Esa es la noticia.
El Banco Mundial nos
había recomendado que tocáramos el tema.
Proteger a nuestras
familias. Y no descuidarnos.
Eso era bueno, porque
al principio, no dimensionamos el peligro.
Para nosotros era
algo pasajero.
No olvidemos que
China es uno de los países más poderosos del planeta y lo que ocurre allí
repercute en el orbe. Nada que hacer. Igual pasa con Estados Unidos. Lo mismo
en India, América Latina, Europa… en fin. Esto se volvió algo global.
Las nuevas tecnologías
también nos cambiaron la vida.
Mi hija Sandra vive
en Australia.
Igual María Elena,
una de nuestras mejores amigas. Y hasta allá llegó el coronavirus.
Estoy en contacto con
Sandra y vamos siguiéndole el rastro al coro. El coronavirus está en nuestras
familias y no debemos permitir que nos golpee y nos cambie el rumbo.
Atentos para no
cometer errores fatales.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Una
acción rápida puede ayudar a los países en desarrollo a limitar los daños
económicos de la enfermedad por coronavirus
09 DE MARZO DE 2020
El brote de la nueva enfermedad por coronavirus (COVID-19) ha causado ya
un alto costo en vidas humanas y se reconoce por lo que es, una emergencia sanitaria mundial. A medida que el virus se
propaga por el planeta, la pregunta es ahora si se pueden proteger las vidas de
las personas y detener los daños económicos.
A partir de experiencias pasadas, sabemos que una acción
firme, coordinada y rápida marca la diferencia cuando la economía mundial
enfrenta una amenaza común. Eso está empezando a
ocurrir. Diversos países han anunciado programas de estímulos, varios han
reducido las tasas de interés y tanto el Grupo Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional (i) han dado a conocer
grandes paquetes de asistencia financiera para ayudar a los países a afrontar
la crisis sanitaria y limitar los perjuicios económicos.
En las próximas semanas, todos los países deberán tomar medidas de
políticas concretas para proteger a sus poblaciones y reducir los daños a sus
economías.
Sin embargo, lo que viene será crucial: en las próximas semanas, todos
los países —incluso aquellos que no tienen ningún paciente con la enfermedad
por coronavirus— deberán tomar medidas de políticas concretas para proteger a
sus poblaciones y reducir los daños a sus economías.
Nadie puede predecir de manera fiable el impacto económico total.
Demasiado depende de cosas que son imposibles de saber, como la duración del
brote, la cantidad exacta de países afectados y la magnitud de la movilización
y mantención de una respuesta normativa rápida, coordinada y concertada. Pero
sí sabemos que el brote se manifestó en un momento en que la economía mundial
estaba débil, cuando el crecimiento global empezaba a recuperarse de su tasa más baja (i) desde la crisis
financiera de 2009.
Esto tiene consecuencias preocupantes para los países en desarrollo:
condiciones más estrictas de los créditos, un crecimiento más débil y el desvío
de recursos públicos para combatir el brote podría disminuir los fondos
disponibles para prioridades de desarrollo fundamentales. Una recesión
económica podría afectar también la lucha contra la pobreza extrema. Es
imprescindible, por lo tanto, que los encargados de formular las políticas en
todas partes reconozcan de qué manera los daños económicos se pueden traspasar
de un país a otro, y actúen rápidamente para prevenir que se propaguen.
Es probable que ese traspaso se produzca a través de diversas vías. La
primera es el comercio: las cadenas de valor mundiales, que representan alrededor de la mitad del comercio mundial (i), se ven
interrumpidas por cierres de fábricas y retrasos en la reanudación de las
operaciones. La segunda son los flujos financieros externos, que se podrían
retirar de los países afectados por esta enfermedad. La tercera es el capital
nacional —tanto humano como financiero— que está empezando a ser desaprovechado
a medida que las fábricas están inactivas y las personas permanecen en sus
hogares. La cuarta es el transporte y el turismo, una importante fuente de
ingresos para numerosos países en desarrollo (i) que está
disminuyendo con la baja de la demanda y el aumento de las restricciones para
viajar. Por último, las bruscas caídas de los precios de los productos básicos
perjudicarán a los países en desarrollo que dependen de ellos para obtener
ingresos que tanto necesitan.
Los Gobiernos deben evitar las políticas proteccionistas, que podrían
empeorar las alteraciones en las cadenas de valor mundiales y aumentar los ya
elevados niveles de incertidumbre. Pero más importante aún, los Gobiernos deben
evitar la restricción de las exportaciones de alimentos y productos médicos
necesarios y, en cambio, trabajar juntos para apoyar una mayor producción y
asegurar que los recursos lleguen a los lugares donde más se requieren.
