miércoles, 30 de mayo de 2018

Elección, polarización y otros demonios Por Anuar Saad

Lo que escribe Anuar Saad, en esta columna, lo están pensando muchos colombianos.
Los que no  han caído en los insultos y la descalificación.

En este debate político se han dicho tantas cosas.

Tantos amigos que ya no lo son, por estar en uno u otro bando.

Me gusta lo que dice Anuar: "Ojalá que al final, gane quien gane, la lección esté aprendida. Si gana Duque, debe saber que ya –antes de la segunda vuelta—hay más de nueve millones de colombianos que desean un cambio. Y si el ganador es Petro, no puede desconocer que casi 8 millones de colombianos no se tragan aún el cuento de la “Colombia Humana” tal cual él la pinta".
Por eso creo que ningún candidato, se merece que perdamos amigos por ellos.
Ese domingo 17, debemos acercarnos a votar. 
Faltan casi tres semanas para definirse...

Lo triste es que, el que gane, le importará un carajo que muchos amigos hayan perdido su amistad de muchos años...

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1  

martes, 29 de mayo de 2018

Elección, polarización y otros demonios 

Por Anuar Saad


Acto uno: en un lugar de Barranquilla

-Si no lo hacemos, a esto se lo lleva el diablo- bramaba un gordo con lentes tan gruesos como fondo de botella.
-Por eso es que salí temprano a votar. Ese guerrillero no nos va a fregar. ¡Imagínate: entregarle el país a las Farc y terminar peor que Venezuela!- terció otro con gestos dramáticos.
-¿Y dónde me dejas lo de quitarnos la casita y el negocio que tenemos? ¡Tanto trabajar para que ese nos termine expropiando: ni de fundas! – intervino exaltado un tercero golpeando repetidamente la mesa.
-Ese lo que quiere es joder más el país: nacionalizar todo y que el ineficiente Estado asuma lo que no ha podido hacer en un siglo. Ofrece todo gratis para después dejar a un país arruinado: hay que votar por Duque.
Acto dos: en otro lugar de Barranquilla
-¿Cómo te parece lo estúpida que es la gente? A estas alturas y todavía creyendo en el paraco de Uribe. Mandan cáscara. ¿Acaso no ven que si gana Duque revivirán las masacres, los desaparecidos, los grupos paramilitares y los falsos positivos?- preguntaba con exagerados gestos de preocupación un hombre a otros contertulios.
-Es que creen que somos pendejos: Uribe es el que va a gobernar “en cuerpo ajeno” y va a terminar de enriquecer a sus dos hijitos y empobrecer más a los trabajadores honrados como nosotros. ¡Por eso hay que votar por Petro!
-Así es- intervino un tercero mientras hacía referencia a países europeos cuyos supuestos regímenes socialistas los ha llevado al progreso.- Ahí también están Ecuador y Uruguay- ¡Fuera los paras!
-Este Duque quiere alargar la edad de pensión, poner a Uribe de Presidente del Congreso y a Ordoñez de Ministro de Educación. ¿Te imaginas la persecución en este país si eso pasa?

-o-o-o-o-o-o-

Si usted, amigo lector, va a votar para la segunda vuelta en la que se define el Presidente de Colombia impulsado por las razones que se esgrimen en cualquiera de las dos escenas anteriores, debe saber que la problemática de este país va más allá de las posturas extremas. Más allá de Uribe. De Petro. De la ultraderecha o del marxismo. Un país violento –entre los más violentos del mundo en el que cada semana mueren bebés a causa de balas perdidas—no necesita argumentos incendiarios para elegir presidente.

La polarización que sufre Colombia hace daño. Está fomentando aún más la intolerancia, la inquina, el odio, el rencor y la violencia. Quisiera aún creer que ni Duque va arrasar el acuerdo de paz renaciendo con ello la violencia que tiña de sangre al país, ni que Petro, en el evento de que sea elegido, convierta a Colombia en otra Venezuela.

Me resisto a creer que los colombianos seamos tan primitivos en nuestros razonamientos que le damos el voto a uno, para detener al otro y no porque el programa de gobierno y las propuestas de alguno de los dos candidatos, alcanzaron a cautivarnos.

Desgraciadamente –y esto sí hay que recalcarlo- así se perfiló, desde el inicio, la batalla presidencial. Una campaña donde las ideas y propuestas pasaron a segundo plano por la espantosa costumbre, apoyada por publicidades masivas, de “vender” mi imagen a costa de denigrar de mi oponente.

Fue tal vez Fajardo el candidato que más se alejó de esta maligna forma de hacer campaña y al que jamás se le escucharon frases ofensivas contra sus adversarios, lo que seguramente, en un país de violentos como el nuestro, no terminó de convencer a muchos para que votaran por él. Pero los que lo hicieron, esos más de 4.5 millones de colombianos, son votos libres hoy que, de seguro, decidirán sobre las propuestas y no sobre la polarización.

Ojalá que al final, gane quien gane, la lección esté aprendida. Si gana Duque, debe saber que ya –antes de la segunda vuelta—hay más de nueve millones de colombianos que desean un cambio. Y si el ganador es Petro, no puede desconocer que casi 8 millones de colombianos no se tragan aún el cuento de la “Colombia Humana” tal cual él la pinta.

Es por eso que si los dos candidatos pensaran por un momento más en Colombia que en ellos mismos, de quedar presidentes, deberían acoger lo mejor del programa de Gobierno de su adversario. Revisar lo fundamental de las propuestas del otro que  hizo que  millones hayan adhirieran a esas propuestas. Un buen punto de inicio para direccionar al país por la senda del desarrollo y la reconciliación social, es que el nuevo Presidente acepte que la nación no aguanta más extremismo y polarización y acepte, además, que ni la derecha ni la izquierda (tampoco el centro) son los únicos dueños de la solución porque el buen gobierno, el comprometido con el bienestar colectivo, sea de la corriente que sea, debe tener un denominador común: cero corrupción porque –no hay que olvidarlo—la corrupción en un país como el nuestro, no respeta ni partidos ni banderas: ahí está la historia para refrendarlo.


Y la lección será completa cuando el día de ir a las urnas lo hagamos en masa. Convencidos que la abstención nos quita el derecho a reclamar y que el voto de opinión, ese legítimo, innegociable y que se emite de acuerdo a nuestras convicciones, sea el que en definitiva, más allá de las posturas partidistas o de maquinarias electorales, definan el derrotero de Colombia en sus próximos cuatro años. Mientras ese día llega, seamos tolerantes. No nos creamos dueños de la verdad y entendamos que democracias es, precisamente, el derecho que tenemos todos a pensar diferente.

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