miércoles, 8 de agosto de 2018

DISCURSO del presidente IVÁN DUQUE MÁRQUEZ en su posesión este 7 de agosto de 2018 -1-

El discurso del presidente Iván Duque Márquez, ayer en su posesión como mandatario de los colombianos, duró casi una hora -52 minutos, 14 páginas-.

Estuvo acompañado de su esposa, María Juliana Ruíz y sus tres pequeños hijos.

Le acompañaron alrededor de 3.000 invitados.

Y dijo cosas como éstas:

*Llegó una nueva generación, motivada por el servicio y no por el ejercicio vanidoso del poder.

*Es una generación llamada a gobernar libre de odios, de revanchas, de mezquindades.

*Quiero gobernar a Colombia con valores y principios inquebrantables, superando las divisiones de izquierda y derecha.

*Hemos sido capaces de construir un vigoroso y diverso aparato productivo en medio de tres cordilleras y difíciles laderas, hasta convertirnos en una economía impetuosa cuyo potencial no cesa de ser reconocido en el mundo entero. 
*Hemos sido capaces de lograr que la pobreza se reduzca, se expanda la clase media y que aumente la cobertura en salud y educación.  

Y recalcó:

*Saber valorar lo que somos y hemos sido como país es la base para construir un mejor futuro.

*Ser honestos: saber llamar las cosas por su nombre y abordar los retos con optimismo y compromiso es lo que tenemos que hacer. Esta debe ser nuestra meta para los próximos años.

*Los invito a que todos construyamos un gran pacto por Colombia, a que construyamos país, a que construyamos futuro y a que por encima de las diferencias estén las cosas que nos unen.

Si nuestro nuevo presidente, Iván Duque, cumple con este discurso, podremos estar tranquilos…

Y confío en eso…

Vamos a presentar ese discurso por aquí por el RADAR en cuatro apartes, a fin de asimilarlo tranquilamente.

Estamos hablando del futuro de todos los colombianos…

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
DISCURSO del presidente IVÁN DUQUE MÁRQUEZ en su posesión este 7 de agosto de 2018 -1-

“Hoy desde esta majestuosa plaza que lleva el nombre de nuestro libertador Simón Bolívar, quiero agradecerle a Dios y al pueblo colombiano por brindarme el honor de conducir los destinos de la Patria.

Hoy llega a la Presidencia de Colombia una nueva generación, motivada por el servicio y no por el ejercicio vanidoso del poder, comprometida con el futuro y sin anclas en prejuicios del pasado, inspirada en la justicia social y en la seguridad como el cimiento de nuestras libertades, y dedicada a promover el entendimiento, el trabajo en equipo y la construcción de consensos.

Es una generación llamada a gobernar libre de odios, de revanchas, de mezquindades y con el mandato de millones de compatriotas de hacer de nuestro país una tierra grande donde los símbolos de nuestro tricolor retomen su significado.

En alguna ocasión el célebre Darío Echandía se preguntó: '¿El poder para qué?', su humildad elocuente era una invitación para reflexionar y no olvidar que gobernar es un camino que sólo deja legados cuando se cimienta en los principios. La diplomacia sin principios es la hipocresía, la democracia sin principios conduce a la anarquía, la política sin principios se transforma en corrupción y el poder sin principios rápidamente muta al autoritarismo.

Quiero gobernar a Colombia con valores y principios inquebrantables, superando las divisiones de izquierda y derecha, superando con el diálogo popular los sentimientos hirsutos que invitan a la fractura social, quiero gobernar a Colombia con el espíritu de construir, nunca de destruir.
El bicentenario

Este compromiso que asumo hoy está basado en nuestra historia. El próximo año estaremos celebrando el bicentenario de la independencia de Colombia y el nacimiento pleno de la identidad republicana de la Nación.

Este será el gobierno del bicentenario y todos construiremos la Colombia del bicentenario, para lo cual más allá de las celebraciones tradicionales debemos hacer reflexiones profundas sobre nuestro pasado y nuestro futuro.

El bicentenario nos debe llevar a recordar cómo nuestros padres de la patria fueron capaces de dejar sus egos para forjar un propósito común. La impronta imborrable de Bolívar, Santander, Sucre, Córdoba, Urdaneta, al igual que los valientes lanceros que se crecieron en la batalla de Boyacá para entregarnos la libertad, nos debe reafirmar lo grande que somos y podemos ser cuando tenemos objetivos compartidos.

Cuando nos unimos como pueblo nada nos detiene. Cuando todos aportamos somos capaces de hacer realidad proezas propias que ni siquiera el realismo mágico es capaz de imaginar.
 
El pasado también nos enseña que los dogmatismos pueden llevarnos a grandes fracasos. El amanecer independentista fue opacado por la Patria Boba, y durante varias décadas de la República las guerras entre hermanos que dejaron dolor y muerte,  y las rencillas de la pequeña política trajeron consigo inestabilidad institucional y retrasos en el proceso de desarrollo.

La historia de Colombia deja en evidencia que somos una nación valiente, laboriosa, que no se amaina al primer ruido. Y por grande que sean las adversidades es aún más grande nuestro deseo de progresar.

No me canso de decir que Colombia es resiliencia. Hemos sido capaces de construir un vigoroso y diverso aparato productivo en medio de tres cordilleras y difíciles laderas, hasta convertirnos en una economía impetuosa cuyo potencial no cesa de ser reconocido en el mundo entero. Hemos sido capaces de lograr que la pobreza se reduzca, se expanda la clase media y que aumente la cobertura en salud y educación.  Imposible olvidar la valentía y fervor de nuestras Fuerzas Militares y de Policía que han enfrentado la crueldad de los criminales, la anarquía del terrorismo y la codicia del narcotráfico, saliendo victoriosos y demostrando q los violentos nunca ganarán.

Pero analizar el pasado tiene que ser la oportunidad para reconocer que muchos problemas crecieron, no tuvieron soluciones oportunas y en repetidas ocasiones se transformaron en terribles amenazas. Así ocurrió con el abandono de muchas regiones, con el narcotráfico, con la corrupción, con el clientelismo, con la falta de acceso a bienes públicos en muchas comunidades.
Ser una nación resiliente que sabe transformar las adversidades en oportunidades es la razón por la cual debemos aprovechar el Bicentenario para corregir el pasado y construir el futuro. No puede haber egoísmos. Gobernar a Colombia requiere grandeza para mantener todo lo que funcione, corregir todo lo que sea necesario y construir nuevas iniciativas, instituciones y programas que le aseguren a nuestro país un futuro de  justicia social.
 
El país que recibimos

Hoy más que nunca tenemos que ser capaces de mirar nuestra Nación con optimismo sin dejar de enfrentar la realidad y llamar las cosas por su nombre. Los colombianos tenemos enormes retos.

Recibimos un país convulsionado. Más de 300 líderes sociales han sido asesinados en los últimos dos años, los cultivos ilícitos se han expandido exponencialmente en los últimos años, bandas criminales aumentan su capacidad de daño en varias regiones del país, se han hecho promesas y compromisos con organizaciones sociales sin asegurar su financiamiento.

Tenemos que devolverle el valor a la palabra del Estado. La creación desordenada de agencias y programas está acrecentando la desconfianza ciudadana y la frustración de los beneficiarios de estas iniciativas, incluidas las víctimas y las regiones golpeadas por la violencia.
 
En materia económica se han cometido errores que debemos enmendar. Una política tributaria motivada por la expansión del gasto ha llevado a que tengamos cargas asfixiantes y que se afecten el ahorro, la inversión, la formalización y la productividad.

La equivocación de haber expandido los gastos permanentes con base en el espejismo de una bonanza petrolera transitoria, y luego intentar sustituir petróleo por impuestos afectó a generadores de empleo y consumidores.

La cantidad de trámites engorrosos y la proliferación de ventanillas, sumado a la inestabilidad jurídica por cambios regulatorios abruptos, ha traído consigo efectos negativos en el clima de negocios de varios sectores necesarios para nuestro presente y  nuestro futuro.
Nos  duelen los constantes escándalos de corrupción en la alimentación escolar, en el sistema de salud, en proyectos de infraestructura, en los abusos de la contratación directa o en los peligrosos carteles de únicos proponentes, que  han deslegitimado al Estado, malgastado escasos recursos públicos, privado a miles de ciudadanos de servicios esenciales y ameritan nuestra acción inmediata.

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