De qué sirve tener cuentas en dólares, yenes o
euros… Ser acaudalado. Rico, ¿si pierdes tu alma?
¡Si perdiste hace rato la sonrisa y solamente vives
para acumular!
Hay ricos pobres.
Y también pobres ricos.
Hay pobres que no parecen serlo, porque van por la
vida desprevenidamente.
En este mundo de los negocios y el periodismo he
encontrado de todo y de todas.
Una sonrisa.
Un saludo.
Una llamada vale más que un cheque o un contrato.
¿Por qué no lo entienden?
Cuando murió Julio Mario me hice esas reflexiones…
No es el dinero, definitivamente…
RADAR,luisemilioradaconrado
Pd: leamos a Heriberto con su sombrero bacano
Nosotros, los ricos
Por: HERIBERTO FIORILLO
Gracias a varias cifras disfrazadas,
ahora es más fácil ser millonario que antes.
En tiempos de mi abuelo, se consideraba rico a
alguien noble, de alto linaje y mucho prestigio. ¡O de conocida y estimable
bondad! Hoy, los conceptos de nobleza, linaje y, sobre todo, bondad se han
extinguido y la palabra rico se aplica, con exclusividad, a quien posee mucho
dinero y muchos bienes.
Bueno, eso creíamos hasta hace unos días, cuando el
Banco Mundial afirmó que en Colombia eran ricos aquellos individuos ¡con
ingresos mínimos mensuales de dos millones de pesos!
Se necesita ser un completo caradura para hacer
afirmaciones como esta y seguir campante. El esfuerzo no logra, por fortuna,
esconder el cinismo de la oración, compartido con aquellas que nos entregan
cifras similares, disfrazadas, sobre el desempleo o los alcances reales del
salario mínimo.
Fragmenta y reinarás. Nada o todo pueden significar esas cifras sin
contexto, números que no aclaran, sino que, por el contrario, desorientan. Hoy
en día, si te ganas un millón de pesos, eres un tipo adinerado, solo que ese
millón ya no significa, ya no vale lo que valía. Gracias
a la inflación, ahora es más fácil ser millonario que antes.
Nadie, ni un individuo ni una familia, viven con el
salario mínimo. Nadie está en capacidad, con un sueldo así, de adquirir toda su
canasta familiar. Si acaso, pagar el arriendo de una habitación y un pequeño
mercado. Pero tú eres millonario y te quejas…
Toda riqueza posee un grado de atesoramiento
incluido en su concepto. Quien gane aquellos dos millones, trabajando por tres
o cuatro meses, no podrá considerarse acaudalado.
Quizás, después de unos años, gracias a su
capacidad de ahorro e inversión, logre adquirir bienes, ganar mayores intereses
y empezar a ser rico. Por ahora, recibe un buen salario, nada más.
Como él, hay apenas 1,2 millones de colombianos (el
2,5 por ciento de la población) ganando esa misma suma, lo que explica no solo
las altísimas cifras de pobreza, sino tal vez el uso y la aplicación desmedida
de términos como ‘club selecto’, ‘élite’ o ‘VIP’. Las matemáticas justifican el
código: ¡un 97,5 por ciento de los colombianos no clasificamos como ricos!
Las cifras solas, repito, no dicen nada. Una cosa
son los ingresos, otra la calidad de vida. Ganas, claro, mucho dinero en
Bogotá, pero te pasas la vida, de lunes a domingo, dentro de un auto.
–¿Sabes cuándo sabrás que eres rico? –me preguntó
en cierta ocasión un buen amigo, patriarca de la comunidad judía, sin dejarme
la palabra–. El día en que puedas vivir de los intereses de tus intereses.
–No me interesa –comenté a la defensiva, volviendo
aquello un juego floral. La verdad, cuando me preguntan si quiero ser rico,
respondo que prefiero vivir sabroso. La gente ríe, pero hay en verdad una gran
diferencia entre un término y otro. También los lenguajes se prestan, debido a
su ductilidad.
“Hágase rico” puede ser una invitación a comprar la
lotería, amarse –o rascarse– uno mismo.
Ahora, como el dinero es el valor social cada vez
más importante, las revistas tipo Forbes ganan en popularidad. A todos parece
importar, no sé por qué morbosidad social, quiénes son los más ricos del mundo
y de cada nación en particular. Cuánta diferencia hay entre el primero y el
segundo rico. Cómo le va a fulano, un colombiano que estaba en el puesto 64. La
gente sigue, en masa, la apuesta de bolsillos como si se tratara de una
inacabable vuelta al mundo o de un permanente campeonato mundial.
Concluyamos que no es solo la riqueza, sino el
poder, lo que en estos casos cuenta. En Colombia mandan también los poderosos y
en beneficio propio. Lo comprueba el sistema tributario, que ordena impuestos
muy bajos para ellos, los más pudientes.
Heriberto Fiorillo
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