No me imaginé que la señora Rousseff
se haya tirado el trabajo de Lula. Estuvieron juntos en el gobierno, pero la
mujer no aplicó las enseñanzas necesarias para mantener la economía brasilera.
Argentina… Una vez estuve en
Buenos Aires y entrevisté a algunos empresarios y una de ellas me dijo: “Este
gobierno nos deterioró el ambiente de negocios”. Se bajaron las ventas de los
comercios y su enfrentamiento con entidades como el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial no fue bien recibido en los mercados
internacionales.
Y Venezuela, pues… qué podemos
decir de Venezuela. Es el peor del ranking, a pesar de la fuerza del petróleo…
Como dice el editorialista de LR, la
economía de la región está en problemas.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Cuando la
política afecta a la economía
Jueves,
Diciembre 3, 2015
Acaba de conocerse que la
economía más grande de Latinoamérica, Brasil, está en una recesión aguda con un
descenso de su actividad productiva de 4,5% para este año. Con ese dato, hay
que reconocer que la economía latinoamericana ha entrado en un momento difícil,
encabezado por las otrora consideradas las más poderosas, como Brasil,
Argentina y la petrolera Venezuela. Y aunque, es evidente una gran debilidad en
su evolución productiva por factores externos como la caída de los precios de
las materias primas y la contracción de China, también hay elementos internos
que agudizan la desconfianza y clima para hacer negocios, en especial la
inestabilidad política y las extendidas prácticas de corrupción.
En el caso de
Brasil, su moneda es la que más valor ha perdido
frente al dólar en lo que va de 2015, solo comparable con el rublo ruso. La
devaluación en los últimos 12 meses asciende a cerca de 70%, resultado de
indicadores económicos negativos, pero también de un tenso ambiente político
derivado de la corrupción en la poderosa Petrobras que salpica a la clase
política y a importantes empresas privadas. Mientras tanto, la presidenta Dilma Rousseff es el mandatario más
impopular de los últimos 25 años.
En Argentina,
las cosas no pintan mejor. Ya es un hecho que el nuevo Gobierno elegido hace
dos semanas deberá permitir una devaluación de la moneda en una proporción de
no menos de 20% si quiere recuperar la competitividad, además de un programa de
ajuste de grandes proporciones para frenar el desangre del fisco. El balance que deja el Gobierno saliente no es ni
siquiera aceptable, pues el país lleva varios períodos de estancamiento con lo
que se demuestra que el modelo adoptado deja un saldo en rojo.
La situación de
Venezuela no puede ser más caótica y aunque se
pueda alegar del impacto de la dramática caída de los precios del petróleo, la
verdad es que los resultados del modelo bolivariano implantado hace más de una
década, han sido desastrosos. La inflación ronda 200% este año, la devaluación
alcanza niveles increíbles y una contracción económica ya está en 5%. De nuevo, la corrupción aparece como un elemento que
estimula la desconfianza que debería reflejarse en las próximas elecciones regionales.
En forma paralela, en los tres
países, los problemas de gobernabilidad son graves: Venezuela pasa por un
período de inestabilidad y no es exagerado decir que su democracia está en
peligro. En Brasil, los problemas no le auguran un buen final para Rousseff y
por el contrario podría no terminar su mandato, en el tanto que en Argentina
resulta claro el agotamiento del modelo de izquierda liderado por el
kirchnerismo.
No es un asunto de añorar el
pasado glorioso en estos países. Es sencillamente entender que las condiciones
económicas no son las mismas de antes.
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