La transición energética.
Ese es el tema que registraremos en este
RadaR de hoy.
Amylkar Acosta siempre enseñando.
®luisemilioradaconrado
@radareconomico1
https://radareconomicointernacional.blogspot.com/
LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA EN COLOMBIA
Amylkar D. Acosta M
Hay un antes y un después del año 2015, cuando
tuvo lugar la 21ª Conferencia de las partes de la Convención Marco de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 21), que concluyó con la firma
del Acuerdo de París, al tiempo que la Asamblea General de la ONU adoptó
la Agenda 2030 compendiada en los 17 Objetivos del Desarrollo
Sostenible (ODS). La descarbonización de la economía para contrarrestar el
cambio climático y conjurar sus estragos, por una parte y propender por la
universalización del acceso de la población a energías limpias por la otra, son
dos compromisos inaplazables de la comunidad internacional y la Transición
energética la estrategia para lograrlo.
Entre otras razones porque, de acuerdo con el principio establecido en la COP26 de “responsabilidad común pero diferenciada”, reconoce que no todos los países tienen las mismas responsabilidades y compromisos, así como las capacidades para enfrentar el reto del cambio climático.
De ello se sigue que cada país debe adoptar su
propio ritmo a efectos de cumplir con los suyos, consultando sus potencialidades
y limitaciones.
Cada país se da su propia hoja de ruta de la Transición energética, consultando sus especificidades y peculiaridades. La estrategia a seguir, por tanto, difiere de un país a otro. La línea de base de la que parten cada uno de ellos es determinante.
Hay una enorme diferencia, por ejemplo, entre aquellos países que dependen de la importación del petróleo, del gas y del carbón para proveerse de los mismos y otros que, como Colombia, dependen de la producción y exportación de los mismos.
En Colombia, a diferencia del resto del mundo,
en donde la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)
es el sector energético con el 73.5%, este sólo contribuye con el 14%. Entre
tanto, el cambio de uso del suelo, la agricultura, la ganadería y la
deforestación participan con el 59%. Ello se explica en gran medida porque
mientras en el resto del mundo, en promedio, la participación de la generación
de electricidad con base en el parque térmico es del 64.9%, en Colombia a duras
penas llega al 30% (¡!).
Dicho de otra manera, entre Colombia y el
resto del mundo, especialmente con respecto a los países desarrollados, existen
grandes asimetrías, las cuales hay que tener en cuenta a la hora de definir
nuestra propia hoja de ruta de la Transición energética.
De ello se sigue que el Pareto del costo-efectividad para la reducción de la huella de carbono en el caso de Colombia invita a poner el énfasis en la política que contrarreste el inadecuado uso del suelo, las malas prácticas en la agricultura y la ganadería y sobre todo detener el ecocidio de la devastadora deforestación, que supera las 170.000 hectáreas anuales.
Sólo así podrá cumplir Colombia con su compromiso con la comunidad internacional de reducir sus emisiones de GEI en el 51% hacia el 2030. Ello, sin perjuicio de la necesidad de imprimirle celeridad al impulso de la generación de energía a partir de fuentes no convencionales de energías renovables (FNCER).
Esta, además, es la oportunidad de ampliar la
cobertura del servicio de energía a los 431.117 hogares que aún no cuentan con
el mismo, siendo esencial como lo cataloga la Ley y por consiguiente un derecho
fundamental que les asiste. Sobre, todo a los 207.449 hogares ubicados en
sitios remotos, de difícil acceso y baja densidad poblacional, lo que dificulta
conectarlos tomando la electricidad de la red del Sistema interconectado
nacional (SIN), dada la flexibilidad que ofrecen las soluciones modulares
solar-fotovoltaicas, instalando en ellos paneles solares. A ello concurre
también la generación distribuida o embebida, cuya energía se
consume in situ, prevista en la nueva arquitectura del sistema eléctrico.
De esta manera, además, se estaría cumpliendo con el 7º de los 17 Objetivos del desarrollo sostenible (ODS) para garantizar la universalización del acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna. De esta forma se podría, de paso, sustituir el consumo de leña por parte de 1.2 millones de familias campesinas que no tienen otra opción distinta a esa para la cocción de sus alimentos
Ello se justifica con creces, no sólo por
razones de conveniencia si no por los altos costos en los que se incurre por
parte del Gobierno a través del Instituto de Planificación y Promoción de
Soluciones Energéticas para Zonas no Interconectadas (IPSE). En efecto, el
costo de los subsidios a los combustibles, según cifras para el 2018, es del
orden de los $288.514.728. Lo más insólito es que cuesta más el transporte del
combustible hasta los poblados en donde se genera electricidad con plantas
térmicas que el combustible mismo.
El Gobierno Nacional, los departamentos y
municipios se deberían comprometer en un ambicioso programa de masificación de
la instalación y el uso de los paneles solares, con lo cual al tiempo que se
aliviaría el bolsillo de los usuarios del servicio de electricidad se
promovería la cultura del ahorro y el uso eficiente de la energía. Es esta,
también, una forma de involucrar al usuario como agente activo de la cadena,
ahora en modo Transición energética.
Por lo demás, el Ministerio de vivienda, ciudad y territorio, debería asegurarse de que en la ejecución de sus planes y programas de vivienda de interés social (VIS) se contemple la dotación de paneles solares en los techos.
Bogotá, octubre 9 de
2022
www.amylkaracosta.net
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