Por Juan
Arias
EL PAIS,
Madrid 30-3-2013
La
Iglesia ha encontrado un líder ¿Y el mundo político? – La
Iglesia ha sido más rápida que el mundo político.
Ambos
estaban hasta ayer en profunda crisis de identidad.
La
Iglesia hundida en sus escándalos vaticanos y convertida en un
“fósil”, en expresión dura del teólogo brasileño Leonardo Boff, con sus
iglesias vendidas para convertirlas en salas de fiestas nocturnas y los
confesionarios en muebles bar.
Y el mundo
político se encuentra perdido en una profunda crisis, no sólo económica
sino también de valores, huérfano de liderazgo, en plena revuelta
civilizatoria sin saber por dónde tirar.
Ambas
instituciones, la religiosa y la laica, se arrastran sin horizontes para
sus jóvenes generaciones, dando palos de ciego.
En ese
panorama, la Iglesia, con sus dos mil años de historia, sus santos y
demonios, sus inquisiciones y sus mártires de la caridad,
- ha
conseguido encontrar un líder mundial
- cuando
empezaba a resbalar por el barranco de la desesperanza.
Y lo ha
hecho a través de un puñado de cardenales, la mayoría ancianos y
conservadores, reunidos durante dos semanas en Roma, sin grandes
alharacas y revestidos de misterios y secreto, pero que
- se
dieron cuenta que el eje del mundo ha cambiado,
- ya no es
Europa, sino que se ha trasladado a los países emergentes.
- La
Iglesia acabó viéndolo y se fue a buscar el nuevo líder a las
Américas.
“Me
buscaron muy lejos”, subrayó significativamente el papa Francisco al
aparecer en el balcón la tarde de su elección.
El papa
Francisco, que sigue llamándose sacerdote y obispo, no papa, se ha
convertido, en menos de un mes al mando de la nave Iglesia, en el
personaje más en vistas del planeta, como un día lo fueron un Gandhi o un
Luther King.
Con un
puñado de gestos simbólicos,
- ha dado
rienda suelta a una auténtica revolución religiosa y política
- que
empieza a resonar más allá de la misma Iglesia.
¿Y el
mundo político qué está esperando?
Una
vez Stalin preguntó
cuantos ejércitos tenía el papa de Roma.
Hablaba de
armas, pero
- la
Iglesia es un ejército con otras armas en sus manos, que empezaban a
oxidársele
- Es una
institución, a pesar del peso de errores que arrastra, de las mejor
organizadas
del mundo,
que cuenta con la friolera de
- 1.200
millones de fieles,
- un
ejército de más de 1.000.000 de sacerdotes y religiosos,
- con
114.736 instituciones asistenciales en el mundo;
- 5.246
hospitales;
- 74.000
dispensarios y leproserías;
- 15,208
residencias de ancianos incurables;
- 1.046
universidades;
- 205.000
colegios;
- 70.000
asilos nido con 7.000.000 de alumnos;
- 687.282
centros sociales y
- 131
centros de personas con sida en 41 países.
Una vez el
líder comunista italiano Enrico Berlinguer, que no era
creyente pero acompañaba los domingos a misa, a su mujer e hijos que si
lo eran, a los que esperaba en la puerta de la Iglesia, solía
decir:“Si nosotros los comunistas tuviésemos a un millón de mujeres y
hombres, como las monjas y religiosos católicos, con voto de obediencia y
dispuestos a cualquier sacrificio, haríamos una verdadera revolución
social”.
Y es esa
revolución social la que el nuevo papa Francisco ha empezado a llevar a
cabo en la Iglesia y que el mundo político parece incapaz de
hacerla, sumergido en sus recetas de sacrificios y recortes a los más
débiles, mientras se multiplica como una cizaña maligna, la corrupción de
políticos y banqueros.
Si al
mundo de hoy le falta un gran líder, capaz de devolver esperanza y abrir
nuevos horizontes a una sociedad desencantada y en ruinas,
- la
Iglesia parece haberlo encontrado.
Y no un
líder místico, encerrado en sus rezos, con una visión arcaica y
autoritaria de la fe, sino alguien que ha pedido a los soldados de ese
ejército hoy bajo su mando, que
- dejen de
ser “coleccionadores de antigüedades” y cultivadores de “teologías
narcisistas” y
- se vayan
a manchar sus pies con el barro “de las periferias del
mundo”,
- donde se
encuentran los más explotados por el poder.
