Deberíamos revisar ese período.
El RADAR estuvo en Tokio, Japón, en las Asambleas de 2012.
Y ahora vuelve a Washington en 2014.
No hemos hecho el análisis, pero, prometo que lo haremos...
¿Qué ha pasado desde esa época hasta ahora?
El año pasado estuvimos también en la capital norteamericana...
¿Qué pasó entre octubre 2013 a octubre 2014?
En esta reunión se los comentaremos...
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Pd: el discurso de la señora Lagarde
Discurso en las Reuniones Anuales
El camino por delante: Una economía mundial en proceso de cambio, un FMI en proceso de cambio
El camino por delante: Una economía mundial en proceso de cambio, un FMI en proceso de cambio
Christine Lagarde, Directora Gerente del
Fondo Monetario Internacional
Tokio, 12 de octubre de 2012
Fondo Monetario Internacional
Tokio, 12 de octubre de 2012
Introducción: El mundo viene a Japón
Ohayo gozaimasu ¡Buenos días!
Señor Presidente de las Reuniones Anuales,
gobernadores, distinguidos invitados: en nombre del Fondo Monetario
Internacional, permítanme darles la bienvenida a estas Reuniones Anuales. Tokyo e yokoso!
Permítanme saludar y expresar mi agradecimiento a
su Alteza Imperial, el Príncipe Naruhito, por estar con nosotros. Es un enorme
privilegio contar con su presencia. También quisiera agradecer a nuestros
anfitriones japoneses por su maravillosa hospitalidad. Y permítanme dar una muy
calurosa bienvenida a mi amigo Jim Yong Kim, en su primera participación en las
Reuniones Anuales como Presidente del Banco Mundial. Sé cómo se siente: ¡yo
estuve en sus zapatos el año pasado!
La última vez que las Reuniones
Anuales se celebraron en Tokio, allá por el año 1964, el Primer Ministro
japonés Hayato Ikeda afirmó que “el desafío vital que todos enfrentamos, ya sea
a nivel nacional o internacional, es promover un crecimiento económico estable
y reducir la disparidad entre ricos y pobres”. Como reza el viejo dicho, cuanto
más cambian las cosas, más siguen igual (plus ça change, plus c'est la même
chose).
Japón ha recorrido un camino muy
largo desde 1964.
Acabo de regresar de Sendai,
escenario del devastador terremoto y tsunami el año pasado. El escenario de
tantas vidas perdidas, de tantos sueños destrozados. Y
sin embargo lo que vi fue una ciudad que ha renacido. Vi de primera mano los
increíbles esfuerzos del pueblo japonés para reconstruir su país y sus vidas.
Vi coraje y confianza.
Es una inspiración para el mundo.
Allí comprendieron lo que todos debemos comprender: solo actuando unidos
podemos superar los problemas de hoy y mejorar nuestro futuro colectivo.
Esta mañana quisiera compartir con ustedes algunas
ideas acerca de cómo sería ese futuro, para la economía mundial, el FMI y todos
nosotros.
Me referiré entonces a tres temas:
A. El ritmo y la escala del cambio en
la economía mundial.
B. La forma de recorrer el camino por
delante.
C. Mi visión del FMI para el futuro.
A. Un mundo que fluye: Cambios de
gran magnitud y vasto alcance
En momentos en que debemos lidiar con los grandes
cambios que están ocurriendo a nuestro alrededor, quizá podamos aprender de las
Reuniones Anuales celebradas en Tokio en 1964.
En aquella oportunidad, los países miembros aquí
reunidos se encontraban en la cúspide de un nuevo mundo brillante, una edad
dorada. Japón estaba en medio de un renacimiento económico y la economía
mundial crecía con espectacular pujanza.
Observemos cuánto camino hemos recorrido. Miremos
el notable aumento de los niveles de vida, medidos en función del PIB real per
cápita: son casi 3½ veces más altos en el mundo, han crecido 4 veces en Japón y
registran un impresionante aumento de 9½ veces en los países emergentes de
Asia. Los volúmenes del comercio mundial son 16 veces más altos. Y, con China a
la cabeza, unos 500.000 millones de personas tan solo en Asia han logrado salir
de la pobreza en estas últimas décadas.
Si observamos el panorama que presenta el futuro,
nuestro mundo está siendo transformado nuevamente por varias grandes
megatendencias.
Se están registrando grandes cambios
demográficos: vastos sectores de población joven en las regiones económicas
que están creciendo; poblaciones cada vez mayores de cabellos canos en las economías
avanzadas y las principales economías emergentes; y más y más mujeres que
participan en la economía. De aquí a 2035, África tendrá la fuerza laboral más
grande del mundo, de más de mil millones de personas, más que la de India o de
China. Pero para entonces el mundo también tendrá más de mil millones de
habitantes de más de 65 años de edad.
El poder económico se desplaza
desde Occidente a Oriente, y la prosperidad ha empezado a trasladarse del Norte
al Sur. Los mercados emergentes y las economías en desarrollo representan hoy
la mitad del PIB mundial, en comparación con un cuarto del PIB en 1964.
Las comunicaciones e innovaciones
tecnológicas están impulsando nuestras economías
y nuestras sociedades a niveles cada vez más altos. Una infinidad de interconexiones
nos vinculan, abriendo un portal de innumerables posibilidades para cada uno de
nosotros. Actualmente, casi 3.000 millones de personas están conectadas a
Internet, una red verdaderamente mundial.
En suma, las arenas de la economía mundial se están desplazando.
La fortaleza y el dinamismo de Asia son evidentes.
Algo similar ocurre en otras regiones emergentes. Cuando visité Brasil este
año, por ejemplo, pude ver a una presidenta, Dilma Rousseff, totalmente
decidida a lograr un crecimiento inclusivo y a impulsar sus planes para reducir
la desigualdad. Es mucho lo que podemos aprender de aquellas regiones que
pasaron por períodos traumáticos.
Europa también atraviesa un proceso
histórico de integración. Sí, es verdad que la zona del euro está siendo
sometida a duras pruebas, y que debe seguir avanzando en la implementación de
las iniciativas de política económica que se han anunciado. Pero también
debemos reconocer que una integración bancaria y fiscal más profunda, sumada a
reformas estructurales de esquemas hondamente arraigados, fortalecerá los
cimientos de su economía y sentará las bases para una unión más sólida y
resistente en el futuro.
También Oriente Medio se está transformando. Y sí,
el camino por delante estará plagado de dificultades. Pero si hay compromiso, y
apoyo externo, estoy segura de que las promesas de la transformación árabe
iluminarán el rumbo como un faro de esperanza. Cuando me reuní con el
Presidente Morsi de Egipto, él me habló de su determinación de emprender
ambiciosas reformas económicas sustentadas en instituciones sólidas y
democráticas, y el Presidente Morsi está cumpliendo su palabra.
África subsahariana también se está
abriendo camino, creciendo con fuerza y a un ritmo constante después de décadas
de estancamiento. Naturalmente, todavía queda mucho camino por recorrer para
ganar la larga guerra contra la pobreza. Pero los viejos estereotipos están
desapareciendo rápidamente, y el surgimiento de “mercados fronterizos” de
fuerte crecimiento concita gran interés externo. Miremos el caso de Nigeria, un
país que visité a comienzos de este año. Es un país que durante muchos años
despilfarró su herencia de riqueza petrolera, pero ahora crece de manera
impactante, gracias a un dinámico proceso de reformas y al fuerte liderazgo de
sus dirigentes.
Estos cambios están marcando el rumbo de nuestro
futuro.
Pero también hay grandes desafíos. No debemos
dejarnos llevar por el entusiasmo. Como ustedes habrán observado en nuestras
previsiones, la recuperación mundial es todavía demasiado débil. Las
perspectivas de empleo para un número incalculable de millones de personas son
aún demasiado exiguas. La brecha entre ricos y pobres es aún demasiado amplia.
Hay un difícil camino por recorrer para que nuestro
optimismo se haga realidad.
B. La forma de recorrer el camino por
delante
Esto me lleva al segundo punto: ¿cómo podemos
recorrer con éxito ese camino? ¿Cómo debemos manejar el cambio?
Veo tres hitos:
- Dejar atrás la crisis.
- Completar la reforma del sector financiero.
- Atacar la desigualdad y construir un crecimiento inclusivo.
Dejar atrás la crisis
La primera prioridad es, sin duda, superar la
crisis y restablecer el crecimiento, especialmente
para poner fin al flagelo del desempleo.
Conocemos el paquete de políticas que puede
ayudarnos a lograr ese objetivo: una política monetaria acomodaticia; un ritmo
adecuado de ajuste fiscal, que no perjudique el crecimiento pero que se base en
planes realistas para reducir la deuda a mediano plazo; concluir el saneamiento
del sector bancario; y reformas estructurales que impulsen la productividad y
el crecimiento. Todo ello debe complementarse con medidas que reequilibren la
demanda mundial orientándola hacia los mercados emergentes dinámicos.
No nos engañemos: sin crecimiento, el futuro de la
economía mundial está en peligro.
Quizás el mayor obstáculo será el enorme legado de
deuda pública, que actualmente representa en promedio casi el 110% del PIB en
las economías avanzadas, el nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial.
Esto deja a los gobiernos muy expuestos a cambios sutiles de la confianza.
También les ata las manos, especialmente cuando intenten construir la
infraestructura del siglo XXI y cumplir al mismo tiempo las promesas sociales.
Las necesidades de una población en rápido proceso de envejecimiento
acrecentarán estas presiones.
La historia nos enseña una lección clara: reducir
la deuda pública es una tarea increíblemente difícil si no hay crecimiento. Un
alto endeudamiento, a su vez, hace más difícil lograr tal crecimiento.
El camino que tenemos ante nosotros es angosto y
largo.
La clave ahora es pasar de la deliberación a la
acción para aplicar las políticas que sabemos son necesarias, y avanzar juntos
en todos los frentes. Somos múltiples jugadores, pero el juego es uno solo, y
es un juego que se vuelve cada vez más complejo, pero que puede arrojar
resultados positivos.
Un mejor sistema financiero
El segundo hito que planteo es un mejor sistema
financiero. Sabemos que es crucial para la moderna economía mundial.
Pero necesitamos superar el sistema que nos llevó a
la crisis, un sector financiero donde algunos, como dirían los antiguos
griegos, jugaron con el hubris, o exceso de soberbia, y desataron el
castigo de los dioses, la némesis.
En este momento, a pesar de registrar algún grado de
progreso, el sistema no es mucho más seguro que cuando estalló la crisis de
Lehman. Es todavía demasiado complejo, las actividades siguen estando demasiado
concentradas en las grandes instituciones, y el fantasma de las entidades
demasiado importantes como para dejarlas caer todavía acecha al sector. El
hecho de que sigan registrándose excesos y escándalos muestra que en realidad
la cultura no se ha modificado.
Por eso, como tema prioritario y urgente, debemos
completar la agenda de reformas del sector financiero: mejor regulación, mejor
supervisión, mejor resolución de las entidades transfronterizas, incentivos
prudentes en las instituciones financieras e igualdad de condiciones para el
sector.
Estamos logrando avances, especialmente en lo
concerniente a la agenda de Basilea III para mejorar las reservas de capital y
de liquidez. Pero temo que estemos perdiendo impulso, tanto en cuanto a la
implementación de las reformas acordadas como en los avances en temas tales
como los instrumentos derivados, la banca paralela y las instituciones que son
“demasiado importantes para quebrar”.
A muchos participantes de la industria les
preocupan los costos de las nuevas regulaciones. ¿Se justifica esa
preocupación? En un reciente estudio del FMI se muestra que una mejor
regulación hará aumentar las tasas pasivas, pero relativamente poco. Observamos
asimismo que un aumento de las reservas de capital a los niveles apropiados no
perjudica el crecimiento sino que lo favorece. La reforma de los impuestos que
gravan el sector financiero también puede contribuir a reducir un exceso de
asunción de riesgos y de apalancamiento.
La conclusión es que los costos de una reforma son
asequibles. Los costos de la complacencia no lo son. Ya hemos pasado por esto.
Otra consideración a tener en cuenta: el sistema
financiero puede contribuir a facilitar la transición hacia un crecimiento
mundial más equilibrado. En este momento, las economías emergentes de Asia
concentran alrededor de un tercio del ahorro mundial. Al desarrollar los
mercados financieros locales, estas economías podrían canalizar una mayor
cantidad de esos ahorros hacia el propio patio trasero de las economías
emergentes de Asia, es decir, hacia las personas que más los necesitan para
acceder a la prosperidad.
Desigualdad y crecimiento inclusivo
Esto me lleva al tercer hito: la desigualdad y la
calidad del crecimiento en nuestro mundo futuro. En realidad, esto tiene que
ver con la dimensión humana de la formulación de las políticas.
El crecimiento es esencial para la futura economía
mundial, pero debe ser una clase diferente de crecimiento. Un crecimiento que
no sea simplemente la consecuencia indirecta de una globalización sin límites.
Un crecimiento que sea inclusivo.
Estudios recientes del FMI nos indican que una
menor desigualdad se asocia con una mayor estabilidad macroeconómica y un
crecimiento más sostenible. Esto tiene profundas repercusiones para las
políticas públicas.
Significa centrar la atención en la eficiencia,
pero sin dejar de lado el tema de la equidad, al formular la política fiscal.
Significa una distribución equitativa de la carga del ajuste, y proteger a los
débiles y vulnerables. Significa una mejor inclusión financiera, de modo que
todos tengan acceso a los mercados crediticios y financieros. Significa una mejor
transparencia y una mejor gestión de gobierno, de modo que las puertas de la
oportunidad estén abiertas para todos, y que si se cierran, se sepa por qué.
Reitero entonces los tres temas en torno a los
cuales girará nuestra futura economía mundial: superar la crisis, mejorar el
sistema financiero, construir un nuevo tipo de crecimiento.
C. El futuro FMI: Servir a nuestros
países miembros en el nuevo mundo
¿Qué implica todo esto para el futuro del FMI?
Algo que trasciende todo lo que he dicho hasta ahora
es la necesidad de una mayor cooperación. Un mundo que esté unido por lazos
comunes debe ser un mundo que trabaje en forma conjunta: un mundo que, como
diría el gran poeta indio Tagore, “no esté desmenuzado en fragmentos a causa de
los estrechos muros nacionales”.
Por eso, si bien los organismos multilaterales
fueron importantes en el pasado, son aún más importantes para nuestro futuro.
Y el FMI es un foro de primer orden para este tipo
de cooperación mundial.
Esta crisis nos ha cambiado: nuevos enfoques,
nuevas herramientas, nueva relevancia. Las características fundamentales del
futuro FMI ya están perfilándose, pero se construyen a partir de nuestro pasado
y del mandato que nos dieron nuestros fundadores.
¿Cómo debería ser entonces el FMI en
el futuro?
Ante todo, el FMI debe ser siempre un asesor de
confianza.
El asesoramiento es a veces difícil, ¡tanto darlo
como recibirlo! En este último año, tomamos una serie de importantes
decisiones, algunas de ellas controversiales. La recomendación de recapitalizar
los bancos europeos, de establecer un mayor cortafuegos financiero en Europa;
de adoptar un enfoque más equilibrado para el ajuste fiscal, de prestar urgente
atención al problema del precipicio fiscal. Fueron recomendaciones duras, pero
nuestro trabajo es precisamente formularlas, ser un árbitro objetivo e
independiente en cuestiones económicas, especialmente en tiempos difíciles.
Ahora el FMI debe seguir avanzando y adaptarse aún
más a las cambiantes realidades y prioridades de la moderna economía mundial,
el mundo de vastas interconexiones. De modo que nos estamos concentrando más
que nunca en los efectos de contagio que generan las economías y las políticas,
en cómo lo que ocurre en un país afecta a los demás.
Nuestra nueva Decisión de Supervisión Integrada,
por ejemplo, permitirá que la supervisión a nivel de los países se beneficie de
la supervisión a nivel mundial, echando luz sobre los efectos transfronterizos.
Nuestro nuevo Informe sobre el Sector Externo enfoca mejor nuestra evaluación
de las políticas, incluidos los tipos de cambio, desde una perspectiva
multilateral. Y nuestra nueva Estrategia de Supervisión Financiera refuerza
sustancialmente nuestra focalización en un sector que es el centro de las
preocupaciones acerca de la estabilidad nacional y mundial.
Segundo: el FMI debe tener los
recursos necesarios para respaldar a sus países miembros en este mundo
interconectado.
En lo que va de la crisis hemos comprometido
US$540.000 millones y desembolsado US$157.000 millones en 126 programas de préstamos:
57 no concesionarios, 69 concesionarios. Estamos ayudando a todo tipo de países
a resolver todo tipo de problemas: financiamiento para hacer frente a los
procesos de ajuste y de transición, reaseguro para prevenir el contagio y
certificar la aplicación de buenas políticas. Y lo estamos haciendo con más
flexibilidad y sensibilidad a las condiciones sociales, por ejemplo,
recomendando que en algunos países el ajuste fiscal se lleve a cabo en un
período más prolongado.
La decisión que ustedes han tomado este año para
sumar US$456.000 millones a nuestros recursos es un enorme voto de confianza en
la institución, que eleva nuestra capacidad crediticia total a más de US$1
billón. Y recientemente, al usar las ganancias extraordinarias provenientes de
las ventas de oro, ustedes también han dado respuesta a los países de bajo
ingreso, garantizando que tengamos recursos suficientes en el Fondo Fiduciario
para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza para otorgar préstamos
concesionarios en los años venideros.
Tengan la seguridad de que se dará buen uso a sus
inversiones: contribuir a poner fin a las crisis, prevenirlas y reducir los
costos humanos que ellas acarrean.
Un último punto, de importancia
crucial acerca FMI en el futuro: la institución debe ser un fiel reflejo del
mundo.
Necesitamos un FMI que represente al mundo, que se
asemeje al mundo, y en el cual el mundo encuentre un hogar seguro y
confortable.
En este contexto, las reformas acordadas en 2010
representan el cambio más importante de nuestra historia en lo que concierne a
nuestra estructura de gobierno. Como resultado, un 6% de las cuotas se
trasladará hacia los países dinámicos de mercados emergentes y en desarrollo,
lo que equivale a un total de 9% desde el inicio de la anterior reforma de 2006.
Por primera vez, Brasil, China, India y Rusia estarán entre nuestros diez
mayores accionistas. Por primera vez entre los organismos financieros
internacionales tendremos un Directorio Ejecutivo en el que todos los miembros
sean electos.
La buena nueva es que hemos logrado un gran avance
hacia esta reforma. Hemos alcanzado la mayor parte de los hitos principales:
más del 75% de las aprobaciones necesarias para el aumento de las cuotas, más
de 120 países a favor de la reforma del Directorio. Ahora debemos seguir
trabajando hasta alcanzar el 85% del total de votos que se requiere para
completar la reforma del Directorio y el programa de reformas de 2010.
Podemos ver la línea de llegada. Está cerca, y hoy
—aquí en Tokio — nuevamente insto a nuestros países miembros a alcanzarla.
Señor Presidente, Gobernadores: este es el FMI que estamos construyendo, y
seguiremos construyendo, con el apoyo de todos ustedes. La institución les
pertenece. Un FMI para todos los tiempos y todos los pueblos. Un servidor de
todos los países miembros de la institución, y de su gente.
Conclusión: El espíritu de Tokio.
Cooperación
Para finalizar, permítanme agradecer y rendir
homenaje una vez más a nuestros anfitriones japoneses. Japón es verdaderamente
el campeón del multilateralismo y la cooperación mundial. Es un amigo del FMI,
y hoy celebramos 60 años de nuestra asociación.
Quisiera expresar mi profundo reconocimiento al
personal técnico del FMI por su magnífico desempeño. Pocas veces me he sentido
tan gratamente impresionada como ante la labor de este grupo de dedicados
profesionales que trabajan día y noche para dar apoyo a nuestros países
miembros.
También deseo agradecer a los directores ejecutivos
de la institución la invalorable orientación brindada y su espíritu de colegialidad.
Quiero además agradecerles a ustedes, los países miembros, por su constante
apoyo, por creer en nosotros.
Una reflexión final: como parte de estas Reuniones
Anuales, organizamos un concurso de ensayos para que los estudiantes japoneses
compartieran sus ideas sobre el FMI y la economía mundial. Recibimos numerosos
trabajos maravillosos, que constituyen una gran fuente de inspiración. Los
finalistas están hoy con nosotros. Los invito a ponerse de pie.
Un ensayo en particular quedó grabado en mi mente.
Su autora es una joven llamada Nao Yonemoto.
Nao se refirió a un famoso incidente en la historia
de Japón, cuando dos caudillos —Shingen Takeda y Kenshin Uesugi—
luchaban por la supremacía. Cuando uno de ellos se enteró de que al otro le
faltaba sal —un producto especialmente valioso en esos días— le envió cierta
cantidad de sus propias provisiones.
De ahí el gran proverbio japonés, “dadle sal a
vuestro adversario”. Dicho de otro modo, sean generosos con los
necesitados, aun cuando sean muy diferentes de nosotros, o no pertenezcan a
nuestro equipo. ¿El mensaje? Ayudarnos unos a otros en momentos difíciles es la
única manera de avanzar.
Señor Presidente, Gobernadores: el espíritu de cooperación es la única manera de
avanzar. Pude ver ese espíritu en Sendai el otro día. Lo he visto en mis viajes
a nuestros países miembros durante este último año. Lo veo nuevamente en sus
rostros esta mañana.
Es el espíritu de nuestras Reuniones. Espero que se
lo lleven con ustedes cuando regresen a sus países.
Muchas gracias.
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