lunes, 27 de mayo de 2013

Cámara de Comercio. Hora de un acuerdo razonable, por El Heraldo




El editorialista de El Heraldo metió nuevamente mano, a ver si logra la paz en la Cámara de Comercio de Barranquilla.
Finalizando el día, recibí la respuesta del presidente de la entidad, Samuel Tcherassi.
Primero el editorial y en la próxima, lo que piensa el empresario.

RADAR,luisemilioradaconrado
Editorial El Heraldo. Mayo 26-2013

Hora de un acuerdo razonable

Fatal para la imagen de la ciudad ha sido esta larga y vergonzosa pugna por el control directivo de la Cámara de Comercio de los últimos diez meses. A la campaña de desprestigio a que venía siendo sometida la institución desde hace unos años, se agregó esta feroz disputa que fue llevada a los medios de comunicación como una grotesca obra de teatro, con consecuencias letales para la Cámara y para todo el empresariado de la ciudad.
La insensata pelea llegó también a los estrados judiciales y parece que continuará porque la dinámica de la disputa está animada por la decisión de las partes de establecer quiénes son los vencedores y quiénes los vencidos.
Pero la que ha perdido en esta querella enceguecida es la Cámara de Comercio que tardará muchos años en restablecer el respeto de que gozó por décadas enteras, sobre todo en el periodo más floreciente de Barranquilla.
Con frecuencia la desconcertada inquietud de la opinión pública viaja alrededor de la pregunta válida de qué tanto se pelean en la Cámara de Comercio, si se tiene en cuenta que es una entidad con un presupuesto anual de unos 20 mil millones de pesos, que es apenas el equivalente al de cualquiera de las tantas dependencias de la Alcaldía. De modo que la rebatiña por la Cámara no proviene especialmente de sus recursos sino tal vez de lo que representa como institución, dado el peso que ha tenido en la historia de la ciudad en términos de intervención en varias de sus múltiples actividades. Y es evidente que en torno a la Junta Directiva de la entidad se han activado sectores que aspiran a una representación, a un reconocimiento, a una vocería.
El problema es que la lucha electoral por los cargos directivos, en las últimas elecciones del 5 de julio de 2012, tuvo el ingrediente alterador de un montón de empresas de papel que les garantizaron a unos candidatos obtener una representación. Y ahí empezó el zafarrancho.
Tutelas han ido y venido desde entonces, así como resoluciones de la Superintendencia de Industria y Comercio y de Sociedades anulando las elecciones y suspendiendo las empresas de papel. Puede que, como se ha argumentado por parte del último juez que tuteló a favor de un sector en pugna, esas empresas pudiesen tener una justificación legal - cosa sobre la cual hay que arrojar total claridad jurídica y para eso están los jueces-, pero aquí el asunto es también de orden ético en la medida que emplear empresas sin existencia real sólo con fines electorales no puede validarse como algo legítimo. Sería tanto como admitir la compra de votos en los procesos electorales previstos por el sistema democrático.
 
A estas alturas, y sin desmedro de los procesos que están en manos de la Justicia, creemos que debería considerarse la conveniencia de una especie de armisticio en la Cámara de Comercio para buscarle una salida a la crisis, pues es evidente que la ciudad y todo su sector empresarial y comercial terminarán pagando los platos rotos de esta confrontación despiadada que se ha desatado.
Creemos que una alternativa podría ser que renuncien todos los elegidos el 5 de julio y se convoquen nuevas elecciones, para lo cual, previamente, debe haber una revisión del censo de comerciantes que ofrezca garantías a todas las partes. Tendría, en consecuencia, que haber un cese total de la refriega, propiciando un clima que haga posible el retorno de la estabilidad a la Cámara.

El desgaste para la entidad y para la ciudad ha sido muy grande. Es hora de un acuerdo razonable donde no haya ni vencedores ni vencidos. Y ello en bien de Barranquilla, cuya suerte está en juego y es lo único que nos debe importar a todos. Es nuestra invitación.

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