Un jesuita
que posee “racionalidad y fe”, como afirman quienes le conocen de cerca,
que además de teología ha estudiado psicología y literatura, y que al
mismo tiempo ha escogido como símbolo papal un “corazón franciscano”,
puede llegar a ser más que un mero líder espiritual de una Iglesia.
Sus
antecedentes como arzobispo y cardenal de Buenos Aires y sus primeros
gestos de desapego a las apariencias y símbolos del poder vaticano para
poner su énfasis en
una
Iglesia que debe ser “pobre y para los pobres”, lo están ya
convirtiendo también en una referencia política y social del mundo.
Es
justamente el mundo el que está entendiendo – de ahí la perplejidad y
hasta miedo de ciertos políticos – que el papa Francisco, no es sólo un
religioso que se contentará con lavar los píes a los pobres y visitar
favelas.
Los
poderosos han empezado a entender que apostar
- por los
desheredados de la Tierra,
- por la
escoria del mundo,
- por los
desahuciados,
no sólo
para consolarlos, sino también
- para
elevarles social y culturalmente,
- para
despertar en ellos
- la
fuerza de su dignidad como personas,
- sus
derechos y su espíritu crítico, equivale a una nueva revolución
mundial.
Y que su
mentor puede acabar siendo más que un mero líder espiritual.
El papa Francisco le dice al rabino judío argentino Skorka,
en su libro Entre el cielo y la tierra que a él “le
gusta la política”, concebida como “la fuerza responsable del
bienestar de la gente“.
Le cuenta
que cuando se encuentra con agnósticos y ateos “no les habla de Dios”,
sino que les pregunta si están dispuestos a empeñarse en la lucha
contra las injusticias perpetradas contra los más desamparados
del sistema, ya que eso le basta. “Sólo les hablo de Dios si ellos me
hablan”, comenta.
A una
madre que desesperada, se le quejaba, en Buenos Aires, de que su hijo
joven había abandonado la fe, el entonces cardenal Bergoglio, le
preguntó:
- “¿Sigue
su hijo siendo una buena persona que se interesa por los demás?”
- La mujer
le dijo que sí.
-
“Entonces quédese tranquila. Su hijo sigue creyendo en lo que debe
creer”, la consoló.
Un líder
así, puede crear esperanza en unos y temores en otros, ya que está
pidiendo a una Iglesia anquilosada y en buena parte aburguesada, que
salga de la retaguardia para ir a combatir a la primera línea del frente,
puede acabar convirtiéndose en una referencia mundial de lo que el
teólogo Boff llama “un liderazgo no autoritario, de valores universales
en el que lo importante no es ya la institución Iglesia sino la humanidad
y la civilización que hoy pueden ser destruidas”.
Como un
día surgieron líderes capaces de sacudir al mundo como Gandhi, Luther
King o Mandela, entre otros, es posible que a esa lista de líderes contra
la violencia y contra las discriminaciones de los diferentes, haya que
añadir pronto al papa Francisco.
Eso si le
dejan actuar en paz, sin blindarle en los palacios vaticanos,
que por ahora ha descartado, impidiéndole de acercarse y de escuchar
demasiado a la gente.
En Brasil,
para el viaje a Río del papa, el próximo julio, con motivo de la
Jornada Mundial de la Juventud, las autoridades le han
preparado un blindaje de 750 policías civiles y militares para proteger
su vida, y que le acompañarán día y noche.
No será
fácil, sin embargo, blindar del todo a un papa que ha pedido a los
sacerdotes del mundo entero que no tengan miedo de “perder la
propia vida”, si su empeño social y religioso se lo exigiera.
Jesús fue
crucificado con poco más de 30 años. Los primeros cristianos, apóstoles,
obispos y papas acabaron todos mártires de su fe y de su desobediencia al
poder que les pedía que se arrodillase ante él.
El viernes
santo pasado, el papa Francisco se echó en la Iglesia de bruces
al suelo en adoración no a los poderes del mundo.
Lo hizo en
señal de fidelidad a aquel Jesús que predicaba que
- “quién
defiende la propia vida la perderá” y que
- los “que
se humillan serán ensalzados”.
Los
cobardes, al final, son ya vivos muertos, como decía Gandhi.
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