domingo, 18 de mayo de 2014

ELECCIONES en COLOMBIA. El ex presidente va a ser el gladiador de Santos para enfrentar al presidente Uribe.



¿Qué tan fuerte es la rabia de Álvaro Uribe?
Tanta, que no piense en Colombia, sino en ganar algo personal, como colombiano…
Vamos a leer esta nota de Semana, con el ex presidente Gaviria.

La verdad es que a mí, como colombiano, me interesa la paz… no las confrontaciones y mentiras en que se meten los políticos por ganarse los votos, los puestos y el poder…

Al final, al final, la historia les devolverá todo el daño que le han hecho a este país y a este pueblo agradable y valioso…

RADAR,luisemilioradaconrado
radareconomico1

16 mayo 2014

Gaviria decidió librar la batalla

NOMBRAMIENTO

El ex presidente va a ser el gladiador de Santos para enfrentar al presidente Uribe. 

La pelea es peleando. 

La idea de nombrar a César Gaviria surgió de una entrevista que Gaviria le dio a María Isabel Rueda el martes pasado en El Tiempo. El presidente Juan Manuel Santos, quien considera que no se han divulgado bien los buenos resultados de su gobierno y que tampoco ha quedado claro que él es víctima de una guerra sucia, encontró en el ex presidente el intérprete perfecto.

En momentos en los que se oyen más críticas que elogios al gobierno, Gaviria asumió en esa entrevista posiciones firmes con argumentos de peso en su defensa. Dijo que Colombia es hoy admirada por los gigantescos cambios que ha tenido, aseguró no recordar “ningún otro presidente en décadas recientes tan bien preparado como Santos” y destacó que este “no gobierna para la galería sino para enfrentar los problemas reales del país”.

En cambio, a la hora de referirse al ex presidente Álvaro Uribe, quien en la última semana se convirtió en la cabeza visible de la campaña de Óscar Iván Zuluaga, no ahorró ataques. Dijo que sus trinos “son como para incendiar el país”, que “siempre habla con rabia, con odio, con espíritu destructivo” y calificó como “guerra sucia de la peor”, la que según él, está haciendo Uribe.
Con esa argumentación el presidente Santos llegó a la conclusión de que no podía conseguir mejor gladiador. En realidad, Gaviria y él estaban algo distanciados. No por diferencias sino simplemente porque con el transcurso del tiempo la comunicación entre ambos se había hecho menos frecuente. A los ex presidentes les gusta ser consultados y Santos no ha sido muy dado a trabajarle a ese rito.

A pesar de eso, Gaviria decidió recoger las banderas y librar la batalla. Su tarea es tratar de convencer a los colombianos de los tres mensajes que quiere enviar Santos. 1) Que este gobierno es bueno. 2) Que Uribe es un cínico-mentiroso y 3) Que el proceso de paz es una oportunidad histórica que no se puede desaprovechar.

Detrás de la escogencia del gladiador hay consideraciones estratégicas. A Santos, como candidato, no le conviene ser contraparte de Álvaro Uribe sino de Óscar Iván Zuluaga. Y Uribe, al no tener un contradictor de su talla, al menos de jerarquía presidencial, estaba marcando la agenda en la campaña. Crearle un contendor de la talla de Gaviria por lo tanto tiene sentido.
El problema es que Gaviria es mejor leído que escuchado. Su exceso de pasión verbal no siempre ayuda. Pero en este caso, las consideraciones de habilidad para comunicar son menos importantes que sus habilidades políticas, su sentido estratégico y su don de mando, que llegan además como un bálsamo a una campaña que parecía estar mordiéndose la cola. Y en ese sentido Gaviria es muy útil.

Para el ex presidente liberal asumir esa responsabilidad obedece a una mezcla de generosidad e interés propio. Generosidad porque en una campaña, cuando la dinámica se vuelve adversa, son más los que se van del barco que los que se suben. Además de esto, asumir el papel de capitán es jugársela a fondo cuando se está atravesando la tormenta.
 
Pero detrás de ese gesto no solo hay nobleza, el principal apoyo de Santos ha sido el Partido Liberal y si se pierde la reelección sería un revés para esa colectividad. El partido rojo llegó al gobierno de Uribe como la primera fuerza política del país y al cabo de ocho años acabó con un cuarto puesto en las elecciones presidenciales y apenas un 5 por ciento de la votación. Nadie en el Partido Liberal quiere volver a vivir esa sequía. 

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