El
editorialista del diario El Colombiano está llamando a la reflexión a unos
colombianos que soltaron todo el rencor en un debate público que nos muestra
cómo el ser humano se hace daño así mismo. El
expresidente Álvaro Uribe continúa su labor… E
Iván Cepeda lo acompaña…
RADAR,luisemilioradaconrado @radareconomico1
EDITORIAL
El debate de los odios
Tan
grande expectativa que había generado el debate convocado por el senador Iván
Cepeda Castro contra el expresidente y también senador Álvaro Uribe
Vélez, no dejó, al final, más que las mismas acusaciones cruzadas,
descalificaciones y un inocultable ánimo de revanchas políticas sin saldar.
La misma convocatoria del debate, sus vueltas entre la plenaria y las
comisiones, tenía la inequívoca finalidad de someter al expresidente a un
juicio público por hechos que han marcado la historia de este país, y que
muchos adversarios políticos quieren ubicar únicamente en cabeza del hoy
senador Uribe Vélez. Entre las dudas y poca firmeza del presidente de la Comisión Segunda, Jimmy
Chamorro, que condujo la sesión apabullado por la adrenalina de los
congresistas; entre las entradas y salidas del propio expresidente Uribe, y
entre el desacato del senador Cepeda a las restricciones que había definido la
Comisión de Ética, que no tuvo mayor dificultad en saltarse, se desarrolló el
debate con un recuento de acusaciones formuladas desde hace mucho tiempo.
Se medían dos hijos de víctimas de la violencia, cuyos padres cayeron
asesinados por ataques provenientes de extremos opuestos.
La presentación del senador Cepeda acudió a un libreto efectista, con punto de
mira en una sola cara de la violencia. Citó fuentes diversas sin aclarar hasta
dónde llegaba el testimonio de los acusadores y dónde enlazaba sus propias
conclusiones al oficiar como fiscal.
La respuesta del expresidente Uribe tuvo un prólogo de acusaciones a todo tipo
de personas, entidades y poderes. Repasó no solo las incriminaciones que le
hizo el senador Cepeda, sino otras que le han lanzado en diferentes ocasiones,
sin apartarse de la línea argumental de defensa que ha sostenido en su larga
carrera pública. Es verdad, como lo dijo el senador José Obdulio Gaviria,
que pocas hojas de vida han sido sometidas a tan riguroso examen.
Muy infortunada la intervención del ministro del Interior, Juan Fernando
Cristo. Exigió intocabilidad para el actual Jefe del Estado. Olvidó muy
pronto sus propias intervenciones como senador, no sólo contra el anterior
presidente, sino contra su actual jefe.
Ahora bien: ya que se abrió el espacio para este tipo de debates, ha de
comenzar el Congreso a realizarlos, no para arrinconar a adversarios políticos
incómodos, sino como espacio para que allí se establezcan muchas verdades
históricas pendientes de dilucidar.
Porque querer hacer aparecer solo a un exgobernante como responsable único de
los fenómenos más dañinos de nuestra historia, sea narcotráfico, sea paramilitarismo,
es no solo una injusticia sino una torpeza política.
Es insultante ver a los voceros de uno de los
partidos históricos, el liberal, sumarse a la causa acusatoria contra Uribe
Vélez, cuando ellos tuvieron la responsabilidad del Gobierno y las mayorías
parlamentarias durante 20 de los 30 años transcurridos entre 1970 y 2000,
cuando los narcos, la guerrilla y los "paras" casi hacen suyo este
país. ¿Dónde queda su propia responsabilidad?
El Centro Democrático, en lugar de dejarse arrinconar, debe también citar
debates, junto con otros partidos, que logren determinar verdades y
responsabilidades históricas sobre el precario desarrollo político, económico y
ético de este país.
Debates bien argumentados, que salgan de esa
espiral de odios y revanchas, de esa retórica envenenada que ayer sufrimos y
cuyo objetivo está muy lejos de la pacificación que dicen ansiar quienes hoy
profesan de purificadores de una historia política en la que pocos pueden
rehuir sus propias culpas.
No sería mucho pedir si exigiéramos coherencia entre los discursos de la paz y
la altura en la controversia, argumentando y hablando con la verdad por
delante.