Me gusta este pedazo de la columna de Maritza: “La solución, sin callar el horror de los ataques terroristas, pasa por apoyar a aquellos que dentro de la comunidad palestina buscan un cambio a través del diálogo, la negociación y la construcción de relaciones positivas con sus vecinos, no de amplificar la voz de quienes se toman las armas y arremeten contra otro pueblo”.
La apuesta es
que no haya guerra.
Ya con lo que nos entrega la naturaleza tenemos.
@radareconomico1
https://radareconomicointernacional.blogspot.com
Por: Maritza
Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN
Realmente es
lamentable, por no decir que vergonzosa, la posición diplomática del gobierno
colombiano frente a todo lo que está ocurriendo en Medio Oriente. Con la
actitud dubitativa del presidente Petro, en la que no condena el terrorismo de
Hamás y por el contrario trata de poner sobre las tablas a Israel acusándolo de
propiciar la exterminación del pueblo palestino y comparando la Franja de Gaza
con el campo de concentración en Auschwitz, no queda más que el desconcierto en
medio de exiguos esfuerzos por interpretar sus trinos.
Todo eso es por supuesto una afrenta al pueblo judío que tiene la herida abierta del Holocausto Nazi, pero es también un desprecio por el mismísimo pueblo palestino que no se reduce simplemente la facción extremista, radical y violenta de Hamás. Cuando en su intento por defender a Palestina, el presidente se resuelve benévolo y justifica los actos terroristas, termina por ofender el verdadero sentir del islam, que es, con todas las diferencias culturales que nos separan, una filosofía basada en el amor.
Lo peor de
todo es que el presidente en vez de enderezar su camino, termina excavando más
en su propio error y cayendo en le peligroso negacionismo del genocidio judío
durante la segunda guerra mundial.
En algo
estamos de acuerdo: la guerra no le hace bien a nadie y por eso mismo se puede
ser solidario con el pueblo israelí, rechazar los ataques de Hamás y llamar a
la conciencia del mundo sobre la compleja situación humanitaria en la que viven
miles de palestinos en la Franja de Gaza. Una situación, que, por demás, es
responsabilidad del mismo Hamás, que, aunque ejerce el control territorial y
político de esa región, se ha concentrado en la carrera armamentista de
preparación para la guerra y no en el desarrollo mínimo de las condiciones
sociales de su pueblo.
En esta, como en todas las guerras, los muertos duelen: a las familias, las mujeres, los niños que cayeron en medio de los ataques no se les revisa su raza, religión o nacionalidad, se les ve como víctimas inocentes, pero eso no nos puede cegar en el escrutinio de señalar al culpable.
Es fundamental reconocer que tanto israelíes como palestinos merecen vivir en paz y seguridad. Pero que una cosa es Palestina, y otra cosa es Hamás que con sus ataques indiscriminados pone en peligro la vida de civiles inocentes de ambos lados, propagando el ciclo de violencia y sufrimiento.
La verdadera comunidad palestina, que no está solo en la Franja de Gaza, sino que en el territorio de Israel también se ubica en Cisjordania, desea la paz y anhela vivir en un entorno seguro y estable. Tiene reivindicaciones históricas válidas, marcadas por décadas de conflictos y ocupación. Así que acá tampoco intentaremos negar la necesidad de reconocer y respetar sus derechos y legítimas aspiraciones.
La solución, sin callar el horror de los ataques terroristas, pasa por apoyar a aquellos que dentro de la comunidad palestina buscan un cambio a través del diálogo, la negociación y la construcción de relaciones positivas con sus vecinos, no de amplificar la voz de quienes se toman las armas y arremeten contra otro pueblo.
No hay espacio para ser neutral, se debe condenar la violencia de Hamás y simultáneamente abogar por el diálogo constructivo, pedir una tregua, y exigir condiciones humanitarias.
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