Y
lo hago porque como él, hay muchísimos compatriotas que están sintiendo lo
mismo. No pueden expresarlo, porque no tienen los medios, pero en esa acompaño
al economista.
Él, otros y yo, comprometidos con el desarrollo de este país, debemos narrarlo, contarlo, comentarlo...
Él, otros y yo, comprometidos con el desarrollo de este país, debemos narrarlo, contarlo, comentarlo...
Me
encantaría tener una Colombia equitativa, incluyente y amorosa.
RADAR,luisemilioradaconrado
radareconomico1 ¿Sigue la América Latina en su soledad?
Por: Jairo Parada
La partida final del Nobel García Márquez me trajo
remembranzas, al igual que a la mayoría de los colombianos, sobre su obra y su
trayectoria. Recuerdo ser un adolescente cuando mi padre llevó a la casa Cien
años de soledad, un ejemplar de las primeras ediciones, que aún conservo como
un tesoro. No sabíamos nada de él, solo que el libro era un éxito de librería.
Mi padre fue un autodidacta ejemplar al iniciarse
en la literatura por sí mismo, guiado por amigos ilustres.
Desde pequeño observé una pequeña vitrina en mi
casa con los clásicos de la literatura universal. El libro de Gabo fue devorado
rápidamente por todos, pues era una literatura que no aburría y reflejaba
muchas cosas que todos habíamos vivido en el Caribe colombiano. A pesar de su distancia
política con el Nobel, pues mi padre fue un liberal frente nacionalista
llerista, lo respetó a nivel literario siempre. Cada nuevo libro que sacaba
llegaba a mi casa.
No es casual que el Laboratorio de Análisis
Institucional del Sistema Universitario Mexicano (Laisum) ha publicado en estos
días en su página web el discurso del Nobel en Estocolmo en 1982.
Para esa fecha me encontraba en Bogotá haciendo mis
estudios de Maestría en Economía en la Universidad Nacional, y recuerdo el
orgullo que sentí como caribe y como colombiano que allí estuviese Gabo con
unas palabras que aún hoy conservan su validez en el devenir de América
Latina.
Su discurso fue histórico, reflejando todo el
decurso latinoamericano en la búsqueda de una verdadera independencia y un
mayor desarrollo para sus pueblos, enfrentando la inequidad y la exclusión.
Gabo siempre fue un pensador de izquierda y recordemos que el oscurantismo del
Estatuto de Seguridad de Turbay lo hizo radicarse en México por siempre.
El llamado a que la América Latina deje de ser “un alfil sin albedrío” refleja el afán de cómo los latinoamericanos debemos encontrar nuestras propias fórmulas políticas y económicas para lograr el desarrollo, y sobre todo, que este desarrollo es posible, para dejar esta soledad centenaria.
En verdad la América Latina, en este siglo, ha
emprendido su marcha para experimentar nuevos modelos económicos y
políticos.
Las fórmulas del neoliberalismo (democracia formal
+ libre mercado) solo han producido más inequidad, desindustrialización y
exclusión.
Las dictaduras militares fueron derrotadas en todo
el continente, y todos los países, unos más que otros, ensayan sus propias
formas de democracia, aunque con el peligro del populismo autoritario, ya sea
de izquierda o de derecha.
El neoliberalismo ha sido vencido políticamente,
con la excepción lamentable de Colombia. Ahora se practica un neoliberalismo
combinado con políticas sociales dirigidas a los más pobres, para manipularlos
políticamente.
La verdad es que necesitamos políticas sociales más
universales, más incluyentes, donde el discurso de la democracia económica y
política sea real. No basta con brindar “más oportunidades” a los más pobres,
es necesario construir una sociedad más igualitaria para todos los ciudadanos.
Solo así saldremos de la soledad señalada por
García Márquez.
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