Amylkar Acosta, ex ministro de Minas y Energía de Colombia
- Columna de Amylkar Acosta
Me
explico, la primera tuvo lugar cuando gracias al invento del motor de combustión
interna, el petróleo y sus derivados desplazaron al carbón como combustible.
Esto ocurrió a mediados del siglo XIX (1863 – 1893). La segunda transición tuvo
como detonante la guerra del Yom Kippur, en octubre de 1973, cuando por primera
vez en la historia se utilizó el petróleo como arma de guerra, al decretarle
los países árabes un embargo petrolero a los países de Occidente, aliados de
Israel, encabezados por EEUU.
Notificados de que dicho embargo podía llegar a repetirse y conscientes de que las mayores reservas de crudo se concentraban en el Golfo Pérsico, las grandes potencias se propusieron blindar su seguridad energética disipando dicho riesgo, diversificando su matriz energética. Y fue así como el carbón, que había sido desplazado por el petróleo, volvió a vivir su segunda juventud al integrarlo a la misma y el gas natural, que hasta entonces sólo había sido un estorbo en la industria petrolera, también se integró a ella.
Por su
parte las grandes multinacionales petroleras, conocidas como las siete
hermanas, entendieron también la inconveniencia de poner todos los huevos en la
misma cesta y se dispusieron a diversificar el portafolio de sus inversiones. Y
así se encontró el hambre con la comida.
En efecto
dos empresas petroleras estadounidenses aterrizaron en Colombia, más
exactamente en La Guajira. Venían tras el
carbón y el gas natural. Una de ellas, TEXAS se asoció con ECOPETROL (mayo, 3
de 1974) para explorar y explotar el más gigante yacimiento de gas, con las
mayores reservas offshore (Chuchupa), Ballena y Riohacha y otra de ellas, la
EXXON se asoció con la estatal CARBOCOL (diciembre, 17 de 1976), a través de su
filial INTERCOR para explotar a cielo abierto el mayor yacimiento de carbón de
Latinoamérica (El Cerrejón).
Feliz
coincidencia, porque justamente en el año 1975 Colombia pasó de ser exportador
de petróleo, por décadas, a tener que importarlo por la súbita declinación de
sus reservas. Las de carbón y gas se convirtieron en el paño de lágrimas para
la Nación, convirtiéndose la región Caribe en la despensa minero – energética
del país. De no haber sido por ello las afugias fiscales del Estado y su
balanza de comercio exterior habrían sido mayores de lo que fueron.
Pues,
ahora, cuando estamos en la tercera transición energética, que tuvo su largada
con el Acuerdo de París (1975), que tiene como propósito la descarbonización de
la economía, nuevamente la región Caribe le extiende la mano a Colombia, toda
vez que el mayor potencial de fuentes no convencionales de energías renovables (FNCER),
especialmente eólica, solar – fotovoltaica y la biomasa están allí.
Sobre todo
en momentos en los que Colombia, según lo que revela el más reciente Informe de
la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) dando cuenta del Balance reservas / producción de gas natural
en el país, las reservas probadas de gas natural siguen cayendo, esta vez el
13% (2023 – 2024), debido a la acelerada declinación de los mayores campos
productores situados en La Guajira y en los Llanos Orientales. Y
concomitantemente con la caída de las reservas probadas, que pasaron de 2.37
TPC a 2.06 TPC, ha venido cayendo también la producción. Mientras la relación
R/P pasó de 6.1 a sólo 5.9 años, al tiempo que la producción bajó desde 1.170
MMPCD en 2023 a 1.707 MMPCD en 2024 y ya en 2025 vamos en 824 MMPCD.
Ello se ha
traducido en un déficit de oferta de gas, que el Gobierno Nacional, con
terquedad aragonesa se ha negado a aceptar, pues para él no se trata de una
escasez sino de maniobras especulativas por parte de las empresas
comercializadoras de gas natural. Lo cierto es que desde el 4 de diciembre del
año anterior, Colombia se ha visto en la penosa necesidad de importar gas, por
primera vez en 45 años, para cubrir la demanda esencial. Esto es, las
estaciones de compresión, la domiciliaria, pequeño comercio, industria, el gas
natural comprimido (GNC) para los vehículos y las refinerías. Por lo pronto se
están importando 40 MMPCD (4% de la demanda), pero hacia el futuro el déficit y
los volúmenes de gas importados serán mucho mayores.
Se estima
por parte de NATURGAS que este año el déficit de la oferta de gas se
acrecentará hasta llegar al 7% y para los próximos años la cantidad de gas
importado será del orden de los 190 MMPCD en 2026, 286 MMPCD en 2027 y 405
MMPCD en 2028. Y ello, en razón de que al tiempo que cae la producción crece la
demanda de gas, cuanto más en cuanto que este es considerado como el
combustible de la transición energética. Ello desde luego ya está teniendo un
duro impacto en el bolsillo de los usuarios, toda vez que el precio del gas
importado es mucho mayor que el del gas extraído en el territorio nacional.
En tales
circunstancias, en las que tanto la seguridad como la soberanía energética
están en tan grave predicamento, una vez más el Caribe colombiano y La Guajira
en particular le tienden de nuevo la mano al resto del país, pues, hoy por hoy,
la mayor apuesta de Colombia para recobrarlas está en SIRIUS, un enorme
descubrimiento de gas costa afuera, cuyas reservas se comparan con las del campo
de Chuchupa cuando fue declarado comercial y duplican las actuales reservas
remanentes.