Y de los otros ministros, si el nuestro es el mejor...
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Peor es nada
Por: Fernando Arteta
Sábado 07 de Noviembre de 2015 - 12:00am
Cuando
celebramos nuevamente tener el mejor ministro de Finanzas del mundo y
vemos en contraste la inflación en 5.5% y el PIB y las exportaciones
bajando se hace necesario mirar con detenimiento lo que ello implicaría
en cualquier clasificación seria. Aunque el clasificador es una revista
económica importante que otorga ese título desde hace treinta años, los
ganadores anteriores ostentan los pergaminos suficientes para obtener el
galardón y se han desempeñado con éxito en sus respectivos cargos.
Aparte de un juicio subjetivo y de una pasión patriótica, ¿nos sentimos
bien representados con nuestro campeón mundial?
En años pretéritos tuve vinculaciones con el mundo del boxeo. Igualmente en mi infancia compartí con mi abuelo paterno su afición a los gallos finos. Guardando las proporciones, en ambos mundos rigen reglas de juego dentro de las que prevalecen algunas que son prácticamente ineludibles. El ranking mundial de boxeo tiene unas categorías que se determinan de acuerdo al peso de los peleadores y, así, quienes se enfrentan están en igualdad de condiciones físicas para que los resultados de vencedores y vencidos se den por las habilidades de cada cual. Así vemos que boxeadores de diferentes categorías no deben enfrentarse, porque el de menos peso tendría pocas posibilidades de terminar en buenas condiciones y, por muy hábil que sea, lo más seguro es que acabe rápidamente derrotado y por knock out. En los gallos recuerdo bien el cuidado del gallero en cazar bien la pelea –esto es, con otro pollo del mismo peso–, porque cualquier dos onzas de más hacían la diferencia.

Existen rankings para casi todo, y los organismos rectores de cada especialidad tienen tanto de largo como de ancho. Algunos utilizan los factores criterio de evaluación de forma tal que los resultados de las clasificaciones dan con precisión y credibilidad la realidad de los comparados. Forbes publica la lista de los más ricos, que son, obviamente, los que tienen más dinero. Los rankings del fútbol o del golf recogen los resultados y elaboran técnica y matemáticamente la clasificación de los jugadores, diferenciando al menos entre damas, caballeros, profesionales y aficionados. También encontramos ‘ranqueadores’ profesionales que, en mayor o menor escala, elaboran los resultados a la conveniencia de los beneficiados, en este caso el o los señalados como los mejores.
En el mundo hay decenas de publicaciones económicas de menor o mayor
importancia que Euromoney –¿la mejor?–, que podrían postular al más
opcionado para ser el mejor del año, que cumpla los requisitos básicos
de formación, actuación y desempeño a lo largo de su vida que le hayan
permitido llegar hasta donde hoy está, demostrando ahora que con su
experiencia y conocimiento está conduciendo a su país, económicamente,
de la mejor manera. Particularmente en este título no hay competencia
–concursos ni concursantes– ni diferenciaciones entre países
desarrollados o en vías de serlo –categorías–. Simplemente se escoge a
uno sin que conozcamos criterios mensurables de evaluación.

Si esto es así, y para no restarle méritos a nadie, digamos que ser el mejor no implica per se, ser el primero. El mejor sabrá llegar aunque arribe de penúltimo a la meta; el mejor sabrá cargar y llevar a su destino la carga, sin importar que llegue rota, y para el mejor lo importante no es llegar sino, al menos, mantenerse. Qué importa entonces que no llegue el agua a nuestra casa si los vecinos no tienen baño. Estamos bien. El mejor puede ser el menos malo en este mundo donde peor es nada.
fernandoarteta@gmail.com
En años pretéritos tuve vinculaciones con el mundo del boxeo. Igualmente en mi infancia compartí con mi abuelo paterno su afición a los gallos finos. Guardando las proporciones, en ambos mundos rigen reglas de juego dentro de las que prevalecen algunas que son prácticamente ineludibles. El ranking mundial de boxeo tiene unas categorías que se determinan de acuerdo al peso de los peleadores y, así, quienes se enfrentan están en igualdad de condiciones físicas para que los resultados de vencedores y vencidos se den por las habilidades de cada cual. Así vemos que boxeadores de diferentes categorías no deben enfrentarse, porque el de menos peso tendría pocas posibilidades de terminar en buenas condiciones y, por muy hábil que sea, lo más seguro es que acabe rápidamente derrotado y por knock out. En los gallos recuerdo bien el cuidado del gallero en cazar bien la pelea –esto es, con otro pollo del mismo peso–, porque cualquier dos onzas de más hacían la diferencia.

Existen rankings para casi todo, y los organismos rectores de cada especialidad tienen tanto de largo como de ancho. Algunos utilizan los factores criterio de evaluación de forma tal que los resultados de las clasificaciones dan con precisión y credibilidad la realidad de los comparados. Forbes publica la lista de los más ricos, que son, obviamente, los que tienen más dinero. Los rankings del fútbol o del golf recogen los resultados y elaboran técnica y matemáticamente la clasificación de los jugadores, diferenciando al menos entre damas, caballeros, profesionales y aficionados. También encontramos ‘ranqueadores’ profesionales que, en mayor o menor escala, elaboran los resultados a la conveniencia de los beneficiados, en este caso el o los señalados como los mejores.


Si esto es así, y para no restarle méritos a nadie, digamos que ser el mejor no implica per se, ser el primero. El mejor sabrá llegar aunque arribe de penúltimo a la meta; el mejor sabrá cargar y llevar a su destino la carga, sin importar que llegue rota, y para el mejor lo importante no es llegar sino, al menos, mantenerse. Qué importa entonces que no llegue el agua a nuestra casa si los vecinos no tienen baño. Estamos bien. El mejor puede ser el menos malo en este mundo donde peor es nada.
fernandoarteta@gmail.com
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