Para hacer frente a estos desafíos será necesaria la cooperación mundial.
Los Gobiernos deben evitar las políticas proteccionistas, que podrían empeorar
las alteraciones en las cadenas de valor mundiales y aumentar los ya elevados
niveles de incertidumbre. Pero más importante aún, los Gobiernos
deben evitar la restricción de las exportaciones de alimentos y productos
médicos necesarios y, en cambio, trabajar juntos para apoyar una mayor
producción y asegurar que los recursos lleguen a los lugares
donde más se requieren. En el mediano plazo, y a medida que las condiciones
económicas mejoren, la recomendación para los responsables de las políticas es no
mirar introspectivamente, sino incentivar a las empresas a mantener altos
niveles de inventarios y a diversificar a sus proveedores para gestionar mejor
los riesgos.
Además de la cooperación, será necesaria la asistencia internacional,
particularmente para los países de África al sur del Sahara que carecen de la
infraestructura sanitaria que se requiere para frenar la pandemia. Y todos
los países deben colaborar para aumentar la transparencia en la información
sobre la propagación del brote, ya que el miedo y la desinformación puede
aumentar sus impactos económicos.
Por su parte, los países en desarrollo deben actuar rápidamente para:
- Aumentar el gasto en
salud: en muchos países en desarrollo, los sistemas de salud pública
siguen siendo débiles, haciendo que sus poblaciones sean vulnerables a la
rápida propagación del brote. Los Gobiernos deben incrementar las
inversiones que refuercen estos sistemas para permitir programas de
tratamiento y control más rápidos.
- Fortalecer las redes de
protección social: las transferencias de efectivo y los servicios médicos
gratuitos para las personas más vulnerables podrían ayudar a frenar el
brote y también a limitar los daños financieros derivados de este.
- Apoyar al sector
privado: dado que es probable que empresas de todo tipo se vean afectadas,
sería beneficioso que estas tengan acceso a créditos, reducciones de
impuestos o subsidios de corto plazo.
- Contrarrestar las alteraciones de los mercados financieros: los bancos centrales en los países en desarrollo —en particular aquellos que son susceptibles a periodos de aversión al riesgo— deben estar preparados para reaccionar a movimientos de los mercados financieros incontrolados. Tal vez necesiten bajar las tasas de interés e inyectar liquidez para restablecer la estabilidad financiera y aumentar el crecimiento.
Los responsables de las políticas enfrentan tiempos difíciles y deben
estar a la altura de las circunstancias, actuando de manera rápida, firme y
colaborativa.
El Grupo Banco Mundial está desempeñando una función clave para ayudar a
los países en desarrollo a adoptar las medidas necesarias en estas esferas. Con
nuestro paquete inicial acelerado por un monto de
USD 12 000 millones proporcionaremos apoyo inmediato para los
esfuerzos de los países en desarrollo dirigidos a fortalecer los sistemas
sanitarios y minimizar los daños a las personas y las economías. Dependiendo de
la duración y la gravedad de la pandemia, estaremos preparados para poner en
marcha una segunda fase de asistencia, con un mayor énfasis en los impactos
sociales y económicos.
Con el paquete se moviliza un conjunto completo de nuestras capacidades
—provenientes del Banco, la Asociación Internacional de Fomento (AIF) y la
Corporación Financiera Internacional (IFC)— para limitar los daños tan pronto
como sea posible. IFC, por ejemplo, está trabajando con los bancos comerciales
a fin de aumentar el financiamiento del comercio y el capital de trabajo para
las empresas. También apoyará directamente a sus clientes corporativos,
concentrándose en sectores estratégicos, como el equipamiento médico y los
productos farmacéuticos, para mantener las cadenas de suministro y reducir los
riesgos de deterioro de la situación.
A pesar de las turbulencias en los mercados financieros, los encargados
de formular las políticas deben mantener la calma. Deben utilizar todos los
instrumentos normativos que tienen a su disposición, entre ellos las políticas
monetarias, fiscales, comerciales y de inversión, para aumentar la confianza.
Durante la última crisis financiera mundial, la respuesta normativa coordinada y
sincronizada fue crucial para controlar dicha crisis. Una vez
más, los responsables de las políticas enfrentan tiempos difíciles y deben
estar a la altura de las circunstancias, actuando de manera rápida, firme y
colaborativa.
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