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Lagos y lagunas
en crisis
Si bien la producción de basura
por persona depende del tamaño de la ciudad y de las condiciones económicas de
sus habitantes, se acepta que en Colombia este promedio es de 0,62 kilos por
persona al día.
De esa producción, según
estudios de la Cámara Pulpa, Papel y Cartón de la Andi, solo recolectan el 70%,
por lo que más de 30 mil toneladas diarias llegan a sitios no aptos para su
disposición, como ríos y arroyos, entre otros.
Si lo anterior se aplica al
Departamento del Atlántico, donde hay más de 2.800.000 habitantes en sus
centros urbanos y a ello le sumamos los vertimientos de las aguas residuales
domésticas generadas en la mayoría de sus municipios, que utilizan las cuencas
y subcuencas como sumidero, tenemos una explicación del deterioro de nuestros
cuerpos de agua, que en esas condiciones se constituyen en fuente de generación
de vectores que afectan la salud de la población.
Esfuerzos para solucionar tal
situación han sido llevados a cabo en Barranquilla, Baranoa, Galapa, Luruaco,
Suan, Repelón, Manatí, Malambo y Candelaria, entre otros. Con el apoyo de la
CRA y del Ministerio de Vivienda, esas localidades, más algunas que son
operadas por la Triple AAA, cuentan hoy con algún sistema de tratamiento de
aguas residuales, a lo que hay que sumarle el programa de saneamiento de
Soledad financiado en su totalidad por la CRA.
Pero preocupa enormemente que
la Gobernación lleva más 3 años discutiendo la asignación de un operador del
servicio de alcantarillado y agua potable para el sur del Atlántico, sin que a
la fecha exista un resultado. Hoy el Fondo de Adaptación y la CRA están
entregando los sistemas de recolección y disposición final de aguas servidas del
Sur sin que exista un ente constituido que asuma la prestación del servicio, ni
la operación y mantenimiento del mismo. Esa responsabilidad les quedará a las
alcaldías que, como es conocido, no cuentan con recursos técnicos ni
financieros para asumir el manejo de dichas obras, mucho menos después de la
inundación de 2010.
Lo anterior puede fácilmente
conducir al deterioro de estas obras como consecuencia de una falta de gestión
oportuna, lo que implicaría tener que construirlas nuevamente. Pensar esto no es
exageración, pues ya pasó con la planta de tratamiento de Palmar de Varela: fue
construida hace 15 años, con tamaño y capacidad que superaba en más de 10 veces
las necesidades del municipio, pero como nunca operó, y ante la necesidad de
tratar las aguas servidas, construyeron otra al lado. ¡Y cuidado que nos
construyen una tercera al pie de las dos existentes porque la última tampoco ha
servido!
Por años, ciénagas, lagunas y
lagos han venido nutriéndose de las aguas servidas, por lo que es urgente
evitar que estas sean la fuente que los alimenta. La razón es que si a tal
contaminación le sumamos la ausencia de lluvias que hubo en 2013, las pocas de
septiembre y octubre de 2014, más el Fenómeno de El Niño que vivimos en 2015
–con un nivel de evaporación de un centímetro por día y la falta de absorción
de los suelos por el aumento de las zonas duras– tenemos que todos estos
factores agotan y disminuyen el volumen y la extensión de nuestros cuerpos de
aguas. Es decir, quedan expuestos a desaparecer.
@clorduy
clorduym@gmail.com
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