (¿por qué será que el Front National de Marine
Le Pen, el facha y eurófobo británico Nigel Farage del UKIP y
los nazis de Amanecer Dorado celebran con tanto entusiasmo el “No” del
referéndum griego?) que Grecia superará la crisis de la que es ella sola
responsable. La magia y el hipnotismo colectivos pueden encaramar al poder a
cualquier demagogo sin escrúpulos, sin duda, tanto en una dictadura como en una
democracia.
Pero los
problemas económicos no admiten recetas mágicas ni son sensibles a los
hipnotizadores. La receta es una sola y es la que han seguido los países a los
que la crisis puso al borde de la catástrofe como Portugal, España e Irlanda,
que están ahora superando aquella prueba y volviendo a crecer, a atraer
inversiones, a recuperar la confianza y el crédito internacionales.
Y es la que,
más tarde o temprano, tendrá que resignarse a seguir el pueblo griego una vez
que descubra que detrás de los magos y pitonisas a los que se ha rendido sólo
había hambre de poder, mentiras y vacío.
Pd:
Gracias Ricardo
Tomado de El
Colombiano