Estuvo acompañado de su esposa,
María Juliana Ruíz y sus tres pequeños hijos.
Le acompañaron alrededor de 3.000
invitados.
Y dijo cosas como éstas:
*Llegó una nueva generación,
motivada por el servicio y no por el ejercicio vanidoso del poder.
*Es una generación llamada a
gobernar libre de odios, de revanchas, de mezquindades.
*Quiero gobernar a Colombia con
valores y principios inquebrantables, superando las divisiones de izquierda y
derecha.
*Hemos sido capaces de construir
un vigoroso y diverso aparato productivo en medio de tres cordilleras y
difíciles laderas, hasta convertirnos en una economía impetuosa cuyo potencial
no cesa de ser reconocido en el mundo entero.
*Hemos sido capaces de lograr que
la pobreza se reduzca, se expanda la clase media y que aumente la cobertura en
salud y educación.
Y recalcó:
*Saber valorar lo que somos y
hemos sido como país es la base para construir un mejor futuro.
*Ser honestos: saber llamar las
cosas por su nombre y abordar los retos con optimismo y compromiso es lo que
tenemos que hacer. Esta debe ser nuestra meta para los próximos años.
*Los invito a que todos
construyamos un gran pacto por Colombia, a que construyamos país, a que construyamos
futuro y a que por encima de las diferencias estén las cosas que nos unen.
Si nuestro nuevo presidente, Iván
Duque, cumple con este discurso, podremos estar tranquilos…
Y confío en eso…
Vamos a presentar ese discurso
por aquí por el RADAR en cuatro apartes, a fin de asimilarlo tranquilamente.
Estamos hablando del futuro de
todos los colombianos…
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
DISCURSO del
presidente IVÁN DUQUE MÁRQUEZ en su posesión este 7 de agosto de 2018 -1-
“Hoy desde esta majestuosa plaza
que lleva el nombre de nuestro libertador Simón Bolívar, quiero agradecerle a
Dios y al pueblo colombiano por brindarme el honor de conducir los destinos de
la Patria.
Hoy llega a la Presidencia de
Colombia una nueva generación, motivada por el servicio y no por el ejercicio
vanidoso del poder, comprometida con el futuro y sin anclas en prejuicios del
pasado, inspirada en la justicia social y en la seguridad como el cimiento de
nuestras libertades, y dedicada a promover el entendimiento, el trabajo en
equipo y la construcción de consensos.
Es una generación llamada a
gobernar libre de odios, de revanchas, de mezquindades y con el mandato de
millones de compatriotas de hacer de nuestro país una tierra grande donde los
símbolos de nuestro tricolor retomen su significado.
En alguna ocasión el célebre
Darío Echandía se preguntó: '¿El poder para qué?', su humildad elocuente
era una invitación para reflexionar y no olvidar que gobernar es un camino que
sólo deja legados cuando se cimienta en los principios. La diplomacia sin
principios es la hipocresía, la democracia sin principios conduce a la
anarquía, la política sin principios se transforma en corrupción y el poder sin
principios rápidamente muta al autoritarismo.
Quiero gobernar a Colombia con
valores y principios inquebrantables, superando las divisiones de izquierda y
derecha, superando con el diálogo popular los sentimientos hirsutos que invitan
a la fractura social, quiero gobernar a Colombia con el espíritu de construir,
nunca de destruir.
El bicentenario
Este compromiso que asumo hoy
está basado en nuestra historia. El próximo año estaremos celebrando el
bicentenario de la independencia de Colombia y el nacimiento pleno de la
identidad republicana de la Nación.
Este será el gobierno del
bicentenario y todos construiremos la Colombia del bicentenario, para lo cual más
allá de las celebraciones tradicionales debemos hacer reflexiones profundas
sobre nuestro pasado y nuestro futuro.
El bicentenario nos debe llevar a
recordar cómo nuestros padres de la patria fueron capaces de dejar sus egos
para forjar un propósito común. La impronta imborrable de Bolívar, Santander,
Sucre, Córdoba, Urdaneta, al igual que los valientes lanceros que se crecieron
en la batalla de Boyacá para entregarnos la libertad, nos debe reafirmar lo
grande que somos y podemos ser cuando tenemos objetivos compartidos.
Cuando nos unimos como pueblo
nada nos detiene. Cuando todos aportamos somos capaces de hacer realidad
proezas propias que ni siquiera el realismo mágico es capaz de imaginar.
El pasado también nos enseña que
los dogmatismos pueden llevarnos a grandes fracasos. El amanecer
independentista fue opacado por la Patria Boba, y durante varias décadas de la
República las guerras entre hermanos que dejaron dolor y muerte, y las
rencillas de la pequeña política trajeron consigo inestabilidad institucional y
retrasos en el proceso de desarrollo.
La historia de Colombia deja en
evidencia que somos una nación valiente, laboriosa, que no se amaina al primer
ruido. Y por grande que sean las adversidades es aún más grande nuestro deseo
de progresar.
No me canso de decir que Colombia
es resiliencia. Hemos sido capaces de construir un vigoroso y diverso aparato
productivo en medio de tres cordilleras y difíciles laderas, hasta convertirnos
en una economía impetuosa cuyo potencial no cesa de ser reconocido en el mundo
entero. Hemos sido capaces de lograr que la pobreza se reduzca, se expanda la
clase media y que aumente la cobertura en salud y educación. Imposible
olvidar la valentía y fervor de nuestras Fuerzas Militares y de Policía que han
enfrentado la crueldad de los criminales, la anarquía del terrorismo y la
codicia del narcotráfico, saliendo victoriosos y demostrando q los violentos
nunca ganarán.
Pero analizar el pasado tiene que
ser la oportunidad para reconocer que muchos problemas crecieron, no tuvieron
soluciones oportunas y en repetidas ocasiones se transformaron en terribles
amenazas. Así ocurrió con el abandono de muchas regiones, con el narcotráfico,
con la corrupción, con el clientelismo, con la falta de acceso a bienes
públicos en muchas comunidades.
Ser una nación resiliente que
sabe transformar las adversidades en oportunidades es la razón por la cual
debemos aprovechar el Bicentenario para corregir el pasado y construir el
futuro. No puede haber egoísmos. Gobernar a Colombia requiere grandeza para
mantener todo lo que funcione, corregir todo lo que sea necesario y construir
nuevas iniciativas, instituciones y programas que le aseguren a nuestro país un
futuro de justicia social.
El país que recibimos
Hoy más que nunca tenemos que ser
capaces de mirar nuestra Nación con optimismo sin dejar de enfrentar la
realidad y llamar las cosas por su nombre. Los colombianos tenemos enormes
retos.
Recibimos un país convulsionado.
Más de 300 líderes sociales han sido asesinados en los últimos dos años, los
cultivos ilícitos se han expandido exponencialmente en los últimos años, bandas
criminales aumentan su capacidad de daño en varias regiones del país, se han
hecho promesas y compromisos con organizaciones sociales sin asegurar su
financiamiento.
Tenemos que devolverle el valor a
la palabra del Estado. La creación desordenada de agencias y programas está
acrecentando la desconfianza ciudadana y la frustración de los beneficiarios de
estas iniciativas, incluidas las víctimas y las regiones golpeadas por la
violencia.
En materia económica se han
cometido errores que debemos enmendar. Una política tributaria motivada por la
expansión del gasto ha llevado a que tengamos cargas asfixiantes y que se
afecten el ahorro, la inversión, la formalización y la productividad.
La equivocación de haber
expandido los gastos permanentes con base en el espejismo de una bonanza
petrolera transitoria, y luego intentar sustituir petróleo por impuestos afectó
a generadores de empleo y consumidores.
La cantidad de trámites engorrosos
y la proliferación de ventanillas, sumado a la inestabilidad jurídica por
cambios regulatorios abruptos, ha traído consigo efectos negativos en el clima
de negocios de varios sectores necesarios para nuestro presente y nuestro
futuro.
Nos duelen los constantes
escándalos de corrupción en la alimentación escolar, en el sistema de salud, en
proyectos de infraestructura, en los abusos de la contratación directa o en los
peligrosos carteles de únicos proponentes, que han deslegitimado al
Estado, malgastado escasos recursos públicos, privado a miles de ciudadanos de
servicios esenciales y ameritan nuestra acción inmediata.
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