viernes, 15 de junio de 2018

Los votos en blanco Por Eduardo Posada Carbó

Una de las cosas bonitas que tiene Colombia es su libertad.Un país donde el ciudadano se puede expresar sin tantos tapujos.

Esta columna de Eduardo Posada, seguramente, definió una posición que muchos colombianos estaban contemplando: votar en blanco este domingo, donde se definirá quien quedará en la presidenda de la nación: Petro o Duque.

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@radareconomico1
Eduardo Posada Carbó

Los votos en blanco

Si el voto es voluntario, nadie está obligado a votar aquí, ni por Duque, ni por Petro, ni en blanco
 
 
15 de junio 2018 , 12:00 a.m.
“Irresponsable con el país”, “dañino”, “catastrófico”, “bobada o cobardía”, “propiciador del desastre”, “una manera de lavarse las manos”, “autoderrota”, “trampa”.

Estas son algunas de las descalificaciones del voto en blanco, que comenzó a cobrar auge tras los resultados de la primera vuelta presidencial. Hay más: “sofisma de distracción”, “refugio inane para consolarse de una frustración y... desahogarse”, “astuta estrategia”.

La lista parece interminable. Proviene de quienes apoyan a Duque o a Petro, pero quizás más al último que al primero.

Encuentro esta discusión hasta cierto punto extemporánea, excepto, claro está, en sus propósitos políticos, atados a la coyuntura electoral. Es una discusión basada en premisas equívocas y hasta falsas, tanto filosóficas como políticas.


Pero la discusión pública exige espacios más razonables, por encima del catastrofismo recíproco que impide desde ambos polos del debate ver un mejor porvenir nacional.
 
Una y otra vez se nos ha querido imponer el voto obligatorio; una y otra vez la iniciativa ha sido derrotada. Aquí el voto sigue siendo voluntario, por suerte y a pesar de quienes, desde los más distintos campos, han querido impulsar un país de ciudadanos a la fuerza.
Es preciso, pues, aclarar esta primera premisa: si el voto en Colombia es voluntario, nadie está obligado a votar aquí, ni por Duque, ni por Petro ni por la misma casilla en blanco.

El voto en blanco forma parte de las libertades garantizadas por la Constitución, avalado por una sentencia de la Corte Constitucional que, en 2011, lo consideró “una valiosa expresión del disenso con efectos políticos a través del cual se promueve la protección de la libertad del elector” (‘Así ha evolucionado el voto en blanco en Colombia’, El Espectador, 3/6/18).

Quienes aducen el argumento de un supuesto imperativo ético para decidir entre uno u otro candidato están menoscabando, creo, una básica libertad de los colombianos. Estarían arropando en lenguaje moral un argumento en últimas político.
La falsa premisa política proviene del ambiente catastrófico que ha acompañado esta campaña electoral, fruto de los temores recíprocos y extremos desatados desde los campos opuestos. Así, se les quiere presentar a los electores con el dilema de escoger entre las dos tragedias que se avecinarían: o la dictadura o el castrochavismo.

Ni la una ni la otra. Es cierto que hay algo de o ‘un salto atrás’ o un ‘salto al vacío’ en una u otra candidatura. Aunque ambas tienen aspectos de lo uno o de lo otro.

Petro, no obstante, ya pactó “doce mandamientos”, sellados en piedra en su alianza con Mockus, Claudia López e Ingrid Betancourt, incluidos “no expropiaré”, “no convocaré una asamblea constituyente”. No ha habido expresiones similares de Duque para amortiguar las dudas de quienes, desde el centro, las tienen sobre su programa –como, por ejemplo, sobre el futuro del proceso de paz–. Mas no creo posible que, de ser elegido, vaya a desmontar lo conquistado.

Con ello no quiero sugerir que no existan diferencias fundamentales entre los dos candidatos. Pero la discusión pública exige espacios más razonables, por encima del catastrofismo recíproco que impide desde ambos polos del debate ver un mejor porvenir nacional.

Aquí, además, resalta la función del voto en blanco. Como bien ha observado Hernando Gómez Buendía, si bien una de las funciones del voto es decidir entre varias opciones, existen otras funciones similarmente importantes: la representativa y la expresiva (‘Por qué votar en blanco’, razonpublica.com, 11/6/18).

Los que votan en blanco están en su derecho. Y al no sentirse representados ni por unos ni por otros, estarían quizás expresando un mensaje de hastío frente a la polarización. Un llamado al consenso que, de ser voluminoso, ni uno ni otro podrían ignorar.

EDUARDO POSADA CARBÓ