RADAR,luisemilioradaconrado
Pd: leer el aviso, al final...
Corrupción y elecciones
POR: JAIRO
PARADA
Al pasar la jornada electoral, el
ciudadano informado puede sentirse un poco desanimado frente a los resultados,
pues es muy probable que lo anticipado, efectivamente ocurrió. Las maquinarias
clientelistas hicieron ver su poder, y decidieron sobre la composición del
Congreso. Este Congreso en particular es muy importante, pues le toca definir
el apoyo jurídico al posconflicto si las negociaciones de paz siguen sin
problemas. En esto, el futuro es incierto y nadie puede estar seguro de nada.
Como decía Keynes, lo único cierto del futuro es que algún día estaremos
muertos
Los recientes acontecimientos
nacionales han inundado de escepticismo al ciudadano promedio, pues de la
corrupción en este país ya no se salvan ni las cortes ni los militares, las dos
únicas organizaciones institucionales del estado que guardaban alguna
credibilidad ante los colombianos. Esta situación ya le ha cobrado puntos
de aceptación a la dupla oficial Santos - Vargas Lleras, la cual en esencia
combina su continuismo en el modelo económico, más algo de gasto en vivienda
popular, y el esfuerzo serio por el proceso de paz, sin duda casi lo único que
tiene para mostrar. Las otras opciones poco marcan en la mente de los
colombianos, lo cual lamentablemente, a menos que haya sorpresas, nos
llevarán a un resultado predictible por sustracción de materia, por
mediocridad del actual estado de cosas.
A pesar de lo anterior, el ciudadano
no debe perder la perspectiva, y dejarse llevar por excesivo pesimismo, o
exagerado optimismo. Para los pesimistas, no hay nada que hacer, todas las
elecciones son básicamente compra de votos. La realidad dista de ello. Se
estima que se compra un 30% de los votos, el resto hay que ganárselo a punta de
relaciones, contactos, amigos, presión en las empresas que se controlan,
dádivas, etc. Un 30% se mueve más en la libre opinión pero como hay muchos
candidatos de opinión, todos terminan ahogándose. La ley de los grandes
números termina imponiéndose. Para los optimistas, pues nuestra
democracia es ejemplar y el ciudadano decide, lo cual queda en la formalidad de
los discursos y la belleza de las leyes. Cada elección deja un balance pobre
con respecto a los responsables de la compra de votos, a pesar de los
despliegues de fiscalía, policía y procuraduría. Esta última es eficiente
para destituir a Petro pero hace muy poco para limpiar las elecciones de tanta
corrupción.
La verdad es que hacer política en
Colombia es muy costoso. Se sabe que un senado o una cámara vale miles de
millones de pesos, por muy honesto que sea el candidato. Lo anterior impone los
ajustes institucionales a nuestros procesos democráticos. Los políticos de hoy
se eligen no tanto a través de los puestos como en el pasado, sino a través de
la contratación pública. Concesiones y contratos de obras bien repartidos
garantizan que el político sea financiado con algunos miles de millones que
dichos contratistas le pasan antes de elecciones. De ahí que la mermelada sea
clave, y con concesiones a 20 años, se reeligen indefinidamente sin ningún
problema, es decir, con nuestros tributos (peajes, impuestos, tarifas) estarán
allí, y sus descendientes, indefinidamente.
Lo anterior implica que para reducir
estos niveles de secuestro de la democracia por parte del dinero, toca hacer
una reforma política fuerte. Es necesario eliminar el voto preferente,
fortalecer los partidos - los cuales deben financiar sus candidatos- reformar
la votación de senadores y representantes, concejos y asambleas por distritos
electorales, en fin modernizar la política. De lo contrario, corrupción y
política seguirán liquidando esta frágil democracia nuestra.
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