Cosmogonía: Relato mítico relativo a los
orígenes del mundo.
Vamos a leer a Ricardo Plata Cepeda
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FÓSILES: LA ÑAPA DE DIOS
Aunque la ciencia y la economía capitalista, estimulada por la iniciativa privada, tuvieron mucho que ver en esos y otros logros de los últimos siglos, el distintivo de esta etapa de la civilización es su intensidad en el uso de diversas forma de energía, en especial la eléctrica, barata, abundante y confiable suministrada en su mayor parte por combustibles fósiles. Por RICARDO PLATA CEPEDA
Ñapa: Añadidura, especialmente la que se da como propina o regalo.
Cosmogonía: Relato mítico relativo a los orígenes del mundo.

Según la cosmogonía judeocristiana, Dios hizo el día y la noche, el
cielo y el mar, la tierra y los árboles, el sol y la luna, los peces y las aves
en los primeros cinco días de la creación. El sexto día creó al ser humano,
macho y hembra, y les dijo “sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y
sometedla”. Y el séptimo día supuestamente descansó. Pero no, lo dedicó a
esconder bajo el suelo una ñapa para cuando el hombre pudiese multiplicarse y
henchir la Tierra: unas baterías que concentrarían la energía solar recibida
por los árboles y algas primigenias compactadas a presión extrema durante
millones de años. Y las hizo de tres clases para que tuvieran muchos usos:
sólidas, líquidas y gaseosas y las llamó carbón, petróleo y gas.
Y así fue. Nuestra especie surgió en la esquina noreste de África
hace 200 mil años. En el año 1.800 de nuestra era llegamos a ser 1.000 millones
de congéneres.
Llegó también el momento de desenterrar el regalo de Dios para
poder seguir cultivando, alimentando, resguardando, educando, empleando y
transportando una población creciente que 200 años después llegó a 7.000
millones de personas. Siete veces más, en tan sólo esta última milésima parte
de nuestra existencia, al tiempo que mejorábamos como nunca el bienestar social
y material de un porcentaje cada vez mayor de la población. A nivel global en
ese mismo lapso la vida esperada al nacer aumentó en un 40%, la pobreza extrema
se redujo del 85% al 9% y el porcentaje de adultos analfabetas de 90% a 15%.
Aunque la ciencia y la economía capitalista, estimulada por la iniciativa
privada, tuvieron mucho que ver en esos y otros logros de los últimos siglos,
el distintivo de esta etapa de la civilización es su intensidad en el uso de
diversas formas de energía, en especial la eléctrica, barata, abundante y
confiable suministrada en su mayor parte por combustibles fósiles. Y, sí, la
combustión de éstos ha incrementado la presencia de CO2 en la atmósfera
generando un calentamiento planetario, leve comparado con los de otras eras
geológicas a las cuales sobrevivimos con muchas menos herramientas que hoy. Esa
mayor temperatura induce cambios climáticos que han incitado a muchos a
demonizar los combustibles fósiles, sin los cuales, paradójicamente, la mayoría
de ellos no existirían, o no tendrían el nivel de bienestar que les permite su
activismo.
La vida requiere energía y la materia inerte es energía concentrada
demostró Einstein. La intermitencia de las energías solar y eólica, con las
noches y nubes y calmas del viento, exige contar con un alto porcentaje de
carga base confiable propia de los combustibles fósiles, las grandes
hidroeléctricas y las centrales atómicas, estas dos últimas sin emitir gases de
efecto invernadero. Las opciones para la sostenibilidad existen sin el falso
dilema de renunciar al bienestar que muchos han alcanzado.
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