Los que no han caído en los insultos y la descalificación.
En este debate político se han dicho tantas cosas.
Tantos amigos que ya no lo son, por estar en uno u otro bando.
Me gusta lo que dice Anuar: "Ojalá que al final, gane quien gane, la lección esté aprendida. Si gana Duque, debe saber que ya –antes de la segunda vuelta—hay más de nueve millones de colombianos que desean un cambio. Y si el ganador es Petro, no puede desconocer que casi 8 millones de colombianos no se tragan aún el cuento de la “Colombia Humana” tal cual él la pinta".
Por eso creo que ningún candidato, se merece que perdamos amigos por ellos.
Ese domingo 17, debemos acercarnos a votar.
Faltan casi tres semanas para definirse...
Lo triste es que, el que gane, le importará un carajo que muchos amigos hayan perdido su amistad de muchos años...
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
martes, 29 de mayo de 2018
Elección, polarización y otros demonios
Por Anuar Saad
Acto uno: en un lugar de Barranquilla
-Si no lo hacemos, a esto se lo lleva
el diablo- bramaba un gordo con lentes tan gruesos como fondo de botella.
-Por eso es que salí temprano a
votar. Ese guerrillero no nos va a fregar. ¡Imagínate: entregarle el país a las
Farc y terminar peor que Venezuela!- terció otro con gestos dramáticos.
-¿Y dónde me dejas lo de quitarnos la
casita y el negocio que tenemos? ¡Tanto trabajar para que ese nos termine
expropiando: ni de fundas! – intervino exaltado un tercero golpeando
repetidamente la mesa.
-Ese lo que quiere es joder más el
país: nacionalizar todo y que el ineficiente Estado asuma lo que no ha podido
hacer en un siglo. Ofrece todo gratis para después dejar a un país arruinado:
hay que votar por Duque.
Acto dos: en otro lugar de Barranquilla
-¿Cómo te parece lo estúpida que es
la gente? A estas alturas y todavía creyendo en el paraco de Uribe. Mandan
cáscara. ¿Acaso no ven que si gana Duque revivirán las masacres, los
desaparecidos, los grupos paramilitares y los falsos positivos?- preguntaba con
exagerados gestos de preocupación un hombre a otros contertulios.
-Es que creen que somos pendejos:
Uribe es el que va a gobernar “en cuerpo ajeno” y va a terminar de enriquecer a
sus dos hijitos y empobrecer más a los trabajadores honrados como nosotros.
¡Por eso hay que votar por Petro!
-Así es- intervino un tercero
mientras hacía referencia a países europeos cuyos supuestos regímenes
socialistas los ha llevado al progreso.- Ahí también están Ecuador y Uruguay-
¡Fuera los paras!
-Este Duque quiere alargar la edad de
pensión, poner a Uribe de Presidente del Congreso y a Ordoñez de Ministro de
Educación. ¿Te imaginas la persecución en este país si eso pasa?
-o-o-o-o-o-o-
Si usted, amigo lector, va a votar
para la segunda vuelta en la que se define el Presidente de Colombia impulsado
por las razones que se esgrimen en cualquiera de las dos escenas anteriores,
debe saber que la problemática de este país va más allá de las posturas
extremas. Más allá de Uribe. De Petro. De la ultraderecha o del marxismo. Un
país violento –entre los más violentos del mundo en el que cada semana mueren
bebés a causa de balas perdidas—no necesita argumentos incendiarios para elegir
presidente.
La polarización que sufre Colombia
hace daño. Está fomentando aún más la intolerancia, la inquina, el odio, el
rencor y la violencia. Quisiera aún creer que ni Duque va arrasar el acuerdo de
paz renaciendo con ello la violencia que tiña de sangre al país, ni que Petro,
en el evento de que sea elegido, convierta a Colombia en otra Venezuela.
Me resisto a creer que los
colombianos seamos tan primitivos en nuestros razonamientos que le damos el
voto a uno, para detener al otro y no porque el programa de gobierno y las
propuestas de alguno de los dos candidatos, alcanzaron a cautivarnos.
Desgraciadamente –y esto sí hay que
recalcarlo- así se perfiló, desde el inicio, la batalla presidencial. Una
campaña donde las ideas y propuestas pasaron a segundo plano por la espantosa
costumbre, apoyada por publicidades masivas, de “vender” mi imagen a costa de
denigrar de mi oponente.
Fue tal vez Fajardo el candidato que
más se alejó de esta maligna forma de hacer campaña y al que jamás se le escucharon
frases ofensivas contra sus adversarios, lo que seguramente, en un país de
violentos como el nuestro, no terminó de convencer a muchos para que votaran
por él. Pero los que lo hicieron, esos más de 4.5 millones de colombianos, son
votos libres hoy que, de seguro, decidirán sobre las propuestas y no sobre la
polarización.
Ojalá que al final, gane quien gane,
la lección esté aprendida. Si gana Duque, debe saber que ya –antes de la segunda
vuelta—hay más de nueve millones de colombianos que desean un cambio. Y si el
ganador es Petro, no puede desconocer que casi 8 millones de colombianos no se
tragan aún el cuento de la “Colombia Humana” tal cual él la pinta.
Es por eso que si los dos candidatos
pensaran por un momento más en Colombia que en ellos mismos, de quedar
presidentes, deberían acoger lo mejor del programa de Gobierno de su adversario.
Revisar lo fundamental de las propuestas del otro que hizo que
millones hayan adhirieran a esas propuestas. Un buen punto de inicio
para direccionar al país por la senda del desarrollo y la reconciliación
social, es que el nuevo Presidente acepte que la nación no aguanta más
extremismo y polarización y acepte, además, que ni la derecha ni la izquierda
(tampoco el centro) son los únicos dueños de la solución porque el buen
gobierno, el comprometido con el bienestar colectivo, sea de la corriente que
sea, debe tener un denominador común: cero corrupción porque –no hay que
olvidarlo—la corrupción en un país como el nuestro, no respeta ni partidos ni
banderas: ahí está la historia para refrendarlo.
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