La vida es un
privilegio.
Sin embargo, en la región Caribe se presentan tropiezos para alimentar a la población.
¿Qué reporta Amylkar Acosta?
Se lo contamos aquí en el RadaR.
Lerc
Comunicación Ltda.
Luis Emilio
Rada Conrado
®luisemilioradaconrado
EL CARIBE CON
HAMBRE
Por Amylkar D.
Acosta M
Según la más
reciente encuesta del DANE, en conjunto con la FAO, 28.1 de cada 100 hogares en
Colombia se vieron forzados, muy a su pesar, a disminuir la cantidad y calidad
de los alimentos ingeridos al menos una vez en los últimos 12 meses, debido a
la falta de ingreso y de capacidad adquisitiva, impidiéndoles acceder a los
mismos. Pero este dantesco cuadro es aún más dramático, cuando la misma
encuesta logra constatar que para el 4.9% de ellos la prevalencia de
inseguridad alimentaria se califica como grave, lo cual se traduce en el hecho
aberrante que en casi 5 de cada 100 hogares al menos una persona del núcleo
familiar se quedó sin comer durante las 24 horas del día por física falta de
plata.
De dicha
encuesta se sigue que 15.5 millones de personas de carne y hueso padecen la
inseguridad alimentaria, pero el mayor número de ellas se concentra en los
centros poblados y rural disperso, lo cual no deja de ser paradójico porque
como lo acota la Directora del DANE Piedad Urdinola, “la mayoría de los
alimentos se cultivan en las zonas rurales”[2]. Pero, olvida ella que allí es
donde la pobreza y la exclusión social se ensaña en la población más vulnerable
y vulnerada del país. También llama la atención que la afectación de la
inseguridad alimentaria sea mayor en los hogares en donde la mujer es cabeza de
familia (31%) en contraste con aquellos en los que es el varón (26%).
Los porcentajes y los promedios son engañosos, porque las colinas pasan por valles y estas por aquellas. De allí la necesidad de escudriñarlos para develar la procesión que va por dentro de las frías cifras. Ello nos permite constatar que mientras a nivel nacional el número de hogares en condición de inseguridad alimentaria es del 21.8%, las dos regiones del país en las que se concentra el mayor número de hogares en condición de inseguridad alimentaria son el Caribe y el Pacífico con el 40% en promedio. El contraste es mayor cuando se compara con el promedio de los departamentos del “interior”, que oscila entre el 14.6% y el 20.2%.
Y si desagregamos la cifra que corresponde a la región Caribe, nos topamos con que los departamentos de Córdoba (70%), Sucre (63%), Cesar (55%), Bolívar (51%) y La Guajira (50%), superan ampliamente el promedio regional del 40%. A excepción del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa catalina, que con el 17.2% de sus hogares en condición de inseguridad moderada o grave, sólo escoltado por el departamento de Caldas con el 14.6%, el resto de los departamentos de la región Caribe supera en este registro el promedio nacional del número de hogares en condición de inseguridad alimentaria moderada o severa. 4 de los 8 departamentos del Caribe puntean en el deshonroso top 4!
Colombia se caracteriza por ser el país de las desigualdades, por enormes desequilibrios y asimetrías regionales y por ostensibles brechas sociales, en el que las rezagadas regiones del Caribe y la Pacífica llevan la peor parte, las cuales registran un índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI) desbordado con respecto al centro del país[1]. Estas disparidades no sólo persisten sino que se agravan con el paso de los años y así lo muestran y demuestran diferentes medidas antropométricas, biométricas y seguridad alimentaria, constituyéndose en las regiones con peor desempeño en términos nutricionales[2].
Con razón afirma la Directora de El Heraldo Erika Fontalvo que “en la región Caribe enlazamos una crisis tras otra sin haber superado la anterior…La pobreza y el hambre son dos caras de la misma moneda que obligan a los hogares a renunciar a casi todo”[3]. Y así arribamos a una sumatoria de crisis cuyo efecto acumulativo que afecta en mayor grado a los más vulnerables, particularmente a los pueblos aborígenes.
Aunque
con algunas particularidades y especificidades, la causa raíz de esta lacra
social es la misma en todo el país, sólo que en ciertas y determinadas
regiones, como lo son el Caribe y el Pacífico se acentúan y cobran mayor
relevancia. En cuanto a la disponibilidad
de los alimentos y el acceso a
los mismos influye notoriamente la dependencia en más del 35% de la importación
de los mismos, agravada por la inflación y la devaluación del peso en los
últimos dos años. Estas últimas, además, afectan los costos y los precios
internos por el carecimiento de los insumos agrícolas importados[4].
También
influyen y de qué manera el exacerbamiento de la conflictividad social, el
desplazamiento, el confinamiento y la migración, que tienen como telón de fondo
la concentración de la tenencia de la tierra (Gini de tierras 0.86 y Gini de
propietarios 0.88) y el marchitamiento del sector agrícola que pasó de
representar el 18% del PIB en 1990 al 6% actual. A ello han contribuido la
apertura atolondrada de la década de los 90´ y el prurito de la firma de
tratados de libre comercio (TLC) a la topa tolondra, sin estar preparados para
ello, en la primera década del siglo XXI.
Si
bien programas como Ingreso solidario
y ahora la Renta ciudadana,
consistentes en transferencias monetarias
constituyen paliativos de la inseguridad
alimentaria, la desnutrición y el hambre, no van a la raíz de esta
problemática. Hay que ir más allá de las
medidas asistencialistas. Como lo plantea Santiago Mazo, especialista en
nutrición del área de alimentación y lucha contra la malnutrición de la FAO en
Colombia, es urgente que el Estado implemente “políticas duras de inversión en
desarrollo rural, en acceso a tierras y todo
lo que pueda hacer para acelerar el paso”[5].
El
Plan Nacional de desarrollo Colombia
potencia mundial de la vida (2022 – 2026) consagra como principio
fundamental “el Derecho humano a la
alimentación de la población en situación de pobreza y
pobreza extrema, con
enfoque de derechos, soberanía alimentaria, participación de las economías
popular y comunitarias y la agricultura campesina, familiar y comunitaria”.
Este es un
paso muy importante en la dirección correcta, pero que sólo conducirá al
cumplimiento del 2º de los 17 Objetivos
de desarrollo sostenible (ODS) contemplados en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, Hambre cero, con la Reforma
agraria integral, primer punto del Acuerdo
final firmado entre el Estado colombiano y las FARC. Llegó la hora de
revivir y actualizar el programa El
Caribe sin hambre que se formuló y estructuró en 2011 con el apoyo del BID[6],
el cual estamos retomando en el Plan
estratégico regional (PER) recién aprobado en su versión preliminar el
pasado 30 de junio por parte del Consejo regional de la Región administrativa y de planificación (RAP) del caribe.
Bogotá,
diciembre 17 de 2023
www.amylkaracosta.net
[1] Amylkar D. Acosta M. Colombia, el país de las desigualdades.
Noviembre, 14 de 2018
[2] Banco de la República. CEER. Documentos sobre economía regional.
Karina Acosta Ordóñez. La desnutrición en los primeros años de vida: un análisis
regional para Colombia. 2012/ Nutrición y desnutrición en el Pacífico
colombiano. 2015
[3] El Heraldo. Julio, 6 de 2023
[4] Amylkar D. Acosta M. La inseguridad alimentaria en Colombia. Julio,
8 de 2023
[5] El Espectador. Julio, 5 de 2023
[6] Coordinación técnica. Gobernación del Atlántico. Caribe sin hambre. Informe final. Noviembre de 2011
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