domingo, 29 de julio de 2012

Sin Piedad, por María Jimena Duzán

Otra de las columnas sobre Piedad Córdoba, Álvaro Uribe y el procurador  Alejandro Ordóñez.

Me gusta más la democracia que se siente en Colombia, aunque sea imperfecta, a lo que está ocurriendo en otras naciones.
También comparto la opinión de María Jimena. Si habla Córdoba no es bueno. Pero si grita Uribe, chévere… Tiene licencia, según algunos.
Leamos a la señora Duzán.
luisemilioradaconrado 
 
Sin Piedad
Por María Jimena Duzán
OPINIÓN Si de exabruptos contra la patria se trata, lo de Piedad es un juego de niños frente a lo que ha dicho y hecho el expresidente Uribe.
Sábado 28 Julio 2012
No comparto la mayoría de sus opiniones ni formo parte de su Marcha Patriótica. Sin embargo, sí creo que personas como Piedad Córdoba deberían poder expresar sus opiniones sin temor a terminar presas. Lo único que nos faltaba es que el derecho a opinar y a la libre expresión se conviertan en un delito. Si eso llegara a suceder, detrás de Piedad tendríamos que ir a la cárcel muchas más personas que no pensamos ni como el uribismo, ni como la Unidad Nacional, ni como los mamertos.
Por eso, no comparto la salida del procurador Alejandro Ordóñez, quien salió a señalar por los medios a la exsenadora de haber cometido una "tracalada" de delitos. Ordóñez la acusó de incitar a la asonada y hasta de concierto para delinquir por haber dicho en un video que exhortaba a los indígenas a que sacaran al Ejército de sus resguardos, por considerar que eran tropas de ocupación que estaban a favor de los usurpadores de sus tierras ancestrales.

Ni lo que dijo Piedad en el polémico video con los indígenas del norte del Cauca es un delito, ni el procurador puede salir a acusar a una voz disidente de esa manera. Repito, lo dicho por la exsenadora puede ser bastante polémico y duro, puede incluso sonar hasta radical de izquierda, pero no es un delito.


Si de exabruptos contra la patria se trata, lo de Piedad es un juego de niños frente a lo que ha dicho y hecho el expresidente Uribe. En su memorable discurso del Nogal, públicamente le pidió al Ejército que no se dejara gobernar sino por el padre de la seguridad democrática, porque este presidente era un impostor y un traidor a su causa. Semejante pendejada fue considerada por los mismos que hoy señalan a Piedad de criminal como un discurso magistral. Por si fuera poco, el expresidente Uribe anda haciendo política interna con las relaciones internacionales del país. Va a reuniones con la oposición venezolana en Bogotá en las que habla mal del presidente Santos, pero nada de eso le parece mal ni al procurador ni a nadie de nuestro conservador establecimiento. En cambio Piedad sale y dice que ella adora a Chávez y todos salen a condenarla por traidora a la patria.

Piedad puede sonar radical, mamerta y desastrosamente chavista, pero nunca ha llegado a los extremos que ha llegado Uribe. El expresidente acaba de pedir protección para la familia de un prófugo de la Justicia, el exasesor de paz Luis Carlos Restrepo, sin que nadie se indigne. Si Piedad hubiera hecho eso estaría en la cárcel. 
Lástima que Simón Gaviria, el director del Partido Liberal, quien sí tiene agallas para salir a señalar a Piedad de "antidemocrática e intolerante" por cuenta de lo que ella dijo en el video, se quede mudo a la hora de señalar los exabruptos que rayan casi con la ilegalidad, proferidos por el uribismo. 
Probablemente para el país que representa el procurador es mejor que no hubiera personas que pensaran como Piedad; probablemente para ese país de derecha extrema, que se ha ido asentando estos últimos años, es mejor que todos los colombianos pensemos igual, como nos lo ordenó el dogma de la seguridad democrática, y que a los que pensamos distinto nos toque callarnos y aprender a vivir en el silencio de la censura sutil, aquella que no se ve, pero se siente. De esa forma se excluye de un tajo a los que no piensan como la mayoría y se les declara enemigos de la patria, más cercanos al terrorismo que a La Biblia.

Eso sucede en los países totalitarios, donde la libertad de expresión no existe y donde pensar distinto es un delito, pero si estamos en una democracia, por imperfecta que esta sea, personas como Piedad deberían poder hacer política sin temor a ser perseguidas ni vapuleadas como a ella le está sucediendo.

Yo aspiro a vivir en un país donde quepan Álvaro Uribe y Piedad Córdoba. Un país donde uno y otro puedan expresarse y en donde los debates trasciendan a las personas. ¿Será mucho pedir?

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