No es periodista, pero escribe como
si lo fuera.
Lo hace mejor que muchos que se dicen
comunicadores y periodistas…
Es economista, pero se desplaza en
medio de la palabra, como si hubiera estado en las aulas de las facultades de
comunicación. Lo leo con frecuencia, porque es de los colombianos que nos está
diciendo la verdad.
Jairo Parada, entendió hace rato que
tiene un compromiso moral, social y profesional con sus lectores y en esa tarea
lo acompaño permanentemente.
Esta columna, nos sirve a muchos para
reflexionar un rato. Especialmente en momentos en que Colombia deberá tomar
decisiones claves para su desarrollo, para su futuro y su estabilidad.
Bien Jairo… un fuerte abrazo amigo.
¡Gracias!
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
El consecuencialismo en la política
colombiana
Por Jairo Parada
Si hay un criterio filosófico que ha
hecho mucho daño en la política colombiana ha sido el consecuencialismo. Es una
posición filosófica que predica que la nobleza de los fines justifica cualquier
acción. En otras palabras, importan los fines, no los medios. En política
conduce a justificarlo todo en aras de la obtención del poder, fin último de la
acción política mal entendida, el poder por el poder mismo. No para ponerlo al
servicio de la polis o los ciudadanos. Es un utilitarismo crudo en función de
la búsqueda del poder.
Esta filosofía hizo daño en los
grupos de izquierda en el siglo pasado. La búsqueda del poder para ponerlo al
servicio del ‘proletariado’ llevaba a justificarlo todo. Lo moral era lo que
sirviera a este propósito. Lo demás era “inmoral”. Así se justificó el
secuestro, el crimen, el reclutamiento de menores y el narcotráfico. Se
olvidaron los ideales del ‘Guerrillero Heroico’, ejemplarizado por el Che
Guevara, en sus textos militares.

En nuestros gobiernos locales sucede
algo similar. Las licitaciones se amarran celosamente para que caigan en manos
de los escogidos previamente. Se hacen uniones ‘temporales’ donde las firmas de
prestigio prestan su sombre y cobran por ello. Los socios opacos son los que
ejecutan. Todo se hace dentro de la ley y bajo la vigilancia de la Procuraduría.
Se acumula dinero y poder. El fin lo es todo, los medios no interesan. Kant es
completamente olvidado. Igual sucede con la ‘transparencia’ en el gasto
público.
En La Habana no se firma la paz sino
el cese del conflicto armado apenas. Se trata de la apuesta más seria que tiene
el país para estar cerca de la terminación del conflicto, el cual lleva 50 años
con millones de desplazados y cientos de miles de muertos. Pero a los
colombianos, el tema de la paz, que afecta a los 15 millones de la población
rural y de pequeñas ciudades, poco les importa mientras no los afecte. Es no
entender que seguiremos aplazando el desarrollo que tanto nos merecemos. Aquí
no hay ningún “castro-chavismo”. Mucho está en juego.